Se acaba un año en el que he escrito muchísimo. Es probablemente el año en el que he escrito más que nunca públicamente en mi vida. Gracias a Sofía, por ser la persona que más me hace pensar, quién me ayuda a encontrar la palabra precisa y la que en muchas ocasiones me hace la cobertura doméstica para que pueda escribir. Gracias a Juanlu, por ser el mejor p e r i o d i s t a que he conocido, por enseñarme a titular y a enfocar pero sobre todo por ayudarme a encontrar mi voz escribiendo. Gracias a Lucas, por tu paciencia con mi ping-pong vital, por corresponder siempre a todas mis absurdas peticiones de forma imaginativa, por enseñarme a entender las cosas que no entiendo (especialmente el Trap pero también los gatos). Gracias a Pedro, por tu generosidad infinita que siempre me anima a hacer cosas (entre ellas escribir), por tu no cinismo y por estar dispuesto siempre a participar en cualquier cosa que te pida (eso incluye incontables grupos de Telegram). Gracias a Rubén, por tu amistad parse, por obligarme a hacer flexiones de pensamiento crítico cada día y por corregirme erratas. Gracias a mi familia (mi madre, mi padre, mi hermano y también al resto) por estar siempre ahí. Y gracias a toda la gente cercana o lejana para quiénes alguna de las cosas que haya escrito este año hayan podido ser inspiradoras o útiles. Yo escribo para corregir la vida, pero sobre todo escribo para comunicarme con otras personas.
Allá van mis textos de 2018!
En eldiario.es
En medium.com
Cinco razones por los que estos stories de Rosalía son imprescindibles
“Star Wars — The Last Jedi” o como vivir en las ruinas mitológicas de nuestros predecesores
En el CCCB Lab!
Ha sido un año duro, con momentos complicados. Y más allá de lo escupido en Twitter, Facebook o Instagram, aquí quedan estos 64 textos. 11 más que el año pasado. Not bad. Nos vemos en el futuro!
Supongo que el Snapchat y el Stories deberían ser indicaciones para una generación que se obsesiona con archivar el conocimiento (la mía) y quizás en lo que nosotros vemos consumismo desmemoriado lo que haya en realidad sea una sabia intuición de darnos menos importancia y seguir adelante sin fomentar la bulimia intelectual. PERO, también siento a veces la necesidad de recordarnos qué cosas hemos hecho, independientemente de si estuvieron bien o mal. Simplemente como muestra de un rastro tangible y para no obsesionarme con el «no hice tal o cual». Por eso, ahí van mis textos de 2017 publicados en medios, en este blog o en Medium (obvio publicaciones de Facebook o Twitter):
En el www.eldiario.es
En Medium
En este blog
En Tribus Ocultas
En Playground
En Punto de Break
52 textos en 2017. No está mal. Escribir es algo que me gusta. También sé que tendría que leer más o intentar escribir más sobre aquello que me apasiona y no tanto sobre cosas que son meros deberes. Sea como fuere, a las personas que me leéis, me aconsejáis, corregís…muchas gracias y espero hacerlo mejor en 2018!
Comienza La La Land. La primera escena equivale a mil bebés echándote babas encima al mismo tiempo que asistes a la fiesta de fin de curso de la Escuela de Arte Dramático de tu ciudad y mientras alguien te grita al oído frases motivacionales sacadas de libros de autoayuda. Impresionante, no me sentía tan empalagado desde que veía con mi hija la película Trols. Pero una vez pasado el susto oficial y cuando aparece Ryan Gosling en coche, recuerdas que todavía puede convertirse en un psico-killer y aniquilar a todos esos bailarines contentos y decides darle una oportunidad a la película.
La verdad es que ver a Ryan Gosling y pam! Ese hombre por el que todos los heteros nos planteamos nuestra condición sexual. Esa mirada que Joey de Friends describiría tan bien como “tú pon cara de oler un pedo…nadie sabrá si realmente se trata de un sentimiento muy profundo”. Esa sonrisa de “he estado yendo a un psicólogo durante un año pero ya lo tengo todo controlado”. No sé si quiero que sea mi mejor amigo y abrazarlo o si le sometería a alguna técnica de tortura para intentar descubrir qué carajo le pasa.
Luego está Emma Stone. Con ese vozarrón. Con esa sensualidad manufacturada. Con esos atuendos maravillosos de Privalia. Emma nos mete en ese loco metarrelato de que una actriz interprete a una actriz y nos demuestre lo injusto y cruel que puede ser el sistema de castings. También Emma proyecta ese nosequé que no sabes si quieres bloquearla en Whatsapp o untarla en Nocilla.
A ver, si no te vas a ir a casa (porque la entrada cuesta lo suyo y aunque el cine Avenida de Sevilla no te mortifique con 20 minutos de publicidad, sí le hizo la puñeta a Sofía, que con su embarazo cumplido y una ciática dolorosísima tardó en subir 20 escalones unos 10 minutos porque el cine no está adaptado para personas con movilidad reducida) lo lógico es que te autoinduzcas en alguno de los caramelitos sinestésicos que ofrece la película. Ese atardecer, ese cortejo, esos pantones pastelosos. Esos zapatos nuevos destrozados a base de rozaduras.
Cuando sales del colocón de luz y color hay algo que empieza a incomodarte: más allá de las destrezas técnicas, del uso comercial de la máquina de la nostalgia y de documentados homenajes que hace la película una y otra vez, ¿cuál es la historia? Simplificando mucho es: oda al amor romántico y si quieres, puedes. Vale que Ryan anima a Emma a perseguir su sueño. Pero…¿en serio ella termina siendo actriz famosa y no dramaturga? ¿en serio ella quería ser madre a toda costa con un tío rancio y encorbatado? ¿En serio el mensaje es que “si cada uno lucha por su lado puede conseguirlo”? Porque diera la sensación de que en la cara B que ambos se imaginan, sus sueños se cumplen pero más modestamente. ¿Qué carajo significa eso? ¿Es a su vez crítica a la crianza? ¿Significa que dos artistas un poco obsesionados con sus filias no pueden saber aceptar los cambios y las limitaciones que implicaría en sus vidas el tener hijos?
Bueno venga, que es solo una película. Que tampoco importa tanto que el garante del jazz sea un blanquito, por más que la frase de “el jazz es compromiso y conflicto” sea bella y que el único negro que con un papel primordial es un vendido que introduce elementos comerciales para no mantener la esencia del mismo…Venga va, tampoco importa tanto que él sí sepa de cine pero Emma no tenga ni puta idea de Jazz. Tampoco importa tanto que el modelo de irrealidad que impone el formato musical termine pareciendo una estrategia de evasión de una realidad que nos ha golpeado en 2016 de todas las formas imaginables, rescatando la función más conservadora que el cine pueda tener (la belleza por la belleza, la historia como verdadera evasión de la realidad y no como diálogo con ésta). Vamos, por favor, que no hace falta hacer propaganda para hacer cine de nuestro tiempo.
Que no, que no y que no. No voy a caer en decir que la peli es una mierda. Voy a cerrar mi primera y única crítica cinematográfica ‘ever’ diciendo que es una pedazo de mierda de color pastel, muy sinestética que defiende unos valores propios del coaching de curso online para emprendedores, un tipo de relaciones amorosas propias del siglo XX y un modelo de vida basado en el “si quieres, puedes” que como bien sabemos en España, es una basura que pone toda la responsabilidad en uno mismo y no en las condiciones externas. Eso sí, es hype y ya se sabe lo que pasa con ellos: que por lo menos nos permiten activar conversaciones sobre quiénes somos y quiénes no queremos ser.
Durante el Festival Pixelache asistí a una mesa redonda titulada «Empathy, Technology and the emergence of Collective Intelligence«. Al inicio, una de las moderadoras de la sesión, Katri Saarikivi, expuso varias ideas interesantes: la primera era el deseo de que los ponentes (Marte Roel, Katherine Bear, Oliver Kochta-Kalleinen, Jana Ristola y Aleksander Nikulin) no tuvieran más poder que el público. Para lo cuál, encarecían especialmente a éstos que hicieran intervenciones cortas y una disposición de sillas distinta a la habitual (no en línea y enfrentándose al público, sino en un semicírculo). La segunda (y muy en relación a la primera) era dar poder al público a partir de lo que llamaron «Time-outs»: interrupciones a mano alzada para poder dirigir la conversación en una dirección distinta a la que los ponentes estuvieran proponiendo.
El experimento era interesante puesto que realizar una mesa redonda sobre inteligencia colectiva y dar las herramientas a un público como el de un Festival como Pixelache estaba abocado al hackeo (o auto-hackeo). Y sucedió: durante más de una hora se sucedieron intervenciones que o bien ponían en cuestión la incoherencia del formato con respecto al tema propuesto (hasta el punto de forzar a que parte del público bajara a ocupar el espacio en el que estaban los ponentes y que nadie se sentara en una silla) o bien simplemente desjerarquizaban y la conversación haciéndola desordenada pero menos centrada en el poder que se otorga por defecto a los ponentes en una mesa redonda. Al final, el resultado fue un evento confuso y equívoco, pero un magnífico ejemplo de que hay que explorar formatos en donde se rompan las relaciones de poder tradicionales que imponen los espacios académicos y la distinción entre «los que saben» y «los que no saben».
Mi participación en cambio no tuvo nada que ver con las cuestiones relacionadas con la temática. En un momento dado en el que me estaba pareciendo mitad interesante/mitad aburrido, decidí empezar a usar la herramienta web arementalkingtoomuch.com.
La web es una herramienta que ofrece una forma muy simple de visualizar si los hombres están dominando la conversación. Al cabo de 20 minutos, pude contabilizar que el 75% de la palabra había sido dominada por hombres. Y lo dije. Contabilicé el tiempo durante una hora entera. Y el reparto total fue de 60% hombres y 40% mujeres. Sin embargo, me di cuenta de que lo realmente interesante sería poder tener una metodología más completa para poder analizar las cuestiones de género (o las derivas machista) en conferencias, reuniones o encuentros. En definitiva, eventos donde la conversación y el reparto de la palabra juega un papel esencial.
La metodología implica a bastantes personas, pero de alguna manera creo que puede ofrecer una fotografía más completa que la web arementalkingtoomuch.com.
Si el evento convoca a una comunidad ad-hoc que probablemente no vuelva a permitir que compartan habitación las mismas personas, lo interesante es anunciar al inicio el uso de esta metodología y compartir los resultados durante el propio evento, básicamente para poder modificar o corregir posibles problemas. Si el evento forma parte de una serie y las personas van a volver a verse (como las asambleas o plenarios de determinadas organizaciones o grupos) puede analizar por completo una sesión y luego exponerse los resultados en la siguiente sesión.
Lo que es seguro y este es el punto de partida es que en los eventos suele haber una deriva machista que se naturaliza como parte del devenir de los mismos, tratándolo como algo natural y no como una construcción social y cultural que puede y debe ser analizada, deconstruída y transformada.
Érase una vez una hormiga llamada Generosa. Generosa era muy trabajadora. Como también lo eran sus amigas Inquieta, Observadora, Analítica, Forzuda, Impetuosa, Paciente o Voluntariosa. Generosa siempre estaba dispuesta a ayudar a todo el mundo con sus tareas.
Un día, Analítica se puso enferma. Estaba muy preocupada porque estaban construyendo un nuevo Hormiguero y las obras debían ir más deprisa porque el Invierno se acercaba. Cuando Generosa se enteró, le ofreció a Analítica hacer su trabajo.
Analítica aceptó encantada puesto que sabía que cumplir era muy importante y que alguien tendría que sustituirla hasta que se curase. El problema es que Generosa justo estaba trabajando en el transporte de alimentos con Forzuda y como el Invierno se acercaba, ¡también estaba muy atareada!
Generosa, por su naturaleza, decidió no decirle nada a Analítica sobre lo atareada que estaba con el Transporte, asegurándole que cubriría su baja sin problemas. No quería que se sintiera mal y sabía que Analítica era muy inteligente y no permitiría que Generosa tuviera trabajo en exceso.
Pero es que además, ¡Generosa tampoco le dijo nada a Forzuda! Muy preocupada, tomó la decisión de no decirle que ayudaría a Analítica para que ésta no dudara de que podía cumplir con sus responsabilidades. Y es que Generosa…era muy generosa.
Cuando comenzó la jornada de trabajo, Generosa se afanaba en ir y venir, de un sitio para otro, tratando de transportar todo lo que podía al tiempo que en sus descansos, corría para hacer las tareas de Analítica en labores de Construcción. Durante un tiempo, todo fue bien. Pero poco a poco, el cansancio hizo mella en Generosa, que fue incapaz de realizar bien ambos trabajos.
Cuando por fin Analítica se reincorporó al trabajo, llamó apurada a Generosa. «Amiga, ¡solo has hecho la mitad del trabajo que me correspondía!». Y en medio del silencio, se coló la voz por teléfono de Forzuda que le decía muy preocupada a Generosa: «¡Amiga, solo has hecho la mitad de tu trabajo!».
Ayer fue una noche blanca. Aunque en Sevilla oscureció y no se produjo ningún extraño fenómeno natural (como en Rusia), lo cierto es que una luz permaneció encendida. La de los cambios que ilusionan. En Las Islas Baleares se ha producido uno.
Conocí a Joan Carles en 2003. Tengo un recuerdo bastante vívido de cómo fue todo. Su proyecto junto a Francesc Felipe “Noches Blancas” era mucho más que un cortometraje. Proponía toda una serie de formatos más allá del cortometraje (un documental, un juego, un videoclip, una obra de teatro, textos…) que, a pesar de la flexibilidad de nuestro criterio (nuestra convocatoria no distinguía entre ficción, documental, animación, etc. como sí hacían muchas otras muestras o festivales) nos ponía en un aprieto editorial (y no era un aprieto económico puesto que no dábamos premios en metálico) ¿Cómo podíamos premiar algo que ni siquiera estaba concebido? ¿Cómo hacer ver que nos encantaba que alguien concibiera el audiovisual más allá de la pantalla y lo expandiera a otros universos narrativos y en otros formatos? Aquello se solucionó de forma digna dándole una “mención especial a la mejor propuesta multimedia”.
Joan Carles, un urbanita mallorquín mudado a la cosmopolita Barcelona, educado, elegante y un poco empollón pero con una sensibilidad cinematográfica que hacía de él una mezcla entre Michael Winterbottom y Manuel Huerga, se presentó en el frío salón de sctos de la Casa de la Cultura de El Viso del Alcor para asistir a nuestra modesto Festival ZEMOS98 (en su quinta edición). Allí empezó nuestra amistad. Pasaron los años y Joan Carles seguía con sus proyectos audiovisuales y convirtió nuestro Festival en una cita ineludible para él. A día de hoy, compite por ser la persona que más veces ha asistido al Festival con mi gran amigo Quique (@enfermero).
Joan Carles siempre se ha caracterizado por una cosa: es una persona que todo lo que tiene de inteligente y educado lo tiene de meticuloso provocador. Siempre dentro de los límites de lo socialmente permitido, es de ese tipo de persona que gustan de discutir y confrontar detalladamente sus verdades con las de los demás. Vamos, que es un cabezota y que me ha tocado las narices profundamente unas cuántas veces. Como aquella vez que me dijo: “Lo que pasa es que estás alienado porque no estás viendo series de televisión” (eso fue antes del boom de Perdidos o de The Wire, solamente habían emitido Los Soprano, pero ahí estaba el tozudo JC explorando historias innovadoras narrativamente.
En 2009, también hicimos una pieza titulada “We TV” para Metrópolis de La2 donde, de una forma un poco pedante, pero muy útil como formato de debate para clases sobre audiovisuales, trazábamos nuestras ideas sobre lo que debía ser “la televisión del futuro”. Por el camino pusimos en pie junto a Alberto Tognazzi y a los amigos de El Festivalito embed.at. Un intento de plataforma-revista-red sobre lo que llamamos “audiovisual integrado”. Luego el proyecto mutó y entró María Yañez, Joan Carles se tuvo que ir a Irlanda a trabajar en Apple por culpa de la crisis y nuestra relación cambió.
El distanciamiento en realidad no fue solamente una cuestión geográfica. Nos distanciamos ideológicamente. Mientras él mantenía un cierto bienestar (a pesar del desasosiego de estar lejos), ZEMOS98 abrazaba de lleno la precariedad y nos forzaba cada vez más a politizarnos (más de lo que ya estábamos). Esto siempre ha puesto nervioso a Joan Carles (cuando la narrativa política deja de explorar matices y contradicciones y se convierte, sea del signo que sea, en un panfleto, en un texto plano y casi propagandístico). Eso, sumado a nuestras diferentes maneras de concebir el discurso de Helen Fisher, pusieron nuestra relación prácticamente en un punto de no-retorno.
Pero Joan Carles hizo dos cosas que hicieron que nuestra amistad se recuperara. La primera fue venir a uno de nuestros Festivales dedicados a Copylove. Para el punto en el que estábamos, aquello era como venir a la boca del lobo. Asistir a un evento que amaba (y la prueba es la cantidad de veces que vino; dudo que fuera solo por amistad, era también por los contenidos) que se había convertido en una cosa que a él ya no le apelaba tanto. Y la otra fue invitarme a formar parte de un posible proyecto (que 2 años después aún no ha salido…) que podía ser un cambio radical a nuestras vidas profesionales y en el que no tenía motivos aparentes para hacerlo.
Desde entonces, las cosas cambiaron y a pesar de nuestras diferencias, hemos cuidado esa amistad. Por eso hoy estoy muy feliz por él. Joan Carles ha sido nombrado director de la televisión pública de las Islas Baleares (IB3). Todo un reto profesional que me consta que le hace mucha ilusión y que además, tras varios años investigando Youtube y tras su paso por Apple, hacen de él una persona perfecta para intentar una revolución en contenidos y formados desde un ente público.
Aunque él es muy pudoroso y detestará que haya contado algunas cosas, este texto es para celebrar en la distancia su nombramiento, para presumir de amigo y para desearle toda la suerte del mundo. Brindo por muchas noches blancas en el audiovisual público de las Islas Baleares.
PD: En otros países no es tan raro que personas con 35 años accedan a puestos de máxima responsabilidad. Nuestro país necesita más de este tipo de cambios que aseguren un relevo generacional y los cambios que se necesitan hacer en las instituciones públicas. Veremos cómo se lleva JC con la “dependencia del rumbo”…ánimo!
PD2: He publicado este texto en Facebook, por si quieres comentarlo allí porque te resulte más fácil 😉
PD3: La imagen corresponde a un fotograma de «Noches Blancas».
Año 2017. Gobierna en España una coalición entre PSOE y Ciudadanos. Pedro Sánchez es presidente. La crisis ha aminorado pero los niveles de paro de gente joven siguen siendo muy altos (43%). Las mareas han vuelto resctivarse y los procesos movilización política se han reiniciado tras un año a la expectativa. Podemos, que había seguido su deriva-partido, intenta en vano reconciliarse con los movimientos sociales. Los niveles de violencia de género no han descendido y surge la Marea de Madres. La Marea de Madres parece a priori un movimiento naif pero termina acaparando la atención transversalmente. Recoge diferentes luchas feministas pero termina sin quererlo apelando a algo desatendido por los partidos. Poner la vida en el centro y los cuidados como eje de la economía es su principal reclamación. La Marea de Madres reúne también a no madres y a hombres. A pesar de las contradicciones, crece. En 2018 la se ha convertido en un grupo de presión social con mucha legitimidad. A quiénes les piden que se conformen en partido. Hay debate. Disenso. Pero también hay necesidad de cambiar la política desde dentro. De nuevo. Similares debates.
¿Qué hará la Marea de Madres?
Hace casi exactamente 3 años empecé sin querer un proceso que terminó convirtiéndose en una cobra artística (para los no iniciados en el concepto, cobra es como llamo yo a las obras que hago para restarle importancia, hacerlo menos pomposo y reírnos un poco de lo pretencioso que puede llegar a ser el ARTE): fotografiar la disposición de la loza en el escurridor.
Cuando Sofía y yo vivíamos en ese piso, dentro del reparto de tareas que hacíamos, a mi me tocaba recoger la cocina. Pasaba muchas horas en la cocina, tanto cocinando como sobre todo, limpiando. Limpiar y recoger la cocina siempre me ha relajado. Es una tarea que, además de tenerme en contacto con el agua (que tiene un poder relajante para mi) siempre me ha servido como ritual pacificador en medio del caos cotidiano. La cocina recogida se ha convertido poco a poco en los últimos años en mi constante de Perdidos.
Por otra parte, ante tanta fotografía en redes sociales de cosas guays (comidas guays, lugares guays, gente guay, actividades guay…) me parecía que era necesario reivindicar una actividad de esas que es invisible pero que sostiene una casa y por tanto la vida. La cocina y todo lo que tiene que ver con ella forma parte de ese universo de retaguardias (lean y escuchen a Carolina para ampliar sobre el concepto) que todos los hogares tienen y que en muchos casos, son el corazón de quiénes conviven en ellos.
Formalmente hablando, me atraía la relación orden-caos que supone la disposición la loza. Al colocarla, se sigue un cierto orden para construir una arquitectura efímera. Pero los resultados hablan de la generación de una estructura aleatoria.
Por último, las fotografías se produjeron en un momento muy importante. Durante el proceso, Sofía se quedó embarazada. Nos dimos cuenta de que debíamos abandonar ese piso porque no respondía a nuestras necesidades. Por tanto, la serie debía llegar a su fin. Os dejo con las fotos, desde la primera hasta la última (un total de 7 meses).
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