Dolores Álvarez Peralías ha sido y será maestra toda su vida. La voz de la experiencia de la que siempre seguiremos aprendiendo.
Desde pequeña quise ser maestra, es algo que ya se podía intuir cuando en el patio, con mis amigas, montábamos una escuela para que acudiesen las niñas de toda la calle. En casa teníamos bancos para sentarnos porque mi tía Plácida había sido maestra y esto nos lo facilitaba. También hacíamos teatro y lo pasábamos en grande. Las tardes eran muy provechosas. Ahora, de mayor, me he dado cuenta de la importancia de haber dedicado mi tiempo a estas actividades fuera de la escuela.
Estaba decidida a estudiar Magisterio pero a mi padre no le hacía gracia, él quería que fuera a la Universidad, así que hice PREU (Curso preparatorio para la entrada en la Universidad), dispuesta a hacer Filología, como mi hermano. Pero mi idea de ser maestra no se me quitaba de la cabeza.
Terminando PREU, se aprobó el Plan Experimental de Magisterio en 1971 en el que ya existían las especialidades y al que había que acceder con este curso aprobado, mientras que en Magisterio se entraba solo con el Bachillerato Superior. Esta circunstancia hizo que mi padre accediera a que me metiera en ese nuevo plan de Magisterio y así lo hice. Soy de la Promoción Experimental, Plan 71, mi titulación es de Diplomada en Magisterio, especialidad en Filología Francesa.
Al finalizar los estudios comencé a trabajar en un centro público, dos años de interina y después saqué las oposiciones, por lo que mi padre ya estaba tranquilo: tenía trabajo seguro para toda la vida, murió muy joven pero se llevó esa satisfacción de que sus dos hijos habían terminado una carrera universitaria.
Me casé con un maestro, José Antonio, él de ciencias y yo de letras. Por aquellos tiempos, hablo de los años setenta, existía una ventaja que era «el derecho de consorte», que nos garantizaba trabajar en la misma localidad y, si se podía, en el mismo centro. Tuvimos esa suerte y trabajamos en Sevilla, en nuestra ciudad. Su primer destino definitivo fue Arucas en Gran Canarias, y allí nos fuimos.
De Canarias, en la que estuvimos como en un paraíso de vacaciones permanente durante un año, pasamos a Dos Hermanas (Sevilla) y después de dos años, pedimos El Viso del Alcor (Sevilla). El colegio Blas Infante de El Viso del Alcor era un hervidero de buenas prácticas en el que se trabajaba muy a gusto.
Fue una experiencia muy bonita, involucramos a las familias en los talleres (cocina, costura, jardinería, canto, teatro, cabezudos, albañilería, carnavales, prensa, etc…). También hacíamos un periódico quincenal con la participación del alumnado «La Colina», de ahí viene el título de mi blog. Yo siempre impartí clases de Lengua Española y Francés en la segunda etapa de EGB.
Desde el principio nos fuimos a vivir al pueblo, a pesar de estar a 25 kilómetros de Sevilla. Ya teníamos dos niños que venían con nosotros al colegio en el que trabajábamos. En el año 1990 me hicieron directora, anteriormente había estado de jefa de estudios y eso hizo que al irse el director me pusieran a mí.
“He ejercido veintiún años como directora”.
En un principio, yo no quería, pero me fui adaptando, aprendí y estuve en el cargo hasta que me cambié de etapa y pasé al IES nuevo de la localidad (IES Profesor Juan Bautista), también como directora. Allí he estado en el cargo hasta 2011, año en el que me jubilé. En total estuve veintiún años de directora con muchas experiencias que he ido contando en mi blog diario.
A mediados de los 90, ya con mis hijos adolescentes, con un grupo de amigos, hicimos Pedagogía y los cursos de doctorado, unos años inolvidables de aprendizaje en la facultad de Sevilla.
Me jubilé el día que cumplí los sesenta años, en 2011, hace ahora 10 años. Me jubilé de ir al centro cada mañana a trabajar pero no de mente, sigo leyendo sobre educación, sigo escribiendo, sigo activa en redes sociales… creo que el maestro no se jubila nunca si tiene verdadera vocación porque vayas a donde vayas siempre piensas en lo que puedes sacar de esto o de aquello a nivel educativo.
Estando jubilada echo de menos el contacto con la gente, el escuchar a ese profesor o profesora que viene con el problema de que la clase no le atiende, el escuchar al alumnado que está descontento con algo, escuchar a los conserjes, a las limpiadoras… ese ambiente de relaciones tan necesario para que el clima del centro marche con calma y facilite el aprendizaje.
“No echo de menos la burocracia ni los problemas de escolarización”.
Me alegra mucho haber perdido de vista la burocracia, las reuniones tediosas que eran pura información y que nos hacían perder un tiempo muy valioso. Me alegra mucho haber perdido de vista el estar a golpe de timbre y los problemas de escolarización.
Actualmente hay un gran avance en educación, se respeta más a las personas, hay más medios y más recursos humanos, aunque no suficientes. Un gran avance creo que ha sido la educación inclusiva, aunque también nos queda un largo camino por recorrer en ese sentido.
La escuela debe abrirse más a la sociedad. Hay que mejorar en educación emocional y en respeto hacia la propia institución, el trabajo del profesorado es poco reconocido.
Siendo yo tutora de octavo de EGB hicimos un viaje a Granada para ver la nieve y para visitar la ciudad y sus monumentos. Como ya eran adolescentes les dejábamos tiempo libre y les marcábamos una hora y un punto para volver a vernos, mientras, ellos hacían la compra de sus regalitos y daban un paseo sin sus maestros.
Pues ese día a la hora de volver y empezar a contar nos percatamos que nos faltaban tres niñas, no olvidaré nunca la angustia de esos momentos hasta que aparecieron. El motivo es que se habían perdido y no encontraban el punto de encuentro, ellas venían descompuestas y yo al verlas me eché a llorar quitándome el estrés de esas amargas horas.
Ahora tengo tiempo para hacer lo que quiero. Me gusta leer y escribir. Colaboro con el portal de INED21. Escribo en mi blog, La Colina de Peralías, sobre temas educativos. Soy muy activa en redes sociales, en Twitter, Facebook e Instagram. Participo en la #eduhora cada martes y los miércoles en las #CharlasEducativas del #claustrovirtual con mi admirada Ingrid Mosquera.
“El día se me queda corto a pesar de que me levanto muy temprano”.
También cuido de mis nietas y de mi nieto cuando sus padres me lo piden. Cuido mis plantas, viajo, cuando nos deja la pandemia, hago punto y croché, veo series y películas y también cocino. En realidad el día se me queda corto a pesar de que me levanto muy temprano. Estoy a punto de cumplir los setenta años y pienso que me queda mucho por aprender.
Mi primera recomendación es leer mucho sobre educación. La segunda, reflexionar sobre la práctica, y la manera que veo más adecuada es llevar un diario. Por último, la tercera es que si no amas lo que haces que lo dejes y busques otro camino.
La educación es un trabajo que exige mucho tiempo personal y si no te gusta no vas a estar dispuesto a hacerlo. Si no tienes claro hacerte docente te sugiero que te vayas unos días de voluntario a una escuela y veas cómo funciona, para acabar de decidirte.
Ser docente es la profesión más bonita del mundo, ver el crecimiento de los niños y las niñas es un lujo que no está al alcance de todas las personas.
“Ser docente es la profesión más bonita del mundo, un lujo que no está al alcance de todas las personas”.