abrelatas
04.07.2008

El aleph (remix)

por comcinco

Despertarse es a veces como abrir un enlace en Internet. Sabes qué es lo que ocurre pero no cómo. Esta mañana es como otras. Primero un tenue rayo de luz filetea mi cara desde la ventana. Luego oigo ronronear a Sonia. Y más tarde es mi flamante despertador lumínico el que poco a poco va invitándome a levantar mi voluntad, al ritmo esa mañana del Purple Haze de Jimmy Hendrix.

Me gusta apurar al máximo en la cama. Prescindo del desayuno en casa y lo cambio por una rebanada de pan con mantequilla y jamón york a media mañana con Juan, uno de los informáticos de la empresa y con Patricia, otra de las ejecutivas de cuentas. Suele ser uno de los mejores momentos de la mañana. Solucionamos el conflicto de oriente medio, criticamos la ropa ajena y aportamos soluciones secretas a la línea creativa de nuestra empresa.

La mañana está terminando y estoy sentado delante de un tedioso informe. Muchas veces me imagino que a través de los reports de la marca y de mis posteriores retroplannings para el Director de Cuentas, se debe hallar un tipo experimental de literatura que presentada a concurso, rompería moldes. Y justo cuando me dispongo a ver la parte más emocionante (los datos, las estadísticas, las siluetas sombreadas e interpretadas, los números remezclados y compartimendados,…) siento un breve embragar en mi interior. Me estoy cagando.

Si algún día diseñan una máquina del tiempo estoy seguro que tendrá las características de un cuarto de baño de una empresa de publicidad cualquiera. Inciso: ¿alguien sabe porque es tan complicado salir de un cuarto de baño? ¿nunca han pensado en diseñar puertas que no rocen con los hediondos bordes de las tazas?. No obstante, este no es el caso: el jefe de mantenimiento mantiene un cartel desde hace meses – “water estropeado”- para salvaguardarlo de la muchedumbre. A cambio yo le traigo capítulos de Perdidos y solo ambos nos sentamos ahí a desembragar.

Me gusta cagar tranquilo. Obviamente esto en una oficina es complicado. No obstante, la posición de privilegio que ocupo al estar en un habitáculo teóricamente fuera de servicio, provoca que a veces escuche conversaciones de lo más variopintas. Normalmente suelen ser cosas banales, que si esta tía no deja de mirarme, que si el café de máquina es una mierda, que si el culo de esta tía me gusta más que el de aquella otra, que si la última campaña de Mcann es la leche, que si las tetas de esta son operadas, etc.

Pero ese día, tras un par de minutos en silencio leyendo Nocilla Experience, escucho dos voces inconfundibles. Se trata de dos personas que no conozco. Se trata de dos personas que a veces he visto por las calles a las 4 de la mañana. Se trata de dos personas que creo que piensan que soy un mediocre por un ser un simple ejecutivo de cuentas. Ellos trabajan en una de las plantas más altas. Ellos hacen muchos viajes. Ellos han recogido ya varios premios. Son dos de los creativos de mi agencia.

Hace tiempo que intuyo que como parte de sus rituales inspirativos, esnifan polvos mágicos en el cuarto de baño. Como sé que ellos no saben que yo estoy allí, intento silenciar mis movimientos al máximo y me acerco a la puerta para escuchar lo que dicen. Se confirman mis intuiciones. Tras unos segundos de penumbra existencial, de pequeños brotes psicosomáticos y de síntomas de euforia contenida, ambos comienzan a hablar sobre la próxima campaña que deben diseñar…

La gente cree que ser creativo es guay. Yo creo que no es así. Son personas cuya autoestima social es muy alta. Pero su mundo interior se derrumba a cada idea que les es rechazada. Y lo cierto es que a lo largo de su carrera deben prostituirse muchas veces: son mercenarios de sus propias derrotas. Han sido rechazados tantas veces…y en la mayoría de los casos, les aceptan ideas que ni siquiera tenían pensado defender. Es por eso que cuando un creativo lleva más de 10 años trabajando en cualquier agencia, su mente está probablemente tan corrompida que sus principios son parecidos a los de aquellos que defienden las guerras por el bien de la paz. Pero al mismo tiempo viven encerrados en su propia genialidad. En el éxito del éxito de sus ideas.

Parecen muy emocionados, sobre todo uno de ellos. Dice haber dado con una idea de esas que aúna lo que ellos llaman el efecto “champán, latas de caviar y hamburguesas de 1€”. Se trata de una idea que recoge algo de la cultura del arte, la literatura o el cine, y siendo una remezcla, bien sintetizada en un spot llevado a cabo por alguno de los más hábiles realizadores y con un diseño sobrio pero moderno, puede llegar a convertirse en una Concha de Oro, en el colmo del burdelismo publicitario: un paraíso de reconocimiento, ganancias y flashes de colores.

Ya ni siquiera estoy cagando. Estoy sentado esperando a que se marchen. Se han puesto tozudos en su idea de diseccionar las debilidades mentales de quienes aceptan sus ideas. Pero de repente, sucede algo:

- Antes he impreso el texto del que te he hablado…
- ¿te refieres a nuestra nuevo canto de sirenas que se convertirá en la mierda elogiable contante y sonante del sector publicitario?
- jajaja, eso mismo…lo he sacado de Internet, de una página de relatos.
- con esto vamos a hacer el copy, ¿no?
- sí, habrá que cambiarlo un poquito para que no se sepa que lo hemos pillao por ahí….
- a ver, lee lee.

El sonido de un papel arrugado describe una situación que no puedo contemplar. Supongo que uno de ellos se prepara para declamar.

– Ok, ahora imagínate la imagen del coche desde el interior, el volante desenfocado y la carretera enfocada. Es de noche. Escuchamos algún pianito, tipo michael nynmann, ya sabes, jeje. Y de repente una voz ronca, de hombre maduro, dice:

Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos

- Joder tío, es la puta leche. Con esto la concha no, a Cannes, jajaja
- Ya te digo, lo encontré por ahí, no me acuerdo bien. La cuestión es acortarlo y cambiarlo un poco para que no se sepa cuál es la fuente original.

No podía creer lo que escuchaba. Su osadía era mayor conforme seguían hablando. No les bastaba con tratar como seres inferiores a todo aquel que no fuera Creativo como ellos, ni tan siquiera con tener los sueldos más altos de toda la agencia. Tampoco les bastaba con viajar con todos los gastos pagados, con vender comida basura a ritmo de Rap, con esnifar triunfo cada vez que ganan un premio. Ahora además querían destrozar un histórico de la literatura, para envolverlo de postmodernidad y ayudar a consolidar la imagen de marca de unos coches cuyos procesos productivos se asemejan más a los fordistas y no a la literatura multitextual. Pero lo que es peor, iban a hacerlo sin saber que se trataba de El Aleph de Borges. ¿Por qué?

Hay días que uno se siente como un caballero medieval. Cree que esa es una de las mañanas en las que pinchas en el enlace y te encuentras con otro mundo, en el que eres valiente, seguro, un caballero andante, garante de la justicia, un jedi contemporáneo, capaz de creer en todo y sobre todo en poder cambiar las cosas. Así, que desde mi minúscula posición, creciéndome sobre miedos e inseguridades, decidí abandonar mi refugio y delatar mi secreta guarida, a cambio de luchar por defender la salvaguarda del Aleph, de alejarlo de las manos sudorosas de los esnifadores de ilusiones, a cambiar el rumbo de la historia y abrir una afrenta sin límites entre los ya no tan mediocres ejecutivos de cuentas y todos los despiadados creativos del mundo.

Abrí la puerta bruscamente y se me quedaron mirando fijamente.

- Vaya, esto parece el final de un gran anuncio

Dijo uno de ellos. Me apresuré en contestarle:

- No sabéis lo que estáis haciendo…herejes de la creatividad…matarifes de la historia de la literatura, mercenarios de vuestras impurezas, esnifadores de ilusiones, niños grandes endiosados, incultos de la novedad, fugaces aprendices, desleales ideadores, génesis de la confusión, los estereotipos y todo lo demás…¿acaso no sabéis que esas palabras que pensáis usar son del cuento de Borges “el Aleph” que habla sobre lo infinito, el todo y la nada?

Dije, terminando sediento y tembloroso, esperando una respuesta a la altura de mi órdago intelectual.

Tras unos segundos, ambos se miraron con tensión…y comenzaron a reír a carcajadas. Sin dejar de hacerlo, se dirigieron a la puerta, dejándome solo en mi incomprensión, arrepentido de haber descubierto el secreto de mi refugio fecal y más arrepentido aún de haber puesto a prueba mis inseguridades para intentar combatir una injusticia poética. Antes de que terminara de salir el último de ellos, exhalé un último intento de dignidad y dije:

- …¿no váis a decirme nada?

Y menguando su risa, apesadumbrando su mirada irónicamente, el creativo contestó:

- Esto es publicidad, ¿qué esperabas?

3

comentarios

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JC dice:

Ajá! Muy bueno…

Juan Antonio dice:

Me ha encantado tu relato, es muy bueno. Aunque me da pena, porque ya han hecho esto con muchas obras y ni siquieran intentan cambiar nada, como proponen los creativos de tu relato. Mira hace poco el ejemplo de On The Road de Kerouac en un anuncio de BMW u otro de Seat en el que aparecía una locución del propio Fernando Cortázar leyendo una de sus obras: «Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj» de «Historia de Cronopios y Famas», aquella que decía que cuando te regalan un reloj, tu eres el regalado.

Pedro Jiménez dice:

Yeah! Yeah! Yeah!

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