Entre componer canciones y escribir relatos o poemas no hay un gran salto, aunque sí parece existir un abismo en la interpretación que el público/la crítica hace de la obra publicada de fenómenos como Leonard Cohen o Patti Smith: como si hacer rock tuviese una categoría inferior o te inhabilitase para portar el «aura» del artista.
Hace algo más de un año (abril 2006), publiqué en Qué Leer un artículo acerca de músicos (rockeros) que habían sido tentados por la escritura (el texto ya no está disponible en la web, al parecer). Entre los géneros que tocan los músicos, la autobiografía es uno de los más apetitosos si, al relato de formación del artista, se suma un poco de aventura, mitología rockera y buena tensión del pulso narrativo.
Eso, y mucho psicoanálisis de mesa camilla, es lo que hay en Mi madre, mi mentor y yo, de Paul Collins, editado en Gamuza Azul.
Crítica aparecida en Go Mag (abril 2007).
Mi madre, mi mentor y yo
Paul Collins
Gamuza Azul
Unos pocos recordarán a The Nerves y The Beat, epígonos del power-pop de cierto calado, pero rara vez en listas nostálgicas. Más tarde, una carrera en solitario con más desapariciones que el río Guadiana… ¿Qué éxito ha alcanzado Paul Collins para imaginar que nos interesa su autobiografía? Sigue leyendo
A ritmo tropical, una novela de visos punk que busca romper con los tópicos.
Antonio García Ángel
Recursos Humanos
Lengua de Trapo
Cómo construir una novela colombiana sin acudir a los tópicos: ni los de la geografía humana ni los de la literatura. García Ángel conoce perfectamente la tradición sobre la que se asienta, pero la pone a un lado. Si no la capitanea, al menos aporta un atisbo de renovación en la narrativa de su país. Sigue leyendo
Alejandra Pizarnik y su autoconciencia. En Prosa Completa, acerca de Henri Michaux:
“Palabras, palabras que vienen a explicar, a comentar; a revocar, a que sea justificable, razonable, real, prosa como un chacal. Es preciso que jamás olvide: yo me asfixiaba. Yo reventaba entre las palabras.”
¿El panadero usa el pan para describir el pan? ¿Contiene zapatos la descripción del zapatero? El escritor habla con palabras de su material, las palabras. El loop imposible.
“Él decía que todo el conocimiento se condensa en veinte palabras, y se espantaba ante la mole de libros que le llegaban por día, enviados por amigos desconocidos. ‘Cuántas palabras’, se lamentaba. Escribía muy poco, cuatro o cinco frases por año. Pero trabajaba cada una con un rigor no solamente interior sino también de artífice del lenguaje. Era maniático por las comas, porque una coma resultaba fundamental para marcar matices de su pensamiento. Solamente lo he visto furioso por eso: por una coma equivocada en la imprenta”. El artículo en que aparece esto no tiene desperdicio.
Publicada en Go Magazine (mayo 2007).
“Recursos Humanos”
Antonio García Ángel
Lengua de Trapo
Una novela punk del trópico en ambiente oficinesco. Jugando a las reducciones, podríamos calificar así a la segunda novela del colombiano Antonio García Angel: “Recursos humanos” (desafortunado título, pardiez) es un ejercicio de humor salvaje y desencantado al mismo tiempo –no te esperes la carcajada gruesa sino más bien el hilillo de risa fina, mezclado con la sorpresa y el desconcierto permanente. Ángel parece conocer bien la ortodoxia, pero se decide por romper las reglas a menudo. No tiene reparos en echar mano de lo grotesco, y hacerlo de modo que se ajuste perfectamente a la materia. Centra ésta en un personaje, Ricardo Osorio, o el jefe medio que todos hemos conocido alguna vez, con un concepto propio del poder, la eficiencia y los buenos modales, que vive inmerso en un mal disimulado complejo de inferioridad y una caballuna “midlife crisis”. En una Bogotá de ladrillo y apartamentos que promueven el anonimato (pero que podría ser cualquier ciudad moderna), y en una Empresa que oculta, en su imposible geografía física y humana, metáforas para todo. Al contrario que otros ejercicios de análisis del poder (de ese mediocre poder de las jefaturas intermedias), García Ángel se reserva un rinconcito para la ternura: la bajeza y la mezquindad de su personaje, puestas en el relato de una despiadada forma, no nos permite, sin embargo, odiarlo. El autor se guarda siempre una baza, y nos hace ver que el jefecito no es ni más ni menos despreciable que cualquiera de nosotros.
Si los artistas (músicos, escritores, cineastas) pudiesen convertirse en amigos íntimos a base de conocer su obra, Alejandra Pizarnik sería uno de ellos. Una amiga íntima a la que no podría visitar muy a menudo, pues interrumpiría su trabajo, obsesivo y solitario.
Sentía demasiado respeto ante la idea de escribir acerca de Alejandra Pizarnik, para otros. Una atracción agridulce. Me preocupaba, entre otras cosas, caer en el panegírico pseudo-místico de la poetisa maldita y atormentada, articular a-críticamente esa imagen de mártir de la poesía que nos transmiten algunos de sus exégetas. He intentado huir de eso como de la peste.
En este mes de mayo (número 121) aparece un artículo titulado Alejandra Pizarnik: La poesía o la vida, en la revista Qué Leer . Aprovecho de agradecer aquí, por su ayuda y por todo, a Milo Krmpotic.
No se enfatiza como se debería, en los análisis de la cultura, el papel del tedio como afección fundamental.
Lars Svendsen
Filosofía del Tedio
Traducción de Carmen Montes Cano
Tusquets
Probablemente no sea casualidad que una reflexión sobre la importancia del tedio en nuestra cultura llegue desde Noruega, uno de los países más ricos del mundo: la tesis sobre la que pivota este ensayo es que nuestras sociedades, que producen abundancia de bienes, proveen también aburrimiento en dosis descomunales. ¿Por qué el tedio? Svendsen no pretende explicarlo de una manera universal, sino que adscribe el fenómeno en un contexto filosófico y cultural: Occidente y la tradición de pensamiento posterior al Romanticismo. La “conciencia de pérdida” sobre la que se asienta la filosofía contemporánea parte de ese momento. El enfoque es restringido, pero admite así menor margen de error.
Por eso trata del tedio, y no de la melancolía (barroca) o de la acedia (medieval y privilegio de religiosos). De las muchas formas de aburrirse del hombre contemporáneo, desde el bostezo provocado por una historia mal contada hasta la parálisis que sucede cuando el tedio se convierte en un filtro que interrumpe la recepción de estímulos. El absolutismo del individuo que trajo la muerte de Dios y otros sucedáneos dejó al hombre en la tesitura de establecer él mismo sus límites, y este individuo sin asideros buscó desplazarlos siempre un poco más allá, en busca de un contenido propio para la individualidad. Eso hace el libro, recorrer esos límites.
El viaje, aunque algo tramposo, repasa formulaciones literarias y culturales, desde la poco conocida ‘William Lovell’ (la “novela clásica sobre el tedio”), hasta su paralelo post-moderno, ‘American Psycho’. Se detiene a analizar qué creaba el aburrimiento existencial de los inquietantes personajes de ‘Crash’ (en la novela y en la película de Cronenberg), así como de los personajes de Beckett, que parecen haber renunciado definitivamente a darse sentido. Y vamos adentrándonos, de la mano de Pascal y de Pessoa, de Cioran y de Warhol, en esa “borrachera de no ser nada”, esa “no-vida” que tan bien sabrían retratar los grupos goth de los primeros años 80 (véase ‘In the flat field’ de Bauhaus).
Puesto que el aburrimiento es una afección universal, el viaje contiene estaciones aptas para todos. Pero se ha de estar preparado para la descripción de algo que, más allá del aburrimiento situacional –producido por las circunstancias-, es capaz de tomar por asalto al individuo, toda su vida y su visión del mundo; es lo que llama, siguiendo a Heidegger, “tedio profundo”. Y todas las estrategias posibles (para combatirlo, obviarlo o superarlo) se revelan inútiles. Desde plantarle cara mediante el trabajo (Nietzsche) hasta la vía del esteticismo extremo (Schopenhauer), pasando por la respuesta decadente (lo nuevo) o la post-romántica: la transgresión. El tedio existencial, el tedio profundo, no sólo no tiene rival, sino que es una puerta a una forma de conocimiento “superior”, a una responsabilidad esencial con el yo. La afección es, en última instancia, una invitación a la filosofía.
Esta es, quizá, la conclusión de mayor peso que contiene el libro, donde toda la argumentación, sostenida sobre “autoridades”, es de un pragmatismo preocupante. Las experiencias descritas se yuxtaponen para demostrar que el tedio es un producto de nuestros tiempos, contra el que poco podemos hacer, y la “salida” que se nos ofrece como plausible es investigar en la afección, reconocerla, como haría un enfermo crónico con su enfermedad. Aprender, al cabo, de ella. Cuando la revolución del Romanticismo nos ha abocado a un callejón sin salida; cuando el individuo se encuentra en la encrucijada de procurarse a sí mismo sentido, encerrado en una sola vida que le demanda que se comporte como consumidor, que se adscriba a modas, que suscriba credos o que practique el fanatismo… Cuando hace presa el aburrimiento, sobreviene la gran indiferencia y acecha el relativismo, la propuesta de Svendsen es la filosofía. El popurrí bien dirigido (y digerido) de referentes intelectuales que es este libro se revela una útil herramienta para verle las orejas al lobo.
Publicada en la sección libros de la revista Go magazine (diciembre de 2006).
“Filosofía del tedio”
Lars Svendsen
Tusquets
Esta es (¿verdad que sí?) la mejor época para enfrascarse en un delicioso ensayo llegado desde la fría Noruega, uno de esos países que, de tan avanzados, ofrecen una vida plena de posibilidades de tedio a sus habitantes. El tedio, más que un sinónimo de aburrimiento, y sin contar con la buena prensa de la melancolía, determina rotundamente nuestra época; constituye una de las afecciones privativas del ser contemporáneo y caracteriza a la cultura nacida a partir del Romanticismo. Eso intenta demostrarnos Lars Svendsen en este libro, que recoge y analiza de forma exhaustiva la tradición filosófica y la mucha literatura que el tedio ha suscitado. Cómo la desaparición de la colchoneta de la espiritualidad que nos sustentaba abocó a los románticos a centrarse en su individualidad, y cómo esa individualidad se reveló incapaz de darse sentido a sí misma; la creación incesante de necesidades artificiales y la satisfacción sin pausa de esas necesidades; la nada que nos erosiona la sensibilidad (a decir de Cioran) o la nada sin cualidad alguna (en el Bernardo Soares de Pessoa), el tedio es el maligno fundador de nuestra forma de entender el mundo y de algunos de los mitos más importantes de la contemporaneidad. Desde Thomas Mann a Andy Warhol, desde Beckett a Bret Easton Ellis, pasando por Kierkegaard y Handke, y hasta la objetivación del vacío que expresó Ballard en ‘Crash’. Cuando, entre polvorón y polvorón, los bordes del mundo se te difuminen, harás bien en acordarte de este libro.
Pat Barker hace lidiar a sus personajes con la violencia y el problema de su representación en el arte.
Pat Barker
La Doble Mirada
Traducción de Ana María de la Fuente
Salamandra
La doble mirada parece pertenecer a ese tipo de narrativa actual de apariencia amable, con una historia sencilla y digerible, agradable ambiente extra-urbano, y personajes sensibles e inteligentes; dotados de complejidad, pero no raros. Sigue leyendo