Durante años el docente ha ejercido el papel principal en sus clases, ha ido a soltar su paquete de conocimientos y el alumnado lo ha ido escuchando, en algunos casos con resultados positivos y en otros desconectándose de la materia a los quince minutos, con los problemas que esto puede acarrear en cuanto a disrupciones y mal clima en el aula.
A algunos profesores o profesoras da gusto escucharlos, te van entusiasmando y abriendo la curiosidad en cada momento, pero también los hay que son planos, que solo se hablan a ellos mismos, que no comunican, que aburren a las moscas… y esos son los que tienen más problemas de disciplina en sus clases, es evidente que su palabra no llega al alumnado y que necesitan trabajar otros campos de comunicación.
Teresa Baró en su libro «Inteligencia no verbal» nos da pautas para una comunicación en la que no solo la palabra sea lo que transmita, no da pautas para descubrir si el alumnado se está aburriendo, nos da pautas para conectar con el alumnado con expresiones, movimientos en clase…
Nos dice Baró en su libro que los movimientos y los gestos del profesor o profesora son una forma de expresarse, son parte de su identidad y también son el reflejo de su estado de ánimo ese día, y de la actitud que tiene hacia su trabajo y hacia su alumnado. La expresión no verbal, sin contenido curricular, apoya las palabras, las subraya, las complementa, las hace creíbles, las dota de emociones como el entusiasmo, la comprensión o la ternura. Y algunas veces las devalúa o contradice: muestra el cansancio del docente, refleja el poco interés por el tema, el desprecio mal disimulado por el alumnado, la inseguridad o el miedo por estar allí, la falta de sintonía con otros docentes, el hastío de la profesión…
En las facultades no se trabajan estos temas que tan importantes son para que los docentes puedan llegar a estar relajados en clase con sus alumnos, para que puedan entender los contextos y sepan inmiscuirse en sus ambientes de forma que les llegue, sin ningún otro problema, el conocimiento que quieren que aprendan.
Nos hace ver la autora que deberíamos entender de forma prioritaria la capacitación en inteligencia emocional y en inteligencia no verbal porque aportaría bienestar al profesorado, beneficios al alumnado y tranquilidad a las familias. Si formamos a los maestros, potenciaremos un círculo virtuoso en el que estos formarán a futuros ciudadanos y podremos aumentar las capacidades comunicativas de la sociedad en general. Podemos desarrollar así la inteligencia no verbal colectiva.
Es necesario, nos dice Baró, instruir en inteligencia no verbal a los profesionales de la educación para que:
Os dejo un vídeo en el que Víctor Martín le hace una entrevista a Teresa Baró sobre lenguaje corporal y comunicación no verbal: