Siempre he sido responsable. No es que ahora deje de serlo, pero soy consciente de que ahora cometo más travesuras que cuando medía menos de 1,40. Lo más loco que hacía de pequeña era salir al patio de mi casa (que era particular) a hacer playbacks de Voyage, voyage, de Desireless. Las vecinas se asomaban a mirarme y luego me felicitaban en la calle.
No es que yo supiera francés, pero ese tema era el que se bailaba en las discotecas sobre 1988, o al menos eso me decía mi hermana aunque a ella aún le faltaran unos años para ir a la RRÍO.
Siempre he tenido facilidad para los idiomas, tonta yo, que no exploté esa cualidad. En casa no había dinero para apuntarme a clases de inglés, ni a baile, ni a teatro. Por eso el patio de mi casa era mi mejor escenario, con una cuarta pared que me miraba desde arriba. Sigue leyendo
Desde un concurso de cuentos navideños en 8º de EGB no había ganado nada. No es que yo no sea competitiva (mis amigos, que han jugado mucho conmigo en salones y chimeneas saben que en ese momento no hay nada más importante para mí). Hoy, 3 de febrero, he recibido la feliz noticia de que soy la ganadora del III Concurso de relatos de Helvéticas «Versionando El Sur». Había que tomar inicialmente un punto de «El Sur, instrucciones de uso», un conjunto de relatos de Silvia Nanclares, pero ha sido precisamente el guión de un cortometraje con lo que he participado.
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A mi padre
«Con el viejo comunista, increíble». Diego Rivera no terminaba de aceptarlo, pero fue en aquel despacho del diario El Popular donde vomitó su orgullo. Al día siguiente aparecería en la página diecinueve. Porfirio Velázquez, redactor jefe, fruncía el ceño. En la ventana, Diego, mirando a lo lejos, en un punto intermedio, ni tan alto, ni tan bajo. No lo entendía. Ni siquiera había pruebas, pero a Rivera le bastaba saber que habían pasado demasiado tiempo juntos. No eran los cuerpos, ni la cama, ni el sudor. A Diego le removía su enorme estómago que una mirada entre León y Frida tuviera más peso que un puñado de piedras en el bolsillo. El asilo político que León Trosky había solicitado en México, empujado por el propio muralista mexicano, se había convertido en un arma de doble filo. La política, Diego, también es amor.
Este año la Semana Santa de Sevilla ha rozado más que nunca la internacionalidad. Gracias al programa de mano de Giralda TV los nombres de las cofradías han estado presentes en cuatro idiomas: «Sacred shroud / La Mortaja», «Holy burial / El Santo Entierro», «Our lady of hope (Macarena)/ La Macarena», «The bakers / Los Panaderos» o «The cigarmarking girls / Las Cigarreras» son solo algunos ejemplos. Esta dudosa manera de abrirnos paso en el adelantado mundo americano, y en definitiva, del inglés, me ha hecho recordar grandes hits musicales de nuestra historia. Bienvenidos a un paseo por la España cuasicosmopolita, ¡complejos fuera!
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Dejad que los niños… sean precisamente eso: ¡niños! Todo lo que nos rodea parece apresurarse para dar fin a una de las etapas más importantes del ser humano. La infancia es el origen de nuestros miedos, complejos, pero también de nuestras actitudes, seguridades y deseos. Hace unos meses una de las revistas de moda más prestigiosas ponía el grito en el cielo jugando de una manera muy sencilla con modelos menores de edad.
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He estado tres meses sin televisión en mi nueva casa. Al principio la eché de menos, pero no puedo negar que el silencio y sentarme en el sofá inventando cosas que hacer pronto pudieron con ese aparente vacío.
Estas navidades mis padres me han regalado una tele, para ellos es fundamental, una casa sin tele está deshabitada, da pena y mi madre no podía soportar la imagen de su hija almorzando día tras día sola, en su pequeño salón. Y para qué lo vamos a negar, no es que yo no quisiera tener un aparato de esos, los que habéis leído algo de lo que aquí escribo sabéis que valoro mucho la televisión y que para mí es una herramienta de aprendizaje.
Pero llevo menos de quince días con mi tele Philips en casa y parece que han pasado tres años desde que no la veo; es más, me siento como el abuelito del anuncio de la fabada, el que decía con un hilito de voz aquello de: «Y el Madrid…. campeón de liga?». No me entero de nada y por primera vez veo casi exclusivamente La 2.
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Tengo mono de playback, pero tengo poco tiempo. Aprovechando que hoy una compañera en el trabajo me ha enseñado (y dedicado) una muestra de un playback grandioso, repaso algunos de las «actuaciones» más memorables del celuloide.
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Ayer me perdí el fenómeno #tuiteandoenlos90 (para algunos #twiteandoenlos90). En twitter a alguien se le ocurrió que sería una buena idea pensar cómo sería hablar en 140 si estuviéramos en la última década del siglo pasado… y los resultados son curiosos y la mayoría desternillantes.
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Hace un algo más de un mes escribí un post sobre Saber y Ganar. Hacía tiempo que quería escribir sobre eso, pero no le di muchas vueltas y me limité a nombrar características del programa. Tuve suerte, me salieron 10 y ni corta ni perezosa yo misma me creí que aquello podría ser un decálogo.
Tuvo repercusión gracias a alguien que decidió que mi post se merecía unos cuantos meneos.
Ya sé que segundas partes nunca fueron buenas, pero pienso que hacer listados concisos es una buena manera de expresarte y quedarte en paz contigo mismo. Creo que éste es el comienzo de una serie: «Mis decálogos«.
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Llevan más de 3.000 programas y 13 años emitiendo. Es el concurso más longevo de las producciones españolas. Parece mentira que en la televisión que habita en nuestras vidas tenga cabida este formato, tan austero en su forma y tan complejo en cuanto a requerimiento cultural para sus concursantes. Por ello se merecen este post, es lo máximo que les puedo ofrecer, sigo el programa desde su comienzo, aunque con muchos intervalos de intermintencia. ¡Incluso mi profesora de Ética de 1º de BUP participó en ‘Saber y Ganar’!
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