Hace unos días escribía nuestro querido amigo Joan Carles Martorell en el blog ¿Alguien dijo contenidos? (perteneciente a uno de los talleres que impartió, bajo el mismo título, durante los Encuentros Regreso al Futuro, en la 10a edición del Festival Internacional ZEMOS98) un hilo de debate sobre The Wire. Tengo pendiente contestarlo, pero antes y como introducción me centraré en cuestiones genéricas de la serie (sin spoilers) y en una explicación de por qué la considero la obra audiovisual más completa que he visto en muchos años.
García Márquez decía que admiraba a los compositores de boleros porque podían contar una historia de amor en tres minutos mientras que a él le llevaba seiscientas páginas. Bien. CSI es un bolero. The Wire es ’El amor en los tiempos del cólera’.
Hernán Casciari
Ahora bien, ¿por qué triunfa este formato? Es curioso porque parece que las series han sido la respuesta televisiva ante el supuesto peligro de disminución en las cuotas de audiencia que podía provocar el despegue de Internet en la década de los 2000. Pensemos por un momento, para tomar conciencia histórica: Youtube nació en 2004 (The Wire se inicia en el año 2002, por ejemplo). Es decir, una de las herramientas que ha revolucionado el mercado de la producción y el consumo audiovisual sólo tiene 6 años. Se suponía que la gente debía ver menos TV e ir menos al cine. Y resulta que en realidad es así. Lo que se hace es usar internet para descargar cine y TV y verlo sin cortes de publicidad. O sea que la fórmula es: se consume más cultura audiovisual que nunca, pero los audímetros no están al tanto, ¿no?
Otra de las razones de la consolidación del formato es que permite desarrollar en su complejidad una historia. Y no hablo como en España tomamos esa idea: una serie comienza siendo una sátira cómica y termina convirtiéndose en un melodrama con más muertes que cambios de plano (Los Hombres de Paco). No, me refiero a re-distribuir el protagonismo de los personajes. Me refiero a deconstruir la idea de los personajes-cliché (de Grissom en CSI siempre se espera que diga la frase atinada, que dé con la idea que todo el mundo desea escuchar, etc.). En The Wire fluyen los sentimientos hacia los personajes tal y como pueda pasar en la vida real: un día los quieres, otro día los detestas, otro día no los entiendes, otro día te apiadas de ellos. En The Wire no hay ni buenos ni malos, todo forma parte del juego.
La delgada línea que establece la serie entre la realidad que representa y la realidad misma hace traslucir un increíble trabajo de guionización. Es obvio que para que eso sea así debe darse un componente que lo explique: tal y como indica Casciari, uno de sus creadores, David Simon, “trabajó durante trece años como redactor de sucesos policiales en el Baltimore Sun, el periódico de Baltimore donde transcurre The Wire. Es decir: sabe de lo que habla”. Pero no basta con saber de lo que se habla. Además deben conjuntarse dos aspectos más: realización e interpretación.
Supongo que os habrá pasado alguna vez. A mi sí. Se trata de ponerle en la cabeza música a una situación. Se trata de hacer un videoclip acerca de lo que nos sucede en realidad. Debe tener que ver con los efectos neurológicos de la persistencia retiniana unido a un alto volumen en el consumo de productos audiovisuales. Pero incluso cuando haces esto, siempre te acabas dando cuenta de que la realidad es todo aquello que escuchas fuera de tu cabeza. Así que cuando están a punto de atropellarte, cuando te deja tu novia o cuando muere un familiar querido… la realidad deja de sonar por un instante y tú le pones música al momento. Somos nosotros y nuestros sonidos. Pero al final, siempre vuelve el resto. Siempre vuelven los coches, los pájaros por las mañanas, las máquinas chirriando en las obras, los gritos de los vecinos. La realidad y sus vulgares sonidos siempre vuelven.
Y eso ocurre en The Wire: no hay música extradiegética (mención aparte merece el trailer (en sección vídeos, donde pone spot) que se hizo por parte de Digital + en España, donde para poder vender la serie y hacerla más atractiva, los habilidosos montadores patrios hacen un tendencioso montaje donde sintetizan la serie como si fuera una película de guerra, donde se dedican a añadirle efectos de post.producción con calidad dolby-sorround y donde añaden una lamentable música más propia de The Matrix). En la serie no se recurren a fórmulas edulcoradas, no se ’post.dramatiza’ ninguna situación. Es un tipo de narrativa honesta con respecto a la realidad. Un disparo tiene el mismo valor que una risa. Una borrachera tiene el mismo valor que una autopsia. Ese tipo de representación naturalista es lo que nos hace estar tan cerca de las historias, pero al mismo tiempo conscientes de que estamos consumiendo ficción. Si quieres, tú le pones la música. Pero la realidad que está fuera de nuestras cabezas suena como en The Wire. Tal cual. Así de vulgar o así de maravillosa.
Y es que The Wire no es una serie policial. The Wire es una serie sobre la realidad y su representación. Es una serie sobre la vida en la gran ciudad, sobre las relaciones complejas entre política, educación, violencia, pobreza, periodismo… y también sobre las relaciones complejas entre seres humanos y su lucha por, lo que Joan Carles denomina en su post, el micropoder.
Por eso The Wire es como las gafas que sirven para ver el cine en 3D. Una vez has visto la serie crees tener claves que antes no tenías sobre lo que sucede a tu alrededor: sientes ver todo con nitidez. Ves un caso de corrupción que sale en prensa y puedes releer entre líneas las mentiras teatralizadas. Ves una noticia sobre el índice de fracaso escolar y puedes atinar quién mandó a escribirlo. Ves un éxito policial en TV y a los políticos vanagloriándose de ello y sabes que detrás seguro que hay alguna negligencia que se ha terminado convirtiendo en un éxito no pre-meditado.
The Wire es como la vida, y la vida es juego.
(que diría Calderón, no de la Barca, sino en el de la NBA).
¿En The Wire no hay malos? Yo discrepo. Marlo es un psicópata homicida, un bastardo desalmado. No concibo otra encarnación del mal. La cuestión no es si en The Wire hay buenos y malos, que los hay, sino si ese es un tema principal de la serie, un vértice moral a partir del cual estructurar los personajes y sus relaciones. Y la respuesta es que no. Sin embargo, The wire es una serie profundamente moral, o por lo menos se hace muchas preguntas respecto a la naturaleza moral de las cosas.
ahora no tengo otra cosa en mi cabeza que conseguir la serie y verla enterita…
gran artículo
Otra razón para el éxito de las series es que se adapta mejor a la saturación publicitaria de la televisión. La gente ya no ve películas en TV porque es incapaz de aguantar hasta el final. Un episodio de 50 minutos convertido en hora y media de emisión es más digerible.
Las micropantallas (iphone, psp, etc) también facilitan las microsesiones (15 minutos en una cola, 10 esperando el autobús…). Las series que abandonan la estructura del episodio autoconclusivo se leen como un continuo, encadenas el final de un episodio con el principio de otro sin demasiada tensión.
El espectador tipo de cada una de esas dos situaciones es redicamente distinto, pero encuentra que el producto se adapta a su estilo de consumo.
Ahora bien… ¿no os parece que la producción audiovisual comercial evoluciona a un ritmo muchísimo menor que el que permiten los habitos de consumo actuales, cada vez mucho más diversos? (independientemente de que TW sea una obra maestra)
sufro síndrome de abstinencia desde que terminé the wire y cuando tengo el mono releo tu post con entusiasmo. Joder! creo que no voy a poder ver más series después de esto!
saludos!
¡Cojonudo! Gracias…