Yo nací en Gerena, un pueblo a 26 km de Sevilla, en el que hay canteras de granito, esa piedra de la que se hacen los adoquines que sirven para ponerlos en el suelo de las calles y además con el granito, se realizaron muchas obras, como las columnas del templo romano que actualmente se encuentran en la Alameda de Hércules o las columnas de la catedral de Sevilla. El granito lo trabajaban los hombres porque es una piedra dura para moldearla y cortarla, las mujeres le llevaban la comida al tajo, las canteras en las que trabajaban.
Cuando yo era pequeña, mi escuela estaba al lado de una cantera, el colegio no tenía patios, los recreos los hacíamos en la calle, había campo y también una cantera de granito, así que muchas veces estábamos en el recreo y oíamos «barrenoooo», eso significaba que iba a haber una explosión en la cantera y nos teníamos que meter para dentro de las clases.
Mi abuelo Francisco era pedrero, hombre que trabajaba la piedra, él hacía trabajos como las piedras de molino. Al trabajar, la piedra soltaba un polvito que hacía mucho daño a los hombres porque se alojaba en los pulmones y eso no los dejaba respirar bien, esa enfermedad llamada silicosis, hizo que muchos murieran muy jóvenes. Mi abuelo murió muy joven y dejó a mi abuela Felisa con tres hijos pequeños, un niño y dos gemelas, que apenas pudieron disfrutar de su padre.
La casa de Gerena en la que vivíamos era grande y tenía un corral también muy grande, mi madre criaba allí gallinas (recuerdo la sensación agradable de ir a coger los huevos porque estaban calentitos), algunas veces un cerdo y muchos árboles; los que mejor recuerdo eran el saúco y la lila, los dos olían muy bien, pero el saúco era algo especial, cuando le salían las flores me hacía collares, porque eran como las estrellitas y nos lo pasábamos muy bien ensartando estrellas en un hilo que después nos poníamos para jugar y perfumarnos.
Yo viví con toda mi familia en Gerena hasta los 14 años. En el año 1965 mi padre se vino a trabajar a Sevilla y nos trasladamos a vivir al Polígono de San Pablo, avenida de El Greco. Para todos nosotros fue un gran cambio… venirnos del pueblo a la ciudad era hacer una vida muy diferente. En el pueblo yo jugaba en la calle y nadie me tenía que vigilar, nos íbamos al campo, a la dehesa… porque lo teníamos todo muy cerca y las niñas nos movíamos por todo el pueblo sin que nadie nos acompañara. En Sevilla todo era distinto, me metieron en un colegio de monjas que estaba cerca porque en el barrio aún no había institutos y allí hice todo el bachillerato.
Cuando llegamos sólo existía el «Barrio A»; el B, C, D y E se construyeron después, pero como vivíamos en El Greco, el principio del Polígono, nos beneficiábamos de todos los servicios que había en el barrio de enfrente, supermercados, tiendas de ropa, panadería, frutería, carnicería, pescadería…
Una de las distracciones que teníamos era asomarnos a la terraza porque por esa avenida pasaba mucha gente y quiso el destino que me fijara en un chaval que pasaba todos los días, con un jersey verde, por delante de mi bloque, siempre a la misma hora porque él también venía de su colegio, además entraba en el bloque de al lado del mío.
Al poco tiempo empezamos a acudir a la iglesia a dar catequesis y allí conocí a José Antonio, el abuelo, allí fuimos siendo amigos, después novios y hasta que nos casamos.
Nos casamos en la iglesia del barrio y fue una ceremonia muy bonita porque nos casamos mi hermano y yo juntos, las dos parejas en el altar llamaban la atención de todo el que pasaba por allí, no era normal que se casaran las dos parejas y además hermanos, en la misma ceremonia.
En el barrio hicimos muchos amigos y amigas, teníamos una pandilla grande, algunas de ellas aún viven por allí y las vemos de vez en cuando.
El barrio hacía una «velá» por San Pablo y por allí pasaron grandes cantaores y bailaoras del flamenco (Naranjito de Triana, el Lebrijano, El Turronero que también vivía en el barrio, su mujer que era bailaora…) En la iglesia en la que nos casamos se celebró la primera misa flamenca y acudieron mucha gente de toda Sevilla porque fue un acontecimiento importante. Yo tuve la suerte de asistir a ella y fue muy emocionante.
Poco a poco, parte de mi familia se fue viniendo a vivir al mismo barrio, la abuela Felisa, la tía Coral y el tío Antonio, el primo Pepe y Antonia… Hoy en día siguen allí la tita Cati, el tito Rafael y sus hijas Laura y Coral, con los primos Adrián y Rocío.
En ese barrio hemos pasado muy buenos momentos, allí me casé, como te dije antes, y allí también nacieron mis dos hijos, el tito Benito y tu papá, en el mismo piso donde tú vives ahora. La abuela Dolores vivía en el mismo bloque, donde hoy viven los primos Mario y Lola, esto hizo que yo no me separara de la abuela y que por eso estábamos tan unidas.
He encontrado este vídeo de Joaquín Cantos, «GenteGuena», donde se ve la actual decoración urbana que hoy podemos disfrutar.
[…] Yo nací en Gerena, un pueblo a 26 km de Sevilla, en el que hay canteras de granito, esa piedra de la que se hacen los adoquines que sirven para ponerlos en el suelo de las calles y además con el granito, se realizaron muchas obras, como las columnas del templo romano que actualmente se encuentran en la Alameda de Hércules o las columnas de la catedral de Sevilla. El granito lo trabajaban los hombres porque es una piedra dura para moldearla y cortarla, las mujeres le llevaban la comida al tajo, las canteras en las que trabajaban. […]