Vas al teatro. Te cuentan una historia. Enciendes la radio. Te cuentan una historia. Vas al cine. Te cuentan una historia. Ves la televisión. Te cuentan una historia. Abres un vídeo de Youtube. Te cuentan una historia. Cada día consumimos cientos de historias. Y tratando de recordar una de las miles (¿millones?) que tenemos almacenadas, pensaba que no hay historia sin remezcla. Porque cada vez que vemos, oímos o leemos una historia, no sólo la procesamos de modo que elegimos qué nos importa más de cada una (y por tanto, las estamos editando, en nuestro particular Cinelerra mental), sino que cuando volvemos a contarla es y no es la misma historia. Es nuestra propia versión de la misma: nueva y vieja a la vez. Por tanto y visto así, ¿acaso tiene sentido arrogarse la propiedad de una historia?
Os presento a Santiago Rusiñol. Quizás no lo veáis, pero está ahí. Ocurre siempre que remezclamos. Siempre hay algo detrás y algo delante.
Pero no hay que dejarse seducir por la remezcla como moda. La remezcla es una herramienta. No puede ser un fin en sí misma. Debemos defender la remezcla en relación a la cultura como palimpsesto infinito. La remezcla como herramienta que nos permite releer y desleer los medios de comunicación, los relatos que generamos y las obras que se han producido a lo largo de toda la amplia historia de la representación.
Y si toda obra es derivada, entonces toda obra es remezcla. Es decir, no hay nada que no sea remezcla. De ahí que la remezcla en sí misma o como fin pierda su atractivo. ¿Qué interés puede tener que un trabajo sea una apropiación si no supone ninguna crítica a los poderes establecidos o alguna reivindicación socio-política?
De ahí que hoy nos fijemos en Santiago Rusiñol. Dado que hoy, según nuestra querida Ley de Propiedad Intelectual [PDF], tenemos derecho a hacer lo que queramos con su obra. Porque la Ley marca que podemos remezclar libremente a un autor cuando pasan 80 años de su muerte. Porque esa misma ley mantiene en un vacío legal a quienes en vida decidimos ceder nuestra obra a dominio público.
Por todo ello, lo que véis aquí en realidad no es más que una sucesión de cuadros de Santiago Rusiñol pixelados con el Photoshop (Filtro PIXELIZAR>MOSAICO; tamaño de celda 28), artista catalán dedicado al impresionismo más figurativo. Es curioso. No me interesa casi nada su pintura. Pero cuando Pedro nos lanzó la propuesta de celebrar el dominio público, reconozco que accedí a él de forma muy intuitiva.
Por eso, Rusiñol y yo quedamos unidos para siempre a través de esta remezcla.
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Esta es mi contribución ala celebración del día del Dominio Público en la blogosfera de ZEMOS98, hemos querido programar un post porque hoy, 1 de enero, entran al Dominio Público en España la obra de multitud de autores y autoras de diversos tipos. Con estos post colectivos hacemos nuestra pequeña fiesta particular al mismo tiempo que reivindicamos el acceso a la cultura como derecho fundamental.
En Twitter se pone claramente de manifiesto que no se está ahí para decir algo, sino por razones completamente distintas, particularmente para dejarse ver y ser visto. Ser, decía Berkeley, «es ser visto». Es un lugar de exhibición narcisista. Y la opcion de negarse lisa y llanamente a expresarse por medio de twitter no me parece defendible. Pienso, incluso, en determinados casos, aparecer en él es una especie de deber. Sigue leyendo
Aviso a navegantes: no pretendo posicionarme como «comentarista geek». Creo que en la vida he comentado la aparición de una «nueva red social» y si lo hago en esta ocasión es porque creo que tiene relación y sentido con respecto a un tema que me parece mucho más importante: la identidad. Sigue leyendo
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Remezcla sin ánimo de lucro. Vídeo cedido a dominio público. Se recomienda visionado con cascos.
– Uno.
– Pasa a la siguiente imagen.
– Voy.
– ¿Ese es el primer vídeo subido a YouTube?
– Es ridículo, ¿verdad?
– Totalmente. Pasa a la siguiente… ¿qué es eso?
– Un e-mail que me enviaste al principio. Sigue leyendo