Nos fijamos en los grandes escenarios, las grandes audiencias, las grandes noticias, los grandes acontecimientos. Emanan luz, hacen ruido, fijan la mirada. Las cosas pequeñas y los rincones están destinados a pasar desapercibidos. Pero a veces basta con buscarlos.
La otra noche estaba en la cama sin poder dormir cuando de forma autómata abrà el twitter en el móvil. Entre los twits de personas del otro lado del atlántico que sigo, me encontré con esta secuencia de Elena Cabrera.
# Desde el peñasco del acantilado, de peligrosa tierra enrojecida y mar negro abisal a mis pies, pero lejos.
# Tan oscura, confundida entre las sombras y el alquitrán, donde yo estoy ya no se distinguen las voces de los aullidos.
# Desde este lugar sólo se pueden escribir cartas que empujan a la guerra y al olvido. Es el exilio y el fin del mundo. Un cabo sin poetas.
# En mis minutos finales no haré nada de lo que me has pedido. Ni tampoco nada de lo que me queda por hacer. Es sencillo: no haré nada.
# Dejo un paquete con dinamita debajo del asiento de mi xantia. Va a estallar a las 6:30. Alejaros de todos los xantia verdes a esa hora.
# A santa compaña es un desfile de chicas de 35 años humilladas repetidamente.
# Hay un templo en ruinas tres kilómetros más allá, siguiendo la carretera de la costa. No tiene pérdida.
# A 20 pasos, como dice Night of the hunter, oigo los ladridos. Si voy a acercarme, necesito garantÃas xq me marea el olor del últimoaliento.
# Desde el fin del mundo puedo tirar un puñado de panfletos al aire. Sin miedo. Hay cruces en los riscos. Olor a sal, a tinta y a muerte.
Insomnio compartido desde el rincón. ¿Y si las poesÃas del futuro son los que nunca serán leÃdas?
Desde el peñasco siempre hay poesÃa
Qué curioso, como sigo a menos gente, yo los leà seguidos salvo por una renovación de un post de Público.
Y no era insomnio, siplemente una horita menos 🙂