En el verano de 1999 llegué a Sevilla. Yo era bastante niñato. Con una ingenuidad pasmosa decidà hacer las pruebas para entrar a formar parte del Real Betis. HabÃa sido un jugador de balonmano prometedor pero como futbolista era mediocre. Mis padres, preocupados por esa ingenuidad, decidieron pedirle el favor a MartÃn y Teresa de que se encargaran de mi. Ellos vivÃan en una casa grande en Almensilla. Y con ellos estaban Martinito, Teresita y Carmen.
La prueba con el Betis no fue bien. HacÃa mucho calor (hablamos de mediados de Agosto en Sevilla). MartÃn me acompañó y me llevo de vuelta a casa. Esa misma noche me puse enfermo. Me subió la fiebre. Y me sentÃa muy agotado. Teresa, médico de urgencias, me dijo que probablemente era una deshidratación/insolación.
Tras varios dÃas en cama la fiebre habÃa remitido pero yo seguÃa encontrándome muy cansado. Mientras Teresa seguÃa cuidándome de forma muy respetuosa (siempre me trató como un adulto, aunque fuera un niñato, como he dicho antes). Apenas me decÃa que debÃa o no hacer. Tan solo conversaba conmigo y me hacÃa preguntas. Pero MartÃn se metÃa conmigo diciendo que estaba amariconado y que lo que pasaba es que era un vago (de hecho me obligó a trabajar cargando piedras de una reforma de la casa con él; lo cuál hice de forma muy esforzada, a pesar de ser de todo).
Pero fue en ese episodio cuando Teresa activó su ojo clÃnico (ese que tiene cualquier madre pero que se multiplica si se trata de una médico) y consideró que yo tenÃa algo más. Efectivamente. Tras llevarme al hospital me diagnosticaron una mononucleosis. Perdà muchos kilos y tarde un par de meses en recuperarme. En todo ese tiempo, Teresa ejerció de madre conmigo. Y aprendà de ella muchas cosas.
Aprendà a no tratar a los niños como simples niños. Teresa siempre trató a Carmen, Martinito y Teresita (hoy ya ambos sin diminutivos) con la autoridad de una madre pero con la complicidad de una amiga. Eso lo vivà muy de cerca y sé que no es fácil. Aprendà a no ser tan aprensivo. La capacidad de Teresa para no alarmarse con incidentes con sus hijos (e incluso con ella misma) era pasmosa. Yo, que además de un niñato, era un cagado hipocondrÃaco, vivà cerca de ella como era posible afrontar las pequeñas (y las grandes) afecciones de otra forma. Y sobre todo, Teresa me enseñó a querer a los desconocidos. Yo era el hijo de unos amigos. Pero no dejaba de ser un desconocido. Y un niñato. Y Teresa me quiso.  Y me enseñó como han de abrirse las puertas de tu casa a alguien que no apenas conoces. Me enseñó a querer.
Querida Teresa, hace un año que te fuiste y como entonces, la vorágine de la realidad no me permite asimilar qué significa que no estés. La ausencia definitiva es algo que hasta que te marchaste, creo que no habÃa aprendido a sentir. Hoy soy algo menos niñato y en muchos momentos me acuerdo de ti. Qué suerte haberte conocido y qué pena que ya no estés. Te quiero.
Abrazo broda
Gracias Felipe, a ti y a tu hermano Paco, Teresa os tenÃa un cariño muy especial. Eran sus canarios de Sevilla y os miraba como una madre. Me alegra que para ti Teresa fuera también alguien especial. Un abrazo fuerte.