Carolink Fingers
17.10.2007

La máquina de Joseph Walser (reseña)

por carolinkfingers

Publicada en Go Magazine (octubre 2007)
«La máquina de Joseph Walser»
Gonçalo M. Tavares
Mondadori

Hace unos meses, descubrimos “Un hombre: Klaus Klump”. Aquel y éste son el anverso y el reverso de una misma investigación literaria en torno a la guerra, a su irrupción en las vidas de los hombres: Klump es el hombre fuerte, Walser el ser débil. Absorto y confiado en el poder del lenguaje, Tavares acomete el proyecto a sabiendas de la cualidad abstracta de su material. Construidos sobre una selección, nada arbitraria, de aspectos de la realidad palpable, sus mundos ficcionales se transforman en materia simbólica mediante una artificiosidad lingüística salvaje. Todo está estudiado, todo responde a una necesidad. “La máquina de Joseph Walser” carece de acción como tal (apenas un dedo perdido, hacia la mitad), y está articulado mediante una serie de escenas episódicas, cuadros en los que la guerra es un decorado, y las vidas de los escasos personajes siguen desarrollándose en la superficie, apegadas a sus infames disciplinas y rituales. La de Joseph Walser es anodina, girando en torno a su máquina y a una habitación, en la que se encierra con llave, donde guarda su colección de piezas metálicas. Una vida equiparada al funcionamiento de un mecanismo. Sin sucesos, el libro se carga de reflexiones (el encargado Klober como megáfono de las inquietudes inscritas en el texto), nunca terminantes, nunca cerradas: articular en voz alta la fortaleza oculta del ser humano (esa “especie interminable”), descubierta por Walser, frente al paso, aplastante, de los acontecimientos históricos.

10.10.2007

El inmenso placer

por carolinkfingers

De una entrevista mucho más satisfactoria de lo que en mis mejores sueños hubiese imaginado -porque una ya no está para idealizar a nadie. Gepe, Daniel Riveros, estuvo a mi merced por treinta minutos en una taberna irlandesa del centro de Madrid, mientras las luces crepusculares se apresuraban por dejarnos solos.

La enfermedad de los ojos

09.10.2007

Kinski: Down Below It’s Chaos

por carolinkfingers

Inventaría una etiqueta para los de Seattle, “rock autoconsciente”: algo hay en este abigarrado e impenetrable “Down Below It’s Chaos” que dificulta el mero disfrute hedonista e induce a una escucha pausada y meditabunda: obliga a preguntarse “para qué tanto cinismo en el rock’n’roll”. Kinski, en estado de gracia, entregan una obra redonda y desafiante como pocas. Con una escucha apenas rascamos la superficie del armazón que fundamenta canciones dispares entre sí como “Crybaby Blowout” o “Punching Goodbye Out Front”. En la cuarta o quinta, se empieza a entender que cuanta más confianza en el rock demuestran, más profunda es su intelectualización. En la bendita electricidad de “Boy, Was I Mad!”, con su predecible fraseo; en el rock matemático, sin crescendo, de “Child Had a Train to Catch”; en la maligna quietud de “Plan, Steal, Drive”, que podría haber sido escrita por los hijos de Vini Reilly; en la ausencia de colorido del tremendo final, “Silent Biker Type”: quieren que sepamos que ellos saben que está todo inventado y sin embargo, tanto si le dan a la psicodelia como al rock garagero, consiguen emocionar nuestras neuronas con uno de los álbumes más hermosos de los últimos tiempos.

//Reseña publicada en GO Mag (octubre 2007). Un enlace para saber más de Kinski. De premio, ‘Passwords and Alcohol‘, una de las más preciosas canciones del disco. //

06.10.2007

Ten cuidado con lo que deseas

por carolinkfingers

La realidad tiene muchos reclamos a diario. Los editores de los medios de comunicación del mundo entero tienen sobre sus cabezas, de una manera natural-prestada-engorrosa (la misma en que dejamos que los dirigentes nos dirijan, que los empresarios nos emprendan), la responsabilidad de fabricar esos universos simbólicos, efímeros y circunstanciales, día tras día; de hacer digerible, colonizable, el pandemonium del mundo.

De la infinita marea informativa, sólo unos pocos pedazos de realidad alcanzan nuestro cerebro con una virtud cualitativa que los hace diferentes. No tiene que ver con los esfuerzos de los editores de los medios de comunicación del mundo entero. No tiene que ver con las circunstancias, ni con lo contingente, ni con lo noticioso. Estímulos que de verdad puedan perdurar. Estímulos cargados como una pistola. Entonces, y así es como funciona para mí, el mundo empieza a girar alrededor de esos fragmentos. No es una portada de diario, es un vórtice de huracán. Organizo todo lo demás utilizando ese centro, que da sentido al magma incomprensible, y lo convierto en una obsesión.

Para que eso revierta en mi trabajo (en esa palabra fetiche a la que regreso una y otra vez), ideo formas de hacer que esa obsesión, ese fragmento de la realidad que sólo me importa a mí, se convierta en alimento espiritual, material de pensamiento y fruición estética para los que me rodean. Imprimo, copio, muestro, reproduzco y adjunto. Siembro y siembro, sin descanso, la semilla del azote, busco extender el torbellino a mi alrededor. En el otro lado del mensaje, en el papel del receptor, están muchos de mis amigos que se dejan, y están mis editores. Busco, rebusco, insisto hasta el hartazgo: ese pedazo de realidad merece ponerse en letras de molde, mire usté.

Lo pretendo tanto, lo vendo tanto, que me seco.
Siento que mis semejantes y yo no compartimos referentes más que el cambio de la peseta al euro y las tablas de multiplicar.
Creo que nadie me comprende.
Rompo cosas.
Pero un día, con el remolino apaciguado ya, alguien deja caer, al fin, una respuesta: ese contenido me interesa.

Échate a temblar pues, ya que, en ese instante, otro tipo de responsabilidad acecha. La realidad se configura cara a cara contigo: habrás de enfrentarte a una entrevista, a un verdadero artículo, a las letras de molde que tanto has solicitado. Habrás de contarle a muchos, a todos, a los desconocidos, para qué carajo han de incorporar ese fragmento (ese libro, ese disco, ese autor, esa obra, ese escupitajo individualista) al universo de sus apropiaciones simbólicas. E importa, todo importa.

So far

28.09.2007

En el fondo

por carolinkfingers

En el fondo, no escribo todo ese millón de cosas que digo que tengo que escribir, porque no las considero tan importantes como digo que las considero.

20.09.2007

Caring is creepy

por carolinkfingers

Un día te quise. Te encontré por casualidad y te quise. No dijiste que no. Sólo te echaste encima y ya no me dejaste ir. Me aprisionaste como sólo el cariño puede hacerlo. La voluntad de querer es mayor que el cielo abierto. Querer es frívolo y escalofriante. Querer da repelús. Cuando no has tenido oportunidad, siquiera, de mirar a los ojos del otro. Cuando todo se desenvuelve en una bruma de contenidos. Humíllate y quiere. Detesta a la par, con toda la intensidad que tu corazón pueda desarrollar. No puedo con tu amor.

20.09.2007

No es lo mismo

por carolinkfingers

Una plaza de toros es un lugar muy desagradable, incluso cuando se trata de ir a un concierto. El olor de la orina de los caballos escuece en la pituitaria mientras, a capricho del artista, los fotógrafos acreditados han de entrar y salir una y otra vez del foso (de leones). Unas mujeres de cerca de treinta años confesaban, en la primera fila, llevar más de dos horas aplastadas contra la valla, y dos de ellas habían seguido al cantante a lo largo de toda la gira (más de dieciocho conciertos, hasta ese día), y planeaban continuar. Un encargo de MTV.es me llevó hasta allí la semana pasada: Alejandro Sanz en las Ventas, el pasado 12 de septiembre, fue visto y contado así en el portal del canal musical. Fotografía y crónica por la suscribiente.

Es lo mismo

14.09.2007

Afterpop: la literatura de la implosión mediática (reseña)

por carolinkfingers

Publicada en el Clone Magazine, número 28 (sep-oct 2007)

Afterpop: la literatura de la implosión mediática
Eloy Fernández Porta
Berenice

Afterpop no es un libro. Es colección de artículos, conectados con hilo fino y sin apretar demasiado. Una exposición, a priori, de las falencias de la crítica literaria, la que se expele a diario desde los púlpitos periódicos, y una exhibición de las características de una nueva sensibilidad practicada, hoy, por muchos de nuestros autores. El campo de juegos literario está siendo puesto del revés, y es aquí que el crítico, aferrado a categorías caducas, rancias, se debate panza arriba. Crítica de la crítica y luz sobre lo oscuro. Afterpop no es una lección. Es una guía, abierta, amplia y acogedora, pero no sencilla de penetrar. Su mayor atractivo es, permítanme, su complejidad. Una idea no es mejor cuanto más enrevesada se presente, pero en el libro de EFP, ese elemento –la sobresaturación de nombres y referencias, la catarata expansiva de anclajes, ejemplos y citas- es una simple gozada. Ampliemos esto: en cada uno de estos ensayos hay sufiente material para sostenerse por sí solo; pero el armazón conceptual se afirma, se agiganta, mediante elementos que “narran” su situación geo-cultural, su “aquí y ahora”. Afterpop no es un ensayo. Es un hallazgo: de una forma de pensamiento reptante, sinuosa, aglutinante, incómoda, pérfida y pervertidora. No hay nada fijo, ni tesis ni leyes. Es un relato de ideas. Algo recorre su articulación: la voluntad de no dejar títere con cabeza. No es iconoclastia pura y estéril. Es salvaje y fértil iconoclastia. Y tan, tan brillante, que ciega.

12.09.2007

La Metafísica y el mono (reseña)

por carolinkfingers

Publicada en Go Magazine, septiembre 2007.

“La Metafísica y el mono”
Carlos Eugenio López
Lengua de Trapo

Ya me dirán qué tiene que ver la metafísica con el mono. Lo mismo que el tocino con la velocidad. Lo mismo que ciertos insufribles mamotretos con la literatura, cuyo valor se otorga al peso o por las veces que hay que pasar página. Sobre estos libros y aquellos lectores de boca grande parece querer, este libro, hacer sátira: una monumental, inflamadísima sátira. Antes: “La Metafísica y el mono” es epopeya, “relato de formación”, narración autobiográfica de un griego, Alexandros, del siglo XIX; obra que, supuestamente, acumula una enorme tradición crítica: nada menos que 268 notas al pie, de una serie de críticos tan inventados como los personajes. Durante: un irreprochable caudal léxico que tan pronto es singularmente adecuado al momento y lugar de la acción como se carga de neologismos y voces peculiares; una cantidad tal de infortunios, desgracias, vueltas de tuerca del destino, sobre los cortos años de este chaval (narrados desde la madurez) que desalienta; un gusto por las reflexiones morales sin conclusión posible, donde la filosofía queda al nivel de la mierda de burro… Y la morosidad: el relato es desarrollado en una lentitud de acontemientos de tan baja frecuencia que acaba con la paciencia de cualquiera. Una hipérbole, una desmesura de fondo y forma que no hay manera de coger, ni en serio ni en broma. Al final de todo este viaje: la sensación de quien no lea en la entrelínea de la hipérbole será la de haber sido timado. Setecientas cincuenta páginas, amigos. Después.
30.08.2007

Eno: Another Green World

por carolinkfingers




¿Por qué acordarse ahora de un disco parido hace más de treinta años? Llámenme nostálgica, pero a día de hoy aún me asombro con la audacia conceptual y belleza formal de este álbum, parido en tal estado de gracia, que hace más que pertinente remontarnos a cuando usábamos chupete. Brian Eno podría ser mi padre, pero por fortuna no lo es y podemos volver una y otra vez a este retro-vanguardista mundo verde.

Porque, en lugar de estar poniendo en orden su vida como buen burgués, entre 1973 y 1975 Brian Eno estaba desgastándose la vista entre sintetizadores y magnetófonos, poniendo a parir la idiosincrasia de la canción pop y dando los primeros pasos en la academia de gurús, donde se graduaría poco después.

Another Green World” pertenece a una etapa especialmente prolífica del británico, justo después de abandonar Roxy Music (con Ferry no había convivencia posible), en la que Eno abraza sin timidez su “misión” en el mundo y bombardea, literalmente, con ideas, experimentos y discos. Cuatro ídem en tres años (“Here Come the Warm Jets”, “Taking Tiger Mountain (by Estrategy)”, el que nos ocupa y “Discreet Music”), más otro firmado en comandita con Robert Fripp (“No Pussyfooting”). Cualquiera de estos te lo puedes coser a la oreja de aquí hasta que te mueras, pero “Another Green World” contiene las suficientes preguntas como para ser considerado un pilar: con él, su autor se deshacía de numerosos postulados rockistas y, por delante de él, ya (casi) nada iba a ser igual.

Un estudio es una casa

Verano de 1975, Brian Eno y sus secuaces (entre ellos Paul Rudolph, Percy Jones, Phil Collins, John Cale y Robert Fripp) se encierran en los estudios Island de Londres para grabar un disco. El mentado se propone probar la flexibilidad y capacidad de respuesta de los músicos en una situación desconocida: aparte de la cafetera del rubio funcionando a plena máquina, no llevan nada escrito ni preparado. El proceso da de sí catorce cortes, de los que cinco son canciones “estándar”, y cuya secuenciación en el disco es primorosamente dispuesta, en una progresión de sentido que puede llamarse “conceptual”. Si tuviésemos en las manos la edición vinilo, además, apreciaríamos los ritmos, texturas e intenciones sensiblemente distintos de ambos lados: la cara A concentrando las pequeñas epopeyas pop de formas clásicas y arreglos marcianos (“I’ll come running”, “St. Elmo’s fire”); el lado B diluyéndose en piezas instrumentales, espaciosas y tersas (la preciosa “Becalmed”, la hipnótica “Sombre reptiles”), que preludian la llegada del hedonismo “ambient” al que se dedicaría en breve.

Eno se hace dueño y señor de la mesa de mezclas, y toca y modifica la cadena genética de cada instrumento: en “Another Green World” nada es lo que parece. Las cintas, los filtros pasan a ser instrumentos ellos mismos; algo en lo que este disco (y algunos más de la época) es pionero. Brian Eno usa el estudio para generar frecuencias y timbres nuevos, y luego nos divierte con nombres entrañables como “snake guitar” (“porque tiene esa cualidad líquida, llena de nervio y velocidad”, diría en una entrevista), “castanet guitar” (tocada con mazos y pasada después por filtros sucesivos, hasta que suena mismamente como unas castañuelas) o “Leslie piano”. No sólo de efectos está hecho el mundo verde, porque Eno sabía muy bien con qué intérpretes contaba: el más memorable es sin duda la “Whimshurst guitar” que Fripp, inspiradísimo, pegó a los compases finales de “St. Elmo’s fire”, imitando con las cuerdas de su Les Paul el comportamiento errático e impredecible de un generador de alta potencia. La voz neutra y andrógina de Eno canta las pocas letras que se escuchan en el disco, en las que importa su sonoridad y no su significado. En las últimas fases de la producción, Eno se divirtió desechando parte del trabajo, eliminando pistas superfluas con las que, según él, sólo oscurecía el resultado. Ese resultado es felizmente desafiante, nada acomodaticio y radicalmente pop.

El mundo ha rodado demasiado deprisa los últimos treinta años pero, en lo musical, la culpa es en parte de Brian Eno. Desde el shoe-gazing a la electrónica minimal, sucesivas camadas de músicos le deben una porción de sus creaciones. Yo me someto a menudo a una regresión voluntaria, y me sumerjo en el mundo preter-digital, helado y verde de “Another Green World”. Sabiendo lo que sabemos, el ejercicio resulta de lo más sano. Que venga Freud a decirme lo contrario.

//Este artículo fue publicado en GO Magazine en marzo 2006, ¿por qué lo rescato ahora? Porque me gusta lo suficiente. Y porque no tengo ganas de escribir.//

Acerca de Carolink Fingers
El blog Carolink Fingers está hecho con Wordpress 4.8.12 para ZEMOS98.
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