Carolink Fingers
08.09.2010

El mal que nos ocupa

por carolinkfingers

(La foto se la pido prestada a Gaelx)

Hace pocos días escribí que el #mal me había pagado, por fin, un proyecto (100 días de espera para ello). Si reflexiono sobre mis propias palabras, tengo que admitir que en un gran número de casos, es el mal el que me emplea.

Vivo de trabajos de todo tipo en el ámbito de la comunicación digital. Un poco menos, vivo de colaboraciones periodísticas. No formo parte del colectivo de periodistas en paro porque soy periodista de manera colateral -aunque orgullosa. Comencé a trabajar con dieciseis años y no ha parado hasta hoy (van veinte), pero si repaso el historial, realmente nunca he vivido del periodismo (ni cuando llevaba un programa de radio de dos horas diarias ni cuando era becaria en una redacción tipo “guía del ocio”). Quizá por eso esta “crisis del periodismo” (de los moldes económicos que lo sostienen, pero también de los cambios metodológicos y la aceleración desproporcionada en la producción de contenidos) me pilla un poco por fuera; soy espectadora, más que sufridora.

Quizá por eso no me afecta demasiado.

Todos trabajamos para el #mal: lo hacen los músicos que, en cuanto tienen cierto público, fichan por alguna discográfica; lo hacen los artistas que, nada más alcanzar algún renombre, aceptan encargos polémicos de empleadores turbios. Lo hace la empleada de hogar cuando entra a trabajar en casa de cualquiera y ese cualquiera la explota a ella y a doscientas inmigrantes sin papeles a las que obliga a trabajar en sus burdeles.

Todos trabajamos para el #mal y todos podemos seguir haciéndolo sin perder el norte, y aprovechar la más mínima oportunidad para instalar, ahí mismo, la maquinaria derribadora.

Con esto quiero entonar otro tipo de cantos. Como, por ejemplo, que no termino de entender a los cientos -o miles- de periodistas que se han quedado fuera de las redacciones, sin saber cómo reaccionar y tomar el toro por los cuernos (perdonen el lenguaje taurino, tan demodé).

El periodista, en un medio, también trabaja para el #mal.

Casi casi en todos los medios están más allá del «límite del bien». Cada cual dibuje su línea propia.

Cuando digo que me emplea el #mal quiero decir que quien me paga (malamente) las facturas son grandes corporaciones. Como, por supuesto, necesito que las pague alguien (no me puedo permitir el lujo de vivir de patrimonios inexistentes, como mi amiga Franziska von Reventlow), acepto todo tipo de trabajos. Y, tal como sé que mañana o pasado me he de morir, sé que en cualquier empresa que me dé trabajo, encontraré, sin necesidad de rascar:

– condiciones laborales de pena y explotación de su personal
– cero conciencia social
– delitos contra el medio ambiente o los derechos civiles, y muchas cosas más

Pero todos queremos trabajar. A ratos suspiro por un hueco en una redacción. Pero esto no lo tienen siquiera personas mucho más preparadas y curtidas en redacciones que yo. Stop del suspiro. Y sigo con mis proyectos.

Sé que trabajo para el #mal y sigo buscando el modo de hacer cosas para lo contrario. A costa de irme a dormir dos horas más tarde de lo que corresponde. Así que, sin ningún tipo de derecho, pero con el que me da ser de los vuestros, a vosotros, a los periodistas que sí estáis en una redacción, y a aquellos que perdieron su podio y engrosáis las filas del paro, como comunicadores sociales, creo que os puedo pedir algunas cosas:

– No comulgaremos con el #mal: una cosa es que pague las facturas, otra muy distinta que abanderemos su ideario

– Evitaremos en las redacciones escribir de lo que de verdad está pasando si lo que está pasando implica a personas físicas o jurídicas que pagan nuestro salario. Qué importa, tenemos otros medios para contar las historias verdaderas.

– Trabajaremos creyendo en lo que decimos, pero no por ello dejaremos de pensar lo que pensamos. Mantengamos la independencia necesaria para movernos como personas, periodistas que somos, al margen de la corporación, sus intereses y especulaciones, de la irrealidad que se nos pide alimentar.

– En los estrechos márgenes en los que nos podemos mover dentro del #mal, colaremos toda la información valiosa, socialmente importante, que se nos permita.

– Pero jugaremos fuera de esos márgenes y nos quitaremos horas de sueño para contar las cosas como merecen ser contadas.

– Inventaremos proyectos. Actuaremos con iniciativa. Dilapidaremos la herencia paterna en asuntos que eduquen al mundo. No esperaremos que la corporación nos cuide hasta el último día de nuestras vidas. Demasiadas veces hemos visto cómo un trabajador, que pensaba jubilarse tranquilamente en cierta empresa, es despedido sin contemplaciones. Haremos cosas gratis. Haremos cosas por nosotros mismos sin esperar retribución en dinero. ¡Nos autopublicaremos!

– Seremos generosos. Compartiremos lo que sabemos. Algún día la corporación, por esto o por aquello, no nos necesitará más. Ese día pondremos una tienda para coleccionistas de trenes antiguos o un hotel rural, y seguiremos contando lo que de verdad importa.

– El comunicador no puede esperar que ninguna empresa le ponga los medios para difundir su trabajo. El periodista debe esperar poder contar con una tribuna pública coherente y veraz, y hacer honor a ello. Pero si el medio de producción no es del periodista, el periodista no puede garantizar su independencia.

– Dejémosnos ocupar por el #mal, mientras éste resista. Que ya encontraremos otra forma de sobrevivir. Como escribe Milo J. Krmpotic’ en Las tres balas de Boris Bardin: Siempre se conjunga en futuro, el verbo sobrevivir.

«Viva el mal, viva el capital», mira que nos lo repitió veces nuestra amiga…

05.09.2010

Reaccionaria, feminista, anticapitalista

por carolinkfingers

Sacando ideas de contexto de El complejo de dinero (1917), Franziska von Reventlow.

Estamos en un sanatorio, o clínica privada para enfermos psiquiátricos, en algún lugar del Norte de Italia, en algún momento de la segunda década del siglo XX. La protagonista y narradora de este libro llega allí con la esperanza de liberarse de su “complejo de dinero”, pero sobre todo de sus acreedores. Contada en forma de cartas a una tal “Maria”, en el tercer capítulo pasan estas cosas:

Lukas es un personaje masculino, profesor de economía política, que apoya la incorporación de la mujer al trabajo. De acuerdo con la narradora, “tiene ideas extravagantes sobre la capacidad de trabajo de la mujer”. Ella, en la conversación, reivindica:

…que las mujeres no valíamos para ninguna actividad seria, ni siquiera para la costura o la cocina (…) Y el llamado trabajo intelectual era decididamente horrible y ruinoso”.

– Pero si usted es escritora…

Santo cielo, ¿cómo lo sabe? Ya sabes, Maria, que no lo soporto, que la mera palabra me produce verdadero repelús. De modo que, también esta vez, salté de mi silla como picada por seis tarántulas y dije que no, que yo no era nada. Pero de tanto en tanto tenía que ganar dinero y entonces me ponía a escribir, qué remedio, no había aprendido otro oficio. Como los desempleados que en invierno quitaban la nieve. La animé a preguntarle a uno de ellos si se identificaba con esa actividad y si le gustaría que le importunaran durante toda su vida con un «ah, usted es un hombre quitanieves» No lo entendió y dijo algo sobre la satisfacción que otorgaba toda creación intelectual.


– No la conozco, pero he oído hablar de eso -me atreví a comentar-. Lo único que me da aliento en esos trances es la idea de los honorarios
” (páginas 28-29).

Y dice más: “Creo absolutamente en la debilidad mental de la hembra, por dolorosa experiencia propia” (30).

El libro El complejo de dinero es de 1917. Su autora, Von Reventlow, nacida en 1871, no es ajena a los cambios que está sufriendo su sociedad. Es pobre, aunque de buena familia, aristocracia prusiana a la que no tiene empacho en abandonar en cuanto puede. No tiene educación alguna para el dinero, y probablemente tampoco ninguna educación formal. Muchos años ha pasado haciendo trabajos precarios y mal considerados (traducciones, colaboraciones en prensa, ¡chistes! en periódicos de la época) y viviendo gracias a la ayuda de amigos. Tiene un hijo de un primer matrimonio. Cuando está cerca de los 40, urde una única salida a su vida de penurias económicas. Se casa con un viejo noble del que piensa heredar una importante suma, y continuar su escritura con respaldo económico. Sin embargo, como cuenta el libro, el banco donde deposita la herencia quiebra en vísperas de la I Guerra Mundial. En El complejo de dinero, con inteligente y modernísimo ojo crítico, divide el mundo: no entre los que tienen y los que no; sino entre los que deben y aquellos a los que les debemos.

Leo el capítulo 3 (donde están las citas de arriba) y me pongo a la defensiva. Termino el libro y ¿por qué creo que es no una posición feminista, sino ultra feminista, reivindicativa y súper moderna? El personaje narrador es la única mujer del grupo «contracultural» que se forma en el sanatorio. Todo el tono de la obra es jocoso-irónico, en sus sentencias acerca del dinero, la aristocracia, la psiquiatría, etc, y con el mismo barniz ha de ser leído el vertido de ideas de ese capítulo. La mujer que escribe esas líneas está a punto de degustar, y luchando con todas sus fuerzas contra, lo que significa convertise en carne de capitalismo.

Es una propuesta de pasividad la suya, pero al mismo tiempo es política y combativa como pocas cosas vistas de esa época. Lo que está tratando de evitar en la segunda década del siglo XX, con estas declaraciones, es precisamente lo que ocurrió: que la mujer se convierta en el siguiente objeto de explotación capitalista.

…por dolorosa experiencia propia”: también quiere decir que entrar en la máquina capitalista es una trampa, dolosa y humillante, y encima -no se expresa directamente, pero no es difícil leerlo entre líneas- la mujer tiene enemigos dobles: no sólo está en posición de desventaja por su sexo; a lo que realmente se enfrenta la mujer que busca la “liberación” es al capital, a sus desigualdades y arbitrariedades.

El que von Renventlow no crea en el «cerebro femenino» quiere decir, en realidad, que no está dispuesta a entrar en la lucha. Está reivindicando la total y absoluta emancipación de la mujer, frente al hombre, pero sobre todo frente al capital.

Esto se me apareció claro más adelante, cuando el mismo interlocutor hombre contraataca:

«- Y entonces, con esa arena y esas piedras, quizá tenga mayores posibilidades de conseguir un respaldo económico -dijo Lukas con alevosía-, porque pudiera darse el milagro inverso, es decir, que por fin despertara su voluntad. Piense una sola vez en las tantísimas mujeres y muchachas que, inmersas en la vida profesional, se ganan el pan por su cuenta en lugar de filosofar sobre las razones por las que no tienen patrimonio».

Ella le contesta:

«– La profesión de la mujer es, en primer término, la de esposa y madre -declaré no sin solemnidad patética-, y yo he cumplido con ella como buenamente sabía y podía. Estoy casada por segunda vez y tengo un hijo de mi primer matrimonio. (…) Pero claro, usted eso no lo reconoce como aportación social, prefiere meditar en cómo puede ayudarme a encontrar cualquier espantosa colocación profesional. Siento el máximo respeto por aquellas mujeres y muchachas que se valen por sí mismas, aunque considero que es una lamentable aberración de la Providencia el que estén obligadas a hacerlo. Además, usted es la persona más injusta que se haya cruzado en mi camino porque debería admitir que he resuelto mi problema económico a mi manera… Nunca he tenido ingresos fijos ni una profesión determinada sino sólo ocupaciones momentáneas que no dieron para mucho. Y sin embargo he “vivido” un buen número de años, quizá incluso mejor y de forma más agradable que otros con su profesión y todo lo demás«. (84)

Vivir un buen número de años, incluso mejor y de forma más agradable que otros con su profesión. Atados a nuestra profesión, a los demás nos toca sobrevivir.

//Esto no es una reseña literaria. Quien quiera saber más sobre el libro de Von Reventlow debe buscar reseñas muchas que hay en la red, o ésta que escribí en notodo.com / Esto forma parte de apuntes en pos de algo todavía sin forma ni objetivo. Los textos que publique caerán bajo la etiqueta, discúlpenme los biempensantes, «la vida sin hombres». Las negritas en los textos citados son, evidentemente, mías. //

05.09.2010

Últimamente

por carolinkfingers

Las dos reseñas publicadas por servidora durante agosto en la mejor agenda cultural que uno echarse pueda a los gaznates: notodo.com. Suscríbanse, es gratis.

«La eterna necesidad» es el texto acerca de El complejo de dinero de Franziska von Reventlow. Un libro de «otra» especie, del que estoy escribiendo más cosas «sacadas de contexto».

«La vida mancha«, discúlpenme la apropiación, es la reseña acerca de Javier Mije y su El fabuloso mundo de nada, un libro de cuentos como a mí me gustan. Doce cuentos sin piedad, también, podría haber sido el título de este texto.

15.08.2010

Chicharras

por carolinkfingers


Un día cualquiera de mitad de verano. Me dicen que en Madrid no se solían escuchar chicharras, ellas amenizando nuestro paseo por un parque en ese minuto. Como esos tipos humanos en los que nunca habías reparado (hombres con chanclas, mujeres de piernas velludas…) y basta una primera vez. Desde el minuto en que me lo hacen notar, las chicharras se hacen presentes.

Estamos en la segunda mitad de agosto y el balcón de mi casa familiar es el único sitio que hoy, a las cinco de la tarde, permite la presencia humana. El aire que viene de fuera arde, el aire de dentro de la casa cruje. La sombra de los árboles, de pronto, expele la canción desquiciada de las chicharras invisibles.

Sábado de julio. Madrid. Decido desprenderme de un poco de lastre e ir hasta uno de esos lugares en que compran lo que uno ya no necesita. Me saco veinte euros y me como un bocata en una picá de Atocha. No quiero meterme en casa, prolongo la tarde con la Historia argentina de Fresán y el suelo “fresco” del Retiro. Las chicharras cantan a pleno pulmón, yo envío un sms.

Hace pocos días. Sevilla. Los dos pianistas se afanan por hacer sonar sus notas en el Templete de la Isla de los Pájaros, Parque de María Luisa, concierto al atardecer y gratuito en un espacio que no deja verdadero lugar al disfrute de Schumann, Grieg o Debussy. Nubes de mosquitos se desquitan sobre algunas cabezas escogidas (la mujer con un peinado subido de laca, el chico dibujante con un cuaderno lleno de tinta y acuarela). Son los ¿elegidos? La distancia desde el escenario al público está poblada de cantos: las chicharras no se resignan a ser secundarias y, en ciertos pasajes, suben el volumen de una canción completamente descerebrada. La “música de mobiliario” definitiva, la que hubiese enamorado a Satie. Una rata espectacular, para asombro de los pocos que no se han dormido, recorre el borde del templete.

Cinco días en una isla del sur de la Península. No hacer nada. Trabajo constante. Apuntalar la tienda cada mañana y cada tarde porque el suelo es arenoso y las piquetas rebotan como si se tratara de goma. Avituallarnos, organizar bultos, mantenernos aseadas y no quemarnos con el sol, la sal, la arena y las caipirinhas. Mucho trabajo.

Saliendo de la isla, último viaje en el barco de regreso al pueblo. Sólo son las seis y quedan dos barcos más. Nos fletamos pronto, no quiero quedarme en tierra. Atestado. La última en subir es una mujer que parece un chico con perro. No uno, dos. Ocupa el sillón del fondo en la bodega, donde nadie ha querido sentarse. El perro obedece a su dedo y se sitúa debajo del banco. El otro, negro, pequeño, tipo felpudo, lo sigue. Ella también es negra y salvaje. Pelo corto y rulos naturales, los que aparecen después de muchos días sin agua. Delgadísima, las clavículas victoriosas bajo las tirantas de la camiseta, la funda de la guitarra que porta abulta más que ella: una de esas duendecillas sin sujetador, ojos verdes y piel ennegrecida, que podrían enamorar a simple vista a un Don Draper en busca de clientes portugueses. Según se coloque, la camiseta negra le deja ver los pechos. ¿Qué tiene? Tiene un dedo en la boca. Pone el resto de su mano al través de su cara y sonríe a veces -el espectáculo humano alrededor lo merece- mientras se chupa tranquila su dedo pulgar. Narices, cuando se quita la mano de la cara es insultantemente bella y ya no tengo ganas de escribir más. Entonces ya entiendo por qué el resto del pasaje me interesa tan poco y por qué ser chicharra también puede consistir en estar callada. Cantar sin motivo no quiere decir cantar sin ton ni son.

Cualquier día de estos, tratando de trabajar después del almuerzo. Los chorros de sudor me caen por los costados, y no me estoy moviendo. Los dedos machacan pero suavemente, un botón, otro botón, todas las teclas; aparecerá una rata en mi escenario, me digo. Cantarán más fuerte que yo las chicharras. Ellas no descansan a la siesta. Ellas apoyarán mis tesis tanto si están como si no. Sé que hay una vieja fábula que equipara a las pequeñas bichejas con el elemento antisistema, el desestabilizador e improductivo holgazán de todo grupo humano. Nada más lejos. Su producción es inmaterial, ni se vende ni se compra, no la podemos equiparar a algo tan grosero como el dinero. «La productividad», me gritan monocordemente, «es una falacia capitalista y nosotras sólo tenemos un objetivo en la vida: convenceros. Y qué si no tenemos empleador ni contrato de trabajo, ni seguros sociales ni prestación por desempleo, ¿vamos por ello a dejar de cantar?»

29.07.2010

A mí sí me gusta Amélie Poulain

por carolinkfingers


Y cuántas veces no habré llorado como una imbécil con la escena (la cuarta, o así, «a Amélie le gusta…») en la que mete la mano en un saco de lentejas. Soy de ésas. O solía serlo, a saber si la película me resiste una sexta (re)visión.

Pero también me he reído como una imbécil leyendo un tebeo, el cómic al que le copio la viñeta, una de las más perfectas/sincréticas de un libro lleno de viñetas brutales.

Aunque vaya por delante que no soy quién para opinar sobre cómic, que habré leído cuatro o cinco en mi vida. Ah, esperen, tengo que contar los quince o veinte Tintines, ocho o diez Asterix y diez o doce Mortadelo y Filemón que tuve de pequeña. El Libro Gordo de Petete no entra en la categoría cómic.

Da lo mismo, aquí, mi nula capacidad crítica al respecto del arte secuencial. Porque en realidad lo que quería decir es cuán lúcido, inteligente y masacrador es este librito delicioso. Que puedo entender que aborrezcan American Beauty y Amélie -fundadores de cierta ñoñez cinematográfica de gran raigambre, cierto-, pero también que desparramen sobre Cameron y Scott -aunque a mi entender, desaprovecharon la oportunidad de hacerles pelear acerca de Alien. O incluso con Alien dentro.

Y que, más allá de eso, el auténtico color de esta historia, magníficamente dibujada por Darío Adanti y rematadamente bien escrita por Jordi Costa, está en la oportunidad de reirnos con delirio de todos esos mitos, más cercanos o más lejanos. La necesidad de entrecomillar la mitomanía. Y la fiesta de la creatividad gamberra e inteligente. Están los guiños más o menos privados (la redacción de Fotogramas, tan bien representada), aunque yo lo que les agradezco en el alma es la caracterización de Philipp Engel, porque es el único al que conozco. Un diez.

Y de verdad que yo también habría dado unas cuantas hostias de haber estado viajando a través de «2000 años de cine» -aunque mis víctimas ideales hubiesen sido Meg Ryan y no muy atrás Tom Cruise-.

Antonio Trashorras, en su presentación madrileña de 2000 años de cine, les dijo a los autores (responsables también de Mis problemas con Amenábar, que ya estoy corriendo a comprar) que él quería más. ¿Dónde hay que firmar?

23.07.2010

Euforia (1)

por carolinkfingers


Podría publicar este post en Quieres hacer el favor de leer esto, por favor, pero no tengo aquí a mi compañera para pedirle la venia. Y todo lo hacemos de común acuerdo. Dejo dicho también que este post es puro autobombo: ya pueden sintonizar otro canal.

A punto estamos de cerrar la primera temporada. Hay que descansar. Hacemos un programa más, el lunes 26, y chapamos hasta el 30 de agosto. Vamos a completar 46 programas. No hemos faltado una semana desde el 14 de septiembre pasado. Y nos han acompañado montones de personas: a los invitados en el estudio y a los que nos atendieron al teléfono son las primeras personas que me apetece agradecer, por creer en lo que hacíamos antes incluso que nosotras.

Y, precisamente, en la semana que salí bastante turbia, algo decepcionada, de una hora de radio que tuve que salvar sola, me llegan toda una serie de ondas. De buenas ondas.

No todas juntas, pero muchas y muy bonitas esta semana. Esto lo hacemos por satisfacción propia y un extraño sentido del deber (para saber más sobre mi concepto de trabajo, se pueden revisar algunas de las entradas de la serie Just a working girl). No recibimos nada, más bien gastamos. Y todo nuestro afán promocional lo hacemos en las redes sociales, sin mayor ímpetu -porque las energías nos llegan para hacer el programa y no más.

Lo que nos parece (me parece) el colmo de la dicha es que sí recibamos, a cambio, muestras como ésta. @rrey, temible podcastero que no deja de reenviar la mayor parte de nuestras noticias al universo twitter y es tan fan como @constantedePro_ (sin piques). Esta semana nos dejó dicho esto:

Razones para escuchar #Quiereshacerelfavor: 1. M-O-L-A. 2. Sale un tweet mío

Todas las semanas anunciamos el tema del que vamos a hablar y a veces abrimos el canal para preguntas o sugerencias. El pasado lunes, sola en el estudio, tratando de hilar bien las ideas y las lecturas, llegó un mensaje de Antonio Sánchez. Pero esa sola lamparilla encendida en lo oscuro del bosque iluminó como una multitud de antorchas: al menos uno estaba en el mismo tiempo siguiendo el programa y le apeteció comentar lo que escuchaba.

La simultaneidad no es tan importante, porque estamos cambiando los hábitos de consumo de lo audio y lo visual (jamás me enciendo la radio, pero sí puedo ver/escuchar capítulos de lo que me interesa, la temporalidad la marco yo). Y el podcast está ahí, a veces en cuatro, a veces en veinticuatro horas.

He encontrado, revisando estadísticas del blog, que un buen montón de gente ha enlazado el sitio del programa: El blog de Oche, Shane no es de este planeta, Esto no es una libreta de poemas y algunos más. Hasta estamos en este precioso blog de cocina 🙂

La autora de Esto no es una libreta de poemas me dejó hace pocos días un comentario muy cariñoso:

me encanta vuestro programa,es único, necesario, divertido e intructivo…¡deberían daros un montón de premios!

La finalidad de poner todo esto junto no es otra que… mirar un collage de amor desinteresado. El mismo día, Reinohueco me avisaba de que publicaba un reportaje, éste, y que aparecemos citadas hacia el final.

Esta última noticia no es la más importante, es la que más ilusión me hace, por la red de alcances que evidencia. No sé cómo llegó @temucuicui a saber de nuestro programa, pero yo sé que lo escucha y lo ha promovido en twitter. Él es chileno y vive en Bélgica. Por eso esta última referencia me ha ilusionado mucho, tanto como para poner un broche de colorines a la semana.


En el texto (click en la imagen) dice que somos «dos lectoras punk vestidas de periodistas». Qué queréis. Empiezo bien el fin de semana. Me lanzo a la piscina de la euforia, que hoy no está vacía.

22.07.2010

Picnic

por carolinkfingers

Buscaba algo en la inmensa barriga de mi gmail, y apareció este poema-email (datado en cualquier día de hace muchos años). No sé por qué lo pongo aquí. Por la entrada anterior, supongo.

concibo la vida queriéndote

y el poema más prístino
es la lista de la compra

si acaso salieses o salieras
tráenos cervezas
2 pechugas de pollo
y existirá el requesón en estas tierras?
recuerdas aquel plato de pollo frío, aliñado al cilantro?
recuerdas las frescas noches de verano de Santiago,
con esa comida en nuestros platos?
yo sí
yo me acuerdo de todo
pues ahora hay un paraje en la sierra
esperando a los domingueros
podemos sumarnos a ellos
el domingo, por ser
que es un gran día a pesar de su mala fama
como dijimos el otro día
nada cae en saco roto
ni una pestaña tuya se pierde en el infinito
unos refrescos y un picnic suculento
sólo si a ti te apetece más vida de gitanos
de esa que a mí me gusta tanto

20.07.2010

Punto

por carolinkfingers


He llegado a un punto.
Urgente acabar con la inercia.
Dejar de redactar mensajes que jamás llego a enviar.
Dejar de comerme las uñas.
Dejar de dejar que los demás me den forma. Me conformen. Dejar de conformarme con lo que los demás quieren que sea.
Es urgente acabar con las notas.
Escribir cuentos y poemas. No más de este apunte inacabable, infinito, antropófago, que se come mis esfuerzos y mis ilusiones, que no vale, que es un eterno preámbulo de otra cosa.
Tanto más válido, tanto más inexistente.
La promesa de eso otro.

Ha llegado el punto.
No puedo más con la desconfianza.
Quiero ingenuidad, mortal y dura.
¡Quiero que me toméis el pelo!
Pero ya me lo tomó el peluquero.
Y emocionarme como a los quince años.
Llorar a raudales al escuchar tres notas de un piano. Pero llorar sin rabia.
Quiero dejar de lado los ajustes de cuentas.
Las cuentas nunca ajustan, siempre están cojas.
La cojera vive conmigo, se viene noche tras noche a dormir a mi cama.
Quiero creer en el poder de mi imaginación.
Y no abandonar las historias porque ya se han contado.
Quiero vivir sin saber nada de nada.
Ni de lo que haces tú ni de lo que dices tú.
Quiero dejar de sumar decepciones.
O quiero despeñarme en una sola y gran decepción, la que yo me procure.
Pero una vez que algo esté hecho.

The Cinematic Orchestra – Familiar Ground

15.07.2010

Just a working girl (episodio 6)

por carolinkfingers

Cap. 6 y final. Esclavos del siglo XXI

“La autogestión es una cárcel de otro signo“— nuestra protagonista está dentro de sus pensamientos, viéndose a sí misma en sus jornadas que comienzan tan pronto deja a sus hijas en el colegio, que se interrumpen cuando va a buscarlas, que continúan cuando ya ha despachado meriendas, que se vuelven a interrumpir para dar un paseo o hacer la compra hacia el final de la tarde, que continúan después de que las ha acostado, hasta las doce, la una, las dos de la mañana, que siguen temprano tan pronto deja a sus hijas en el colegio…

Se despierta bruscamente, otra onda sísmica recorre su interior: la mayor parte de estas personas allí reunidas son treintañeros como ella. Se han educado en los ochenta, en la época de la egb y el bup, han pasado por la Universidad. Es gente que sabe hacer el corte, que se autogestiona en medio del dolor de la falta de recursos y re-emprende una y otra vez, resurgiendo de sus cenizas. ¿Serán posibles estos proyectos, ese espíritu crítico y esas ansias de encontrar mejores atajos dentro de quince o veinte años? Quiere creer que quedarán.

Queda la última parte del asunto: tres de los colectivos/empresas van a contar cómo se organizan. Los casos, en la voz de sus propios hacedores. Los proyectos, la política, la autogestión, los problemas diarios, la amistad, las retribuciones no dinerarias, los asuntos de la liquidez, la precariedad otra vez, la maldita precariedad.

Aquí todos estos se habían juntado para hablar de “disfrutar trabajando”, a eso venía nuestra mujer de mediana edad sin nombre ni ocupación exacta, nuestro minúsculo punto en la escala de la producción cultural, más consumidora que productora, más lectora que escritora, más oyente que ponente, más aprendiza que otra cosa. Siente que ha aprendido mucho más de lo que ha podido aportar. Por eso decide que recogerá todas las notas del día y medio y tratará de hacer algo con ellas.

Ve cómo uno de los dinamizadores de la jornada se retuerce de desagrado en su silla.

Algunos fuegos se encienden.

Todos están muy cansados.

Desde el exterior llega un gran reclamo. O un gran silencio.

España esta 0 a 0 con Paraguay.

El trabajo está hecho, y con placer.

Ahora toca ir al bar.


Títulos de crédito: http://paraquienesdisfrutamostrabajando.net/.

Agradecimientos:

Amasté

Atravesadas por la cultura

Aula abierta

Barra diagonal

Basurama

Creadores invisibles

Dabne

Derivart

Eguzki Bideoak

Exit

Hackitectura

Hormiga atómica

Investic

La Casa invisible

Liquidación total

Medialab Prado

Proyecto Traficantes de Sueños

Ptqkblogzine

Reu08

Serpica Naro

Transductores

Universidad Nómada

Exgae

YProductions

Zemos98

Los que ya son realidad. Por existir.

14.07.2010

Just a working girl (episodios 4 y 5)

por carolinkfingers

Foto prestada de suburbe, porque la etiquetó para ello.


Cap. 4 Placer en el trabajo

Empieza lo difícil. Detectar los problemas es casi pan comido. Proponer soluciones no lo es tanto. O estrategias, como allí se las llama. Este grupo, uno de los seis o siete que trabajan separadamente, tiene que examinar dos problemas: “la distancia entre los discursos cooperativos versus la realidad de la competencia” entre las unidades productivas, es decir, cómo conjugamos el espíritu colectivo con las prácticas neoliberales; y la “ausencia de espacios de politización y la falta de asociacionismo” en esta industria, cuando estamos hablando de trabajar desde la colectivización y contra lo mercantil.

Este grupo es distinto del primero. Aquí están mezclados de otro modo y casualmente hay tantos hombres como mujeres en el think tank. Tiene frente a ella a una mujer muy bonita, cuya boca grande y sonrisa y timidez le resultan familiares. No participa apenas.

Se habla de la visualización de estos trabajo en la sociedad: por qué se nos ha de pagar, en qué somos realmente útiles, qué tipo de cuantificación tienen nuestras labores, y cuál es el verdadero monto que significa la producción cultural en el seno de las economías urbanas. Discuten ideas pero es difícil dar con auténticas propuestas de acción. Llegan a varias que le parecen, a nuestra prota, importantes: ser honestos (aporta Iñaki) acerca de los presupuestos, las capacidades y los curricula, al menos con el fin de no pisotearnos unos a otros por una irrisoria cantidad de euros; la otra tiene que ver con el “presupuesto de los intangibles” (y es Javier Rodrigo quien lo entrega): las competencias en acto no son privativas del “talento individual” que permite elaborar el proyecto «x», porque éste se nutre de un capital extraído (y devuelto también, en alguna medida) al procomún, y en el presupuesto se debería contemplar el valor de la red en funcionamiento.

Todos allí han pensado mucho más que nuestra prota sobre estas cuestiones, previamente, y ella sólo sabe escuchar con la boca muy abierta, disimulando.

Y tras la deliberación, atraviesan el barrio de Lavapiés hacia un lugar que se llama Ésta es una plaza. Donde un colectivo de inmigrantes marroquíes les esperan, en un solar reutilizado como huerto urbano, con ensalada, cous-cous, refrescos, vino y pastelillos árabes. De pronto, aquí, se está desprendiendo de la mayoría de sus complejos y se siente a gusto: sin formar parte de ninguno de esos colectivos, con ellos hay lazos en las formas del trabajo autónomo, en la pretensión de depender exclusivamente de su creatividad para subsistir. Y el cous-cous está tan bueno…

Cap. 5 Jodidas pero contentas
Vuelven los participantes, cargando una silla de plástico al hombro, hasta el local donde se hacen las reuniones. Es la recta final: queda poner en común las soluciones delineadas, y las dos mujeres irán apuntando las propuestas de cada grupo en un telón de papel que se va llenando, a medida que la tarde avanza.

Perdió de vista a la de la sonrisa y la timidez. Buscándola, de pronto, se acuerda del motivo por el que le resulta familiar: hace casi un año, estuvieron las dos sentadas en el mismo espacio, dentro de una de las aulas de La Casa Encendida, compartiendo taller de literatura. Aunque, si ese recuerdo es verdadero, la chica no estuvo más que un día o dos.

Son muchas las mujeres, tantos como los hombres, en la reunión. De alguna manera siente que ellas, en todo caso, guardan más rabia. Más descontento. En algún momento, ha hecho una pequeña broma en voz alta: cuando se quería anotar, como problema, la existencia de un “falso autónomo” en las tareas creativas (no nos contratan, nos mantienen aparte, nos privan de los pocos derechos sociales del asalariado, pero estamos sujetos a las mismas obligaciones de horario y dedicación que estos), alguien dijo que también se podía hablar del “falso becario”: traigamos a alguno de los miles de millones de recientes licenciados sin experiencia laboral que le vamos a tener aquí ocho horas y se va a llevar lo mismo que si estuviese en prácticas, una palmadita en el lomo. Al hilo, desde el foso, ella dice: “¡y el falso esclavo!”. Algunas la miran y asienten. En realidad, quería decir, “el nuevo esclavo”. Pero ya no era la hora de las quejas, sino de la búsqueda de salidas. ¿Hay salida, alguna, de esta precariedad?

Nuestra protagonista se ha presentado voluntaria, como portavoz, para explicar las estrategias halladas en su grupo. Sabe que le costará, porque no cuenta con las mismas herramientas, carece de reflexión, le falta vocabulario. Los compañeros le echan una mano en el planteamiento. Todos los grupos hacen sus aportes. La pizarra de seis metros por dos se está llenando. Las mujeres trabajan a destajo. En el primer día, previo a la jornada de trabajo, las ponentes de Y Productions contaron que el patrón es bastante recurrente: las mujeres en las empresas/colectivos de producción cultural hacen más gestión; mientras que la visibilidad, la relación pública y la presencia en el ruedo, también aquí, se la llevan los hombres. Tal cual.

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