Carolink Fingers
28.02.2010

Yo no soy Catherine M.

por carolinkfingers

La rue Philippe-de-Metz, en Bois-Colombes, donde nací, donde pasé mi infancia y mi adolescencia, tiene la extraña configuración de una fortaleza rectilínea en medio de una barriada de casas individuales. Corta, estrecha, se compone de inmuebles de ladrillo altos y robustos, casi idénticos. (En Celos, p. 16)

La casa en el séptimo piso del bloque 15 de Ciudad Aljarafe fue una atalaya en lo alto de la colina más alta, al suroeste de la vega llana y deprimida que es la ciudad de Sevilla. Allá, tras la «cornisa», la primera construcción importante entre los olivares fue ese barrio donde pasé mi infancia y adolescencia: una mole de veintitantos bloques de diferentes alturas, plantados brutalmente en medio de los campos. Sólo mucho más tarde la «ciudad» fue rodeada de muchas otras «ciudades», urbanizaciones poco o nada articuladas entre sí, pero el resto de ellas creció casi a ras de suelo, en forma de chalecitos unifamiliares, idénticos y tan poco envidiables como mi propia ventana en el séptimo piso, abierta al cielo de todos los atardeceres.

¿De qué esperanza te alimentas cuando el círculo familiar no tiene las relaciones sociales ni la capacidad de prever los medios que puedan contribuir a realizar una ambición intelectual o artística -sencillamente porque no se concibe que existan determinadas actividades, ciertas maneras de ocupar la vida y aún menos de ganártela- cuando uno mismo no ha salido todavía suficientemente de ese círculo para tener una idea de las iniciativas que deben tomarse y todavía está lejos de haber producido el objeto que las justificará? Sueñas, aguardas el encuentro fabuloso en una encrucijada. (En Celos, p. 21).

Solía bajar las escaleras, porque aún no me habían dado permiso para utilizar sola el ascensor, desde el séptimo hasta la calle, y lo hacía cantando. Solía soñar, al mismo tiempo, que mi bloque era casualmente visitado por alguien (para mí, incluso entonces, era evidente que ese alguien no podía vivir allí): un cazatalentos, un manager, un productor -su ocupación aún no formaba parte de mi léxico- que me escuchaba canturreando escaleras abajo, se maravillaba y me hacía un contrato discográfico.

Para intentar ser más precisa, diría que me siento como si dispusiera de dos cuerpos. Uno es el que habito o más bien el que transporto, como un molusco su concha, sin haber sabido nunca apreciar correctamente su ubicación en el espacio (no sé conducir, no sé nadar; tengo miedo de bajar una escalera en la oscuridad, me tuerzo los pies continuamente), y del que tengo que satisfacer lo mejor posible las necesidades y apetencias y aliviar las molestias y dolores. (En Celos, p. 50)

La primera representación de mi cuerpo de la que tengo memoria fue una especie de caricatura apresurada que, quizá teníamos doce o trece, me hizo una compañera de clase. Cuyo cuerpo yo, por otro lado, envidiaba. Es aquella imagen, de culo, tetas y barriga exageradas, la que tengo todavía a ratos como autoimagen. En el terreno de las ensoñaciones que he aprendido a considerar mi otro yo (o, incluso, mi verdadero yo, algo inaprensible para todos incluída una misma), siempre he querido dar otro/s uso/s a este cuerpo habitáculo, ponerlo a bailar, ser campeona de esgrima, experimentar el aire contra él en un salto en paracaídas, o el peso de muchos metros de agua al sumergirme en un arrecife marino.

La ambición se había hundido en las arenas movedizas del inconsciente a medida que me agitaba en el trabajo y, olvidada, seguía insatisfecha sin que yo pudiera determinar las causas de esa insatisfacción. (En Celos, p. 186)

Para el tiempo en que yo debía ser ambiciosa, me conformaba con soñar realistamente. Para el tiempo en que a mí me tocaba abrazar la certeza de que no vendría ningún manager a descubrirme (ni por casualidad, ni siquiera perdido y desorientado, viajando a pie desde la capital del éxito), tomé lo que estaba a mi alcance: una carrera de periodista. Creyendo -creo hoy, o es la trampa de hoy- que a la gente de mi edad, los del montón, sin la red de sustentación y empuje familiar de otros mejor situados, no le quedaba más remedio que intentar ser honesto y jodidamente pesado con los dos talentos y medio que tenía en la mochila. Luego, el tiempo destiló urgencias, machacó el martillo de la precariedad, nos hizo olvidarnos hasta de los sueños más realistas. Nos dieron siete nombres, dos crisis económicas y una burbuja inmobiliaria. Nos pusieron un techo de un metro y medio sobre la cabeza y un letrero tan patético como el que colgaba de las mujeres del siglo XVI quemadas en la hoguera: mileuristas.

Y la insatisfacción volvería, lo sabíamos entonces y lo sabemos ahora.

24.02.2010

Clevenger

por carolinkfingers


Manual del contorsionista. Craig Clevenger. Alpha Decay, 2009. O cómo luchar contra el horizonte que pinta una celda blanca y unas correas, la amenaza detrás de toda «rareza» del individuo. Quiero decir más cosas de este libro, pero de momento sólo puedo contar que hoy es el tema de mi reseña, portada en notodo.com

23.02.2010

Idilio

por carolinkfingers


Lo mío con 20 minutos viene de haber conocido a una persona del equipo hace ya tiempo, cuando comenzaba a ofrecerme seriamente en colaboraciones dispersas por publicaciones de todo tipo. No me valía con tener una hija de cinco años y un bebé de meses. Yo quería hacer.

Es esa persona la responsable de que me haya tocado una pequeña participación en un «especial», celebración del 10 aniversario del periódico, que se puede recoger hoy en los puntos de distribución del diario. No he dejado de preguntarme, mientras duró su preparación, si no podrían hacer los encargos que a mí me hicieron a alguno de los muchos que han sido despedidos de la plantilla. Todo el mundo sabe cómo está el patio del periodismo.

(También me contestaba: muchos «despedidos» no tienen necesidad de correr tras los trabajos, a veces realmente «migajillas», no es el caso, que se dejan al colaborador).

Puedo decir que, como nunca he trabajado en una redacción, aquí he tenido que recabar nuevas experiencias (como conté en esta entrada). También puedo decir que, hasta donde yo sé, nunca había contado mi trabajo con una difusión tan grande. Pensaba, mientras se me helaban las manos recorriendo el centro de Madrid y solicitando opiniones a los transeúntes..: ¡esto va a ser lo más parecido a la sensación del escritor que se encuentra, en un transporte público cualquiera, con un lector o lectora enfrascado en su libro! ¡Podré ir en el metro y ver cómo los sufridos y madrugadores disfrutan con mi trabajo y el de los demás! Porque me consta que un montón de gente ha tenido parte y ha arrimado el hombro para que esto saliera.

En cambio: he ido a mi parada de metro y he pedido dos ejemplares (uno para mamá, claro). He entrado en una cafetería. Llego allí sonriendo porque el señor de la cazadora de cuero verdoso está ojeando el «especial». Me paro allí, a su lado. Mientras abro mi especial y pido un café, el señor imitación jabalí ha doblado en cuatro el cuadernillo («¡qué bien, se lo va a llevar!») y lo ha tirado a la papelera, a sus pies.

(Ahora sé, no cómo se siente el escritor en su turbia imaginación autobombística, sino cómo se sienten todos los que trabajan en el diario al pasear por un vestíbulo de páginas impresas flotantes).

Quien no pueda encontrarlo en papel (a estas horas del día, poco quedará), lo puede revisar online, aquí. Hay diez grandes reportajes (inmigración, sociedad del miedo, tecnología y ciencia, cultura, nuevas familias…) para tratar de pintar un cuadro sobre los diez años de cambios, desde la existencia de 20 minutos.

Mi grano de arena está en las encuestas a famosos.

El reportaje de los repartidores (¡gracias por ser tan majos!): en el papel se ve mucho más bonito, tengo que admitir.

Y las preguntas en la calle. Las diez, como ya expliqué. Están repartidas por los diferentes temas del especial, impreso, pero también están en estos videos.

Un idilio es siempre algo breve, intenso, sólo a veces hermoso. A mí me gusto mucho éste.

18.02.2010

Welty

por carolinkfingers


Dejo aquí la portada de mi reseña sobre La hija del optimista de Eudora Welty, ya en notodo.com. Que por pura coincidencia también (de otra manera contado) está hoy en Estado Crítico.

15.02.2010

Noches de tránsito (reseña)

por carolinkfingers


Mark Kozelek
Noches de tránsito
Los libros del Señor James

¿Quién de nuestros lectores no se estremece cuando rescata canciones como “Katy Song” o “Carry Me Ohio”? El cantautor surgido del medio oeste ha permanecido y desarrollado un cancionero de vértigo desde 1992. “Noches de tránsito” (publicado en 2002, completado con nuevos textos en 2008) es el esfuerzo de Kozelek por recopilar sus letras y es primera referencia de Los libros del Señor James, zaragozanos osados doblemente -por montar una editorial y hacerlo con un libro de canciones-. Impagables sus comentarios previos (se incluyen los dos prólogos), sus homenajes a Katy, a Mike, a novias y amigos, los rastros de las giras en las letras, la soledad, la amistad, el propio peso de escribir, lo extranjero, lo familiar, la nostalgia, el medio oeste, San Francisco, Londres, conciertos ante veinte personas. Todo eso está en sus poemas, elegantemente traducidos (el original al lado) por Ezequiel Martínez Llorente y un disco (“Find me, Ruben Olivares”) con directos de Mark en España. No se puede pedir más.

//Publicado en Go Magazine 108 febrero 2010//

08.02.2010

No hay nombres

por carolinkfingers

Hace quince días, la que curiosamente fue nuestra última cita, contuvo una de mis habituales bromas sobre el asunto:
«¡Claro que voy a escribir sobre lo nuestro, ¿qué te esperabas?»
Estabas furioso, pero terminamos la cena, civilizadamente, y también follamos, religiosamente.
No me has llamado en dos semanas. Lo dejé en tus manos, algo olía raro.
No pude dormir, una de estas noches, y tecleé medio en sueños un SMS: «No te preocupes. No doy nombres».
Silencio otra vez.
Me pregunto qué fue. Un sentimiento de marioneta con corazón atrapada en mis ficciones u otro de anonimato impuesto al ego. Ay, qué duda.

31.01.2010

Silencio

por carolinkfingers

La verdadera crítica se acerca a su objeto con la misma ternura con que un caníbal se guisaría un recién nacido
Walter Benjamin
«No tengo ningún interés en pasar a la leyenda / Ni en morder las flores mientras hago el amor»
Esclarecidos

Tanto miedo vertido. Escondido. Agazapado. Sacando los colmillos.

Hace ya varios años que hago críticas. Las publico en Go Magazine (tan breves que no se pueden llamar así) y en Qué Leer; hace pocos meses en Estado Crítico. Y aquí. Soy una completa advenediza en esto de la crítica, las letras las llevo en la sangre sin haber pasado por la susodicha facultad, pero vivo en el mundo y consumo y produzco cultura desde mi humilde rinconcito.

Soy una lectora concienzuda y sé que, incluso sin las bases que muchos tienen y no usan, aprendo según lo practico. Nacieron las antirreseñas para dialogar de una forma muy íntima con los libros, seccionar el qué vale (para mí, como creadora) y el qué no vale. Se puede estar en todos esos mundos sin desfallecer.

Criticar no se puede parecer a arrojar flores al paso de un desfile. Hay que coger ese desfile y destriparlo cuando no exponga más que globos rotos. Criticar no debe ser dar palmaditas en la espalda porque una noche tuviste que sentarte a cenar con el autor y ya le conoces las muecas. Hay que ponerse una lija en la mano y frotar muy fuerte el hombro.

Los que producen no pueden esperar que el mundo absorba sus productos sin contestarles. No se puede esperar el silencio. Cómplice. Cobarde. Constante. Criticar debe ser como follar: o se hace con pasión, a gritos, o no se hace.

El problema está en ese silencio (como ha dicho Elena sobre este cómic). Muchos esperan que la crítica baje la cabeza, borre las señales, se lama las heridas (como pensaron que haría Echevarría en aquel famoso caso). Los hemos (mal) acostumbrado al silencio y no a lo contrario. Callar es tan desastroso como mentir, poner una sonrisita formal, emitir el terrorífico «no está mal».

Me arrogo el derecho de hacer críticas negativas, cuando los productos atentan contra la inteligencia del lector/consumidor al que se dirige.

Mi primer novio: estuve casi cinco años con él. Para cuando terminé la relación, aquello era como la cuarta parte de mi vida. Recién en ese minuto mis amigos y familiares se acordaron de decirme que les parecía un sumo gilipollas. Es que no hay derecho.

//’Tú me quieres callada… Y yo quiero que grites’ ‘Que no me acaricies’ dicen Esclarecidos. Benditos.//

Más: Nuestro último programa, dedicado a la Nueva crítica.
La bienvenida del Sr. Brea, a quien le he robado la cita de Benjamin.
Y esta entrada va para Demonios tus ojos (autor de la foto que quiero que sea portada de mi libro, del que espero durísimas críticas), R (único crítico que he tenido), Manolo, Ale y todos los estadistas.

27.01.2010

Madrid atado a un perro

por carolinkfingers


Hoy es portada en notodo.com (hasta que deje de serlo, unas horas) mi reseña sobre Paseador de perros de Sergio Galarza (Candaya, 2009). De él, del libro, aún quiero decir muchas cosas más (¿caerá una antirreseña?) y con él, con su autor, vamos a hablar muy pronto. Quisiera poder decir algo más, pero este fin de mes y sus entregas me están achicando.

24.01.2010

Nantes

por carolinkfingers

La de anoche fue una noche rara. La comencé dando por terminadas algunas de las entregas de la semana. Decidí buscar inspiración en la noche, dentro de la pantalla del ordenador. Dejarme iluminar por descubrimientos remotos. Recortar los cables de las obligaciones, abrir todas las velas.

Preparé la entrada anterior (Caritas) al tiempo que miraba lo que iban dejando caer mis followeados en twitter y buscaba algún hilo inspirador entre mis amigos de last. Así, llegué casi a la vez a este enlace y a esta canción. Puse una cosa junto a la otra y fue como si el frasco de nitroglicerina cayese contra el suelo de mármol.

Me pasé llorando hasta las tres de la mañana, y escuché la canción quizá treinta veces. Cantando entre lágrimas hace tanto tanto tiempo que no te veo sonreir…. Ésa y otras muchas de Beirut.

Había pasado por alto este disco en su día y llegué de nuevo, en el día preciso en que la voz de Zach Condon me convocaba sentimientos de tragedia que no tenían que ver conmigo.

Ha pasado un día entero desde el ataque de obsesión y, ahora, racionalizando un poco, compruebo que esa cualidad pastosa de su voz me recuerdo de lejos a Shane McGowan (que siempre cantaba como si estuviese borracho, o es que realmente lo estaba), que el grupo se enreda en nostalgias que hablan de México, de Oriente Medio y de Europa del Este, de todo a la vez, con mucha cara dura, sin ni uno solo de los acomplejamientos que en este asunto del mestizaje musical aguarda a muchos músicos; desfiguran melodías, desafinan conscientemente, y de paso te tensan las cuerdas del corazón y tocan con ellas violines con cierto aliento dionisiaco: «cuando nosotros acabemos de tocar, se acaba el mundo», parecía escucharles gritar desde sus canciones anoche.

Y Haití.

No me extraña que Beirut haya enamorado también a Vincent Moon. Nantes es la canción que estaba esperando encontrar para volverme a enamorar. De alguna forma, anoche, dejé de sentir el odioso egoísmo que me acosa en estos tiempos. Regresé a cierta cándida alegría, a pesar de las lágrimas.

Y Vincent recreó mi obsesión, como él solo sabe hacer.

23.01.2010

Caritas

por carolinkfingers


Muchos de los que me conocen no saben que soy, en realidad, alguien bastante tímido que se lo piensa siete veces antes de entablar una conversación con un desconocido. Algo bastante absurdo cuando se pretende ser periodista (pero siempre dije que yo era periodista sin vocación).

Así, uno de los últimos encargos recibidos me pilló de través cuando me dijeron que debía salir a la calle a interceptar la opinión de la gente. No tres o cuatro, sino cinco opiniones diferentes sobre diez temas diversos. Para sacar cincuenta he pasado cuatro o cinco mañanas con el cámara en el centro de Madrid (a través de las ventiscas, los temporales y las nieves de estas últimas semanas) y he tenido que saltar encima de casi cien personas. O de doscientas, si contamos a todos los que no me dejaron terminar la frase «perdona, buenos días, estamos haciendo una encues…«

Muchos creerán por prejuicio que es el tipo de trabajo que se le encarga a los becarios. Puede ser. Pero sería un error. En estos días he aprendido que para que la gente se detenga contigo un minuto, te deje grabar sus opiniones con una cámara y sacarles una foto hay que echar mano de toda la psicología del mundo. Al cabo de las primeras negativas y de sentirme terriblemente mal por ellas, descubrí que esto era parecido a ligar en un bar. No te acercas a todos los tipos que están solos, sólo a aquellos que en principio parecen tener ganas de entablar. Gran palabra ésa.

En estos días, también por primera vez, me daba lo mismo si la gente hacía o no hacía cosas bonitas. Si sabía pintar con el pie o escribir poemas en braille. No los entrevistaba por hacer cosas especiales, tan sólo por ser especiales. Miraba la cara de una mujer, de un hombre, elegía el tema (tenía diez distintos para recopilar respuestas), los asaltaba, les pedía permiso. En estos días, mis objetivos sólo debían disponer de medio minuto para quedarse conmigo, y detenerles no fue tarea fácil.

Por eso, por la gigantesca amabilidad del gesto de prestar la opinión de uno que vive y lucha a otro que vive y lucha (que eso es un periodista hoy día) y regalarle un poquito de su tiempo, escribo esta entrada hoy y ya me voy a dormir. Espero que ninguno se reconozca en las fotos porque por supuesto no tengo permiso para ello y por eso están en quince píxeles cada uno. No porque no sean importanes, sino porque son súper importantes.

Sin embargo, tras la timidez y la lucha, venía lo más extraño. Cuando terminaba las mañanas de grabación y persecuciones callejeras, decía adiós a mi compañero y me metía al metro rumbo a casa. Me costaba al menos un cuarto de hora darme cuenta de que ya no les necesitaba, de que ya no debía estar escrutando sus rostros en busca de una esperanza de respuesta ni seguir parando a la gente que me cruzaba en el camino.

Y el veneno, sin embargo, ya estaba inoculado. Ahora no puedo parar. Necesito saber los nombres de todos vosotros y lo que pensáis todos vosotros, sin excepción, de todas las cosas.

Acerca de Carolink Fingers
El blog Carolink Fingers está hecho con Wordpress 4.8.12 para ZEMOS98.
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