El libro Evaluar, ¿para qué? de Mª Antonia Casanova, editado por La Muralla en 2025, dentro de la Colección “Aula Abierta”, dirigida por la misma autora, nos pone en situación de todo lo que debemos conocer sobre la evaluación, haciéndonos conscientes de la normativa legal que está vigente y que en la mayoría de los centros no se cumple. Leer a Casanova es garantía de aprendizaje y reflexión, en beneficio de la calidad y transformación educativa.
Este libro es una recopilación de artículos que Casanova ha ido publicando desde 2010 hasta 2024, todos relacionados con el tema de la evaluación, su concepto y las diferentes problemáticas en torno a las nuevas regulaciones legales, acontecimientos inesperados como la pandemia y el confinamiento, de reflexión acerca de la actualización del profesorado, de la importancia que tiene como guía para la enseñanza, de las características que debe adoptar para atender a la diversidad del alumnado. Presenta veintinueve textos que nos podrán ayudar a la reflexión y el debate con la finalidad de mejorar nuestras actuaciones en el aula. “Me parece importante crear un ambiente de reflexión en torno a un factor de calidad sistémica como es la evaluación, en este caso de los aprendizajes, aunque, como es evidente, se podría extender a la evaluación institucional para avanzar también en la mejora de las escuelas como generadoras de cambio”, nos dice Casanova.
Este libro debe ser de obligada lectura para el profesorado, es necesario que, en la mayoría de los casos, cambiemos la cultura de la evaluación en beneficio de la calidad educativa, la transformación de la sociedad hacia la democracia y la mejor atención a la diversidad.
Casanova nos recomienda una evaluación formativa en la que el alumnado vaya aprendiendo en el proceso de aprendizaje y el profesorado vaya subsanando aquellas cuestiones que no han quedado claras y debe cambiar en su programación docente. Es decir, la evaluación es un proceso formativo que debe ayudar en el camino a solventar dudas y cuestiones que se van presentando en el aprendizaje.
Legalmente debemos ajustarnos a una evaluación formativa que vaya educando durante el proceso y que atienda a la diversidad del alumnado. No podemos seguir con exámenes que marcan diferencias y que llevan a la competición. «La evaluación más importante para los resultados del aprendizaje es la que se lleva a cabo a lo largo del proceso de enseñanza-aprendizaje. Lo importante para aprender es que el propio alumno sea capaz de detectar sus dificultades, comprenderlas y autorregularlas» (Sanmartí)
No podemos cerrar las puertas al conocimiento que nos facilitan las tecnologías de la información y la comunicación, debemos aprovechar todo lo bueno que nos han traído para facilitar nuestra labor docente. “Los avances de la ciencia, las humanidades, la tecnología, la neurociencia, la psicología y, como no, la inteligencia artificial, deben incidir en la innovación educativa si se quiere que los estudiantes de ahora terminen sus etapas educativas preparados para la sociedad en la que vivimos”.
Nos dice Sanmartí en el prólogo de “La evaluación formativa” de Morales y Fernández, que el interés de ese libro proviene, precisamente, de que ayuda a repensar la visión de la evaluación dominante y a conocer nuevas prácticas orientadas a que la evaluación que apliquemos resulte realmente útil para aprender a todos los estudiantes, conocimientos de todo tipo que sean significativos y socialmente relevantes. Es decir, lo que actualmente explicitamos como saberes competenciales.
Nos relata Miguel Ángel Santos Guerra en su libro “La evaluación como aprendizaje. Cuando la flecha impacta en la diana” que la evaluación puede servir para muchas finalidades simultáneas:
Si preguntamos sobre ellas veremos que las del grupo B serán las más aceptadas, pero, si preguntamos por la realidad de lo que se hace, serán las del grupo A las que más se consideran reales. ¿Por qué se da esta significativa discrepancia? ¿Por qué no coinciden las finalidades reales con las ideales?.
Nos dice Casanova que educar es más que instruir. Educar es formar personas en todo su ser: afectividad, sociabilidad, sensibilidad, conocimiento, profesionalidad… ámbitos educables y en los que no se actúa por separado, sino que constituyen un todo global, holístico, que se trabajará desde el nacimiento hasta los últimos días de vida.
En esta concepción de la educación solo cabe una evaluación formativa que atienda a todos los aspectos de la persona y que ayude a que la futura ciudadanía forme una sociedad más democrática, más justa, más solidaria, más diversa, más colaborativa… Solo tenemos que respetar las leyes vigentes y estaremos cumpliendo con el desarrollo de la personalidad de nuestro alumnado para que sepa desenvolverse en la sociedad del momento.
Nos dice Casanova que es evidente que la educación precisa de un cambio profundo y radical con objeto de preparar a las personas para su desenvolvimiento satisfactorio, tanto a nivel individual como social. La educación debe lograr especialistas en ser personas, como demanda la vida y especialistas profesionales, como demanda la sociedad. Y si hablamos de educación, estamos hablando también de evaluación.
En definitiva, un libro necesario para los profesionales de la educación de todas las etapas porque estas reflexiones que plantea Casanova les van a ayudar al debate y al replanteamiento de sus programaciones didácticas, de su cambio de metodologías y consecuentemente del cambio tan necesario en la evaluación.
Puedes ver la reseña completa en El Diario de la Educación, publicada el 11 de abril de 2025.