abrelatas
28.06.2012

Sergio Ramos y Sokurov

por abrelatas

Puedo entender que haya mucha gente a la que le resulte asfixiante la ya imperativa atención mediática que reciben los eventos deportivos (especialmente si se trata de fútbol). Hace dos años y con motivo del Mundial de fútbol, Julen Iturbe escribía una entrada titulada «Fútbol, hiperterritorio y estupidez«, en la que decía visceralmente:

Hay cosas que uno no entiende. Pero es que soy algo estúpido. Por no decir mucho. No comprendo esa conexión cósmica que parece existir entre el fútbol y lo más hondo del sentimiento humano. Debe ser que soy gilipollas. Esa pulsión animal que brota de cada corazón me subyuga. Visceral, pasional, auténtica, honda, irracional. Plena de marcas comerciales y salarios desmedidos: la nueva meca del siglo XXI para la gente de a pie. Un lugar donde conseguir identidad y realización personal a través de lo que no somos.

De hecho, leyendo cosas de las que genera un partido como el de ayer (Expaña-Portugal), entiendo que haya quién deteste el fútbol:

Despues de semejante victoria, me voy a portugal, a cagar y limpiarme el culo con el vigote de alguna portuguesa. P.D: espero que no pinche.» @IvnVico retuiteado por @masaenfurecida, que se está convirtiendo poco a poco en un estudio antropológico sobre post.humor y estupidez humana.

Es entonces cuando uno no alcanza a encontrar argumentos para contrarrestar a muchos de los habitantes que confluyen en nuestros espacios co-identitarios (véase timeline de Twitter). Cuando te sientes arrinconado, achicado y amilanado. Confieso como vulnerabilidad que no he sido capaz de reconciliar públicamente mis aficiones mainstreams superficiales (como las llamó ayer Marta @teclista) con mi lado crítico. Y soy consciente de que probablemente sea más bien un pudor propio de una inmadurez intelectual. Pero ayer, me encontré con un twit-salvavidas de mi ex-profesor y viejo amigo Manuel J. Lombardo, escribía en twitter:

A ver, aguafiestas y modelnos: ganar al fútbol y alegrarse no es incompatible con estar jodido o indignado con la que está cayendo. Ramos, Pirlo, Oliveira y Sokurov son compatibles, aunque ellos no lo sepan.

Y sin querer ser beligerante, necesito compartir con más longitud que 140 caracteres mis reflexiones al respecto. Porque aquí se mezclan muchas cosas; desde el desapego a lo español que tenemos muchos españoles (de ahí que haya iniciado tímidamente mi campaña para extender la noción de Expaña), al ya citado circo mediático entorno al fútbol, pasando por la nula implicación política de deportistas y medios deportivos (son ellos los que fomentan la idea de «deporte como distracción», cuando si un futbolista, solo uno, decidiera levantarse la camiseta y portara #15MpaRato, entonces muchos saldríamos del armario). Pero el fútbol también genera una capacidad de adhesión de la que bien podríamos aprender los culturetas. El fútbol no es sólo borreguismo arreflexivo. Y el fútbol mainstream es ejemplar (me cuesta pensar que, al margen de lo que haya cobrado, alguien se oponga a Guardiola como referente para jóvenes, por ejemplo). Y el fútbol no es una masa amorfa que nos cosifica.

Porque yo reconozco que me abandono en ocasiones a la debilidad de formar parte de un cuerpo único, bruto, amorfo. Que me dejo llevar por la euforia, que me gusta ver los partidos de fútbol, gritar, levantarme y actuar de forma carnavalesca. Pero por favor, no me cosifiquéis. No me reduzcáis a un espectador acrítico incapaz de discernir los grandes males del capitalismo o la insignificancia de un acontecimiento como una Eurocopa. Porque en esto me quedo con la postura de Jenkins: los fans somos capaces de usar Photoshop para la democracia (capítulo de su Convergence Culture). Basta con imaginar a Cesc Fábregas diciendo en voz baja antes de tirar su penalty:

Procomún, procomún…

 

 

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Julen dice:

Tengo que presentarte algún día a @InigoFunky, es compañero en la uni y creo que compartirías con él tu pasión. Le tengo por buena gente. Un día me explicó que en el fútbol (pasión por el Athletic) cuando va a San Mamés cada dos semanas, se transforma. Mr Hyde sale a relucir sin ningún prejuicio de por medio. A la mierda lo políticamente correcto.

Mi caso, por escarbar en el circo de nuevo, tiene que ver no con el fútbol sino con la élite. Guardiola, para mí, no es ningún ídolo, como tampoco lo es Bielsa. Pero reconozco que vuelcan al 200% su pasión en su profesión. Son símbolos de una obsesión. Y espero que sean felices con ella. Pero de ahí a colocarlos como ídolos; no, no y no. En el límite del superprofesionalismo del fútbol no me cabe duda de que hay una enfermedad: la de destacar como sea, al precio que sea.

A mí me gusta más la normalidad, la gente de a pie. Pero vamos a dejarnos de historias, que lo primero era lo importante. Tengo que presentarte a Iñigo. Tendrás un compañero cómplice 🙂

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