Llego con tres heridas de Violeta Gil es una novela valiente en la que la protagonista se enfrenta ante las palabras, narrando y descubriendo su propia realidad, la de su familia y la del entorno social que ha ido marcando los acontecimientos que le hacen pensar, para poder salir del duelo personal en el que se encuentra sumida. “Una historia de amor y oscuridad que entronca con la de nuestro propio país, en el cruce de tres generaciones que no siempre han sabido comprenderse”.
Victoria Gil toma prestado el poema de Miguel Hernández, nace con tres heridas: la de la vida, la de la muerte, la del amor y parte de él para escribir una historia íntima y emocionante. En esta novela encontramos una producción literaria que sale de la propia experiencia y en la que la autora no teme contarnos sus sentimientos más íntimos en beneficio de un ejercicio de catarsis para tratar de entenderse ella misma y encontrarse en su vida con todo el lastre que le ha dejado su pasado. La autora se transparenta de manera valiente, poniendo voz, cuerpo y alma al servicio de su destino, retomando caminos olvidados, conversaciones con familiares, documentos reales o, a falta de ellos, inventados. Pocas veces los libros se sienten tan necesarios y se confían de forma tan admirable a su propia razón de ser.
Violeta Gil nos ha regalado un libro con el que, incluso lleno de momentos muy tristes, podemos disfrutar de su lectura porque está repleto de situaciones auténticas que te hacen trasladarte a tu vida y que te lleva a un paralelismo entrañable en la relación con los abuelos, con el padre, con la madre, con los tíos, las primas… y en general, con toda una gente que es su familia y en la cual está buscando un consuelo, una salida a su momento de duelo por la muerte de su padre al que ni siquiera conoció.
Desde el principio la protagonista se enfrenta a la muerte, la primera la de su abuela pero le queda la relación entrañable con su abuelo con el que disfruta yéndose al campo y escuchándole. En esta muerte de la abuela da un repaso a las costumbres sociales de la época de la dictadura, en el que las mujeres se sentaban a un lado de la iglesia y los hombres a otro, en la que todos los muertos iban a la iglesia y en el que existía una parafernalia de ritos y costumbres que nos van mostrando que así es como se hace, nadie es diferente. Por ejemplo, las mujeres no iban al cementerio, se quedaban en la casa del difunto hasta que llegaran los hombres. Todo esto va a cambiar con la llegada de los tanatorios que, según el abuelo, significa un avance en cuanto a las costumbres de la civilización.
Siente que le consuela visitar la tumba de su padre porque es un momento en el que se hace preguntas y, aunque en silencio, puede hablar con él. Su nombre escrito en la lápida certifica su existencia, José Gil Sierra, 27 años. “ Mi padre fue. Es en ese momento cuando puedo respirar, cuando puedo ser fuera de él. Él existió y está ahí. Y yo existo y estoy aquí. Soy un ser diferenciado. Siempre he sentido que portaba su existencia truncada conmigo. Porque me parezco a él. Porque soy lo que queda de él. Y esa idea me ha protegido de alguna manera, pero también ha supuesto un peso insoportable. En esas visitas, más bien breves, en las que veo su nombre escrito en metal sobre piedra, puedo descansar”.
“En aquellos años Franco sostenía que España era un país colonizador pero no colonialista, que todo aquello que estaban haciendo en las colonias se hacía con la mejor de las intenciones, como llevar la civilización y el cristianismo, y que siempre miraron a sus habitantes como a iguales”
Su abuelo le cuenta que con diecinueve años se lo llevaron a Guinea y allí consiguió el título de topógrafo, de lo cual se siente muy orgulloso. Tiene noventa y ocho años y reconoce que no fue franquista, pero cada vez se gira más a la derecha y en sus encuentros discuten. Ir al pueblo con el abuelo es un deseo de encontrar sus raíces ya que no conoció a su padre y eso la mantiene en permanente búsqueda de su verdadera identidad y sus orígenes. Pero al abuelo no le gusta hablar del padre, quizás porque esa forma de muerte de un hijo es muy dura y no termina de aceptarlo, quizás aún esté él también en ese proceso de duelo.
“Mi abuela odiaba el pueblo porque para ella no había mucho que hacer, y porque odiaba los cotilleos y la opresión de las mesas (de) camillas. Pero mi abuelo lo ama porque ama su huerta. Así que pasaban allí los veranos, las navidades, semanas santas y otras festividades”.
En el libro se van mezclando textos distintos que van complementando la narrativa, añade notas que la autora ha ido tomando (quizás pensando en un texto dramático), pasajes del diario del padre, notas grabadas, diálogos internos…
¿Por qué se va la gente del pueblo? ¿Por qué no hay salida en las poblaciones pequeñas extremeñas? ¿Qué tipo de futuro están buscando? ¿Acaso con la tierra y la calidad de vida no es suficiente? ¿Son las escuelas y otro tipo de educación lo que quieren para sus hijos?.
Violeta Gil ha utilizado la literatura como medio para reflexionar sobre sus propios orígenes; para pensar, buscando la soledad, sobre la muerte de su padre; para reflexionar sobre la ocultación que su madre le hizo durante su niñez sobre el suicidio de su padre; para pensar cómo la sociedad del momento establecía normas rígidas en cuanto a un pensamiento único; para reflexionar cómo su padre sintió el amor, algo que ella quizás ha heredado; para pensar en sus propias relaciones en el presente; para reflexionar que hay lugares donde la muerte se disfruta de otra forma y se convive con ella como con la vida; para pensar que el duelo es un proceso doloroso con el que convivimos, pero que se va aminorando con el tiempo y si se hace terapia, mejor…
“Es muy personal, muy íntimo, pero al final se abre como un árbol de grandes ramas para hablar también de la historia de nuestro país”. La autora confiesa que una de las claves a la hora de escribir este libro fue pensar en todo lo que rodeaba de manera política y social a la historia de la generación de sus abuelos y sus padres. Por lo que a lo largo de la novela se trata el tema del “éxodo del campo a la ciudad y de la ciudad a las colonias”. (rtve)
Tiene una forma de escribir muy asequible, te va enganchando hasta imbuirte de su problemática y hacerte reflexionar sobre tu propia vida. Es muy interesante el acercamiento y el diálogo que tiene con su padre al que ni siquiera conoció y trata de entender su recorrido vital y su decisión de suicidarse, el silencio de su madre sobre el tema. Es muy interesante cómo se acerca al lugar para dar explicación a su pesar y sentir la tierra y la familia como medio de sanación y de apoyo.
Un libro recomendable para el público en general y lo veo también para el alumnado de Bachillerato para que vean que la forma de escribir puede ser cercana y de pensamientos profundos. Un libro con el que disfrutas y piensas, con el que sientes ganas de más narrativa y te atrapa en sus reflexiones.
Puedes ver la reseña completa en El Diario de la Educación, publicada el dos de noviembre de 2023.