Seguimos recreando la política desde el rincón en el que se cantan las canciones de cuna. Este es el segundo de los programas que estamos realizando en torno a los cuidados y la revolución, las retaguardias y las vanguardias, para la radio El Estado Mental.
Lo hacemos:
Eva Fernández
Marta Malo
Carolina León
Colaboradores:
Carlos Tudurí
Carolina del Olmo
Carmen Lozano-Bright
Este episodio: «Radicalizar los cuidados»
A la invitación de Zemos98 de celebrar el día del Dominio Público, acudí el año pasado con un cuento de Sherwood Anderson que acribillé sin piedad. Al llegar la invitación de este año, dije sin dudar que quería hacerlo. Me puse a rebuscar en los nombres que ofrece wikipedia de fallecidos en 1932, ¿a quién remezclaría? ¿Con quién me ensañaría? Debía ser una mujer.
Entonces, espigué con esfuerzo algunos nombres, muchos desconocidos y alguno que otro sonado. No demasiadas ofrecían obras, en el sentido corriente y ortodoxo de la palabra.
Me estoy haciendo una sopa de verduras y he recordado a mi abuela.
Tiene apio, puerro, coles, zanahoria, patata, pollo, hueso de jamón y un hueso blanco que compré hace pocos días en uno de los pocos mercados que merecen la pena en Madrid.
He recordado a mi abuela y ella ha estado por un momento a mi lado, mirando por encima de mi hombro cómo me estaba quedando la sopa.
Este es el primero de los programas que estamos realizando en torno a los cuidados y la revolución, las retaguardias y las vanguardias, para la radio El Estado Mental.
Lo hacemos:
Eva Fernández
Marta Malo
Carolina León
Colaboradores:
Margarita Padilla
Álvaro Rodríguez
David Pérez del Molino
Alcira Padín
Antonio Bolos Marquez
Mario Munera
María T
Gala Pin
Este episodio: «Desde la retaguardia»
PAIN KILLER (la felicidad) by Le Parody
Oh, sí, los días pasan. Atendemos a todos los reclamos. Reaccionamos a cada sacudida. Nos indignamos en cada provocación. Olvidamos lo importante en el trastero.
Aquí sigo intentando no olvidarme de las cosas importantes, de las personas importantes, de procesar los dolores ni de elevar al olimpo las pequeñas alegrías.
En mi pequeño altar de las madrugadas, caben algunos libros y un montón de personas a las que quiero. Una de ellas me escribe esto esta tarde:
Llevaba unos días pensando esto y no sabía cómo decirlo que suene brutal. Pensé ponerlo en algún sitio público en plan twitter o fb para hacerlo más brutal, pero no encontraba palabras, y por aquí te lo diré y te sonará a caca de vaca o algo muy redicho, pero lo cierto, es que la semana pasada o una estando tú en Chile, estuve poniéndome para dormir Quiereshacerelfavor y tía, madre mía. Antes no escuchaba todos, solo los que me iban a flipar sí o sí, pero estuve oyéndome los últimos sin ver de qué iban siquiera y joder, está todo muy increíble. Creo que el programa ha mejorado mucho o algo así, no sé cómo lo puedo valorar. De lo que estoy segura es de que no es el amor el que habla porque antes no estaba presente. Tampoco sé si realmente puedo decir que «ha mejorado», sé que ahora me ha impresionado muchísimo más y me ha nutrido bastante. No sé cómo decírtelo que suene increíble y además el último no lo he escuchado, pero, tía, felicidades y gracias, mucho bien desprendes.
A modo de crónica política-personal de estos doce días en Santiago de Chile.
Después de regresar, después de 8 años sin aparecerme y de la idealización que impone la distancia, creo de verdad que Santiago es una ciudad para la gente que ha nacido aquí, que la sufre por accidente biográfico, que se acostumbra a ella porque no le queda otra. Por ello estoy fascinada con ver, después de tanto tiempo, que el número de bicicletas en las calles se ha multiplicado por 100.000.
Santiago es para la gente que ha nacido aquí o para la que está enamorada. Andar en bicicleta es un acto de romanticismo suicida en esta ciudad (como en casi todas) y solo es posible si estás muy muy enamorada de la vida. De la lucha.
Todo va demasiado rápido. No pongas prisa. Ámame despacio. Ayúdame a pensar despacio. Todos corremos y peleamos en una docena de direcciones, al menos.
Un mes después de Radicalizar los cuidados, me he dejado liar por dos súper mujeres, Eva Fernández y Marta Malo, para llevar la reflexión sobre la radicalización de los cuidados -hacer vanguardia de la retaguardia- a unos programas de radio. Que en su momento compartiremos.
Ayer lunes, mientras regresaba de Barcelona, y con medio pie en otra partida, propusimos esa misma pregunta, ¿Qué es la retaguardia? a través de twitter. No daba demasiado por la participación en ese tema, habiendo tantísimas urgencias que atender cada mañana.
Y, sin embargo, algunos y algunas nos ayudaron a pensar despacio…
Las organizaciones son un obstáculo para organizarse. En verdad, no hay desviación entre lo que somos, lo que hacemos y lo que devenimos. Las organizaciones -políticas o sindicales, fascistas o anarquistas- comienzan siempre separando prácticamente este aspecto de la existencia. Y a continuación tienen la virtud de presentar su estúpido formalismo como el único remedio para esta separación. Organizarse no es dotar de estructura a la impotencia. Es sobre todo tejer lazos, lazos que no son neutros, lazos orientados terriblemente. El grado de organización se mide por la intensidad del reparto, material y espiritual.
La insurrección que viene – Comité invisible (p. 19)
Una amiga me lanza un reto y respondo. Como ella, vi el 15M desde lejos, aun viviendo en la ciudad de Madrid. Me acerqué –aquí lo conté– como una turista, y fue el comienzo de volver a sentir que se rellenaba el espacio entre las cosas, los otros y yo.
Han pasado 504 días. Frente a la convocatoria del 25S, quise estar allí después de sentir que aquello perdía su coraza negra o entender que, más allá del quién o del cómo, no había modo de no sentirme apelada. Sigue leyendo
… horas lamentables de trabajo mercenario en países sin estado
y sólo pensamos en nuestro privado y vergonzoso amor,
zhivagoMaría Salgado, Ready
De unos apuntes de trabajo para algo que no sé qué es.
“En primer lugar, mi señor, el estado de los hechos es el siguiente: el anabaptismo se extiende solapadamente; no tiene un único cabecilla, al que sea posible cortar el cuello para no pensar más en ello; no tiene un ejército al que derrotar en una batalla; no tiene fronteras propiamente dichas, se propaga ahora aquí, ahora allá, tal como hace la peste negra cuando, saltando de una región a otra, siega las vidas de sus víctimas sin la menor distinción ni de lengua ni de estado, aprovechando el vehículo de los humores corporales, del aliento, del simple borde de un vestido; de los anabaptistas sabemos que prefieren la clase de los trabajadores manuales, pero puede decirse que estos se encuentran por doquier y que por lo tanto no hay frontera que pueda estar segura; ninguna milicia ni ejército, en efecto, consigue impedir el avance de este ejército invisible.”
Q (p. 270)
La novela firmada por Luther Blisset (1999) relata la historia de algunas de las herejías del siglo XVI como una guerra de clases, leída en términos marxistas. La wikipedia (sí, eso) escribe “movimientos sociales radicales” en lugar de herejías, y así es como creo que los Wu Ming los pintan. Una re-lectura tan potente y necesaria como la que realiza Calibán y la bruja sobre la caza de brujas de la misma época. No se trata de una fe contra otra, sino de los que tienen al dios del dinero contra los que no.