Hace casi exactamente 3 años empecé sin querer un proceso que terminó convirtiéndose en una cobra artÃstica (para los no iniciados en el concepto, cobra es como llamo yo a las obras que hago para restarle importancia, hacerlo menos pomposo y reÃrnos un poco de lo pretencioso que puede llegar a ser el ARTE): fotografiar la disposición de la loza en el escurridor.
Cuando SofÃa y yo vivÃamos en ese piso, dentro del reparto de tareas que hacÃamos, a mi me tocaba recoger la cocina. Pasaba muchas horas en la cocina, tanto cocinando como sobre todo, limpiando. Limpiar y recoger la cocina siempre me ha relajado. Es una tarea que, además de tenerme en contacto con el agua (que tiene un poder relajante para mi) siempre me ha servido como ritual pacificador en medio del caos cotidiano. La cocina recogida se ha convertido poco a poco en los últimos años en mi constante de Perdidos.
Por otra parte, ante tanta fotografÃa en redes sociales de cosas guays (comidas guays, lugares guays, gente guay, actividades guay…) me parecÃa que era necesario reivindicar una actividad de esas que es invisible pero que sostiene una casa y por tanto la vida. La cocina y todo lo que tiene que ver con ella forma parte de ese universo de retaguardias (lean y escuchen a Carolina para ampliar sobre el concepto) que todos los hogares tienen y que en muchos casos, son el corazón de quiénes conviven en ellos.
Formalmente hablando, me atraÃa la relación orden-caos que supone la disposición la loza. Al colocarla, se sigue un cierto orden para construir una arquitectura efÃmera. Pero los resultados hablan de la generación de una estructura aleatoria.
Por último, las fotografÃas se produjeron en un momento muy importante. Durante el proceso, SofÃa se quedó embarazada. Nos dimos cuenta de que debÃamos abandonar ese piso porque no respondÃa a nuestras necesidades. Por tanto, la serie debÃa llegar a su fin. Os dejo con las fotos, desde la primera hasta la última (un total de 7 meses).
Una foto publicada por Felipe Remix (@abrelatas) el
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