En los últimos tiempos proliferan cursos y formaciones de todo tipo dirigidas a potenciar la competencia digital del profesorado y a fomentar el uso de redes sociales como herramientas de dinamización, presentación y creación de contenidos en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Desde mi (por otra parte, discutible) experiencia personal, te aviso que si eres docente y decides usar las redes sociales en tu desempeño profesional puede pasar que…
- Tu jornada de trabajo salte por los aires. Esto significa que te puedes ver un viernes a la una de la madrugada haciendo RT del último mapa publicado por esa cuenta tan molona que sigues o redactando un post sobre tu última lectura pedagógica. ¿37,5 horas semanales? Al loro…
- Descubras a docentes «extraños» que usen palabras «extrañas». Quizá incluso se dirijan a ti y quieran dialogar y compartir propuestas contigo. Vigila, son gentes peligrosas e imprevisibles.
- Te veas más enganchado al móvil de lo que quisieras reconocer. Sí, en el fondo sabes que estás todo el día consultando tus inbox varios (cosa que, por cierto, ya no recriminas tanto a tu alumnado).
- Corres el riesgo de descubrir nuevas metodologías y propuestas didácticas. Esto, de por sí, no es malo, siempre que no te dejes contaminar por las innovaciones del gurú de turno.
- Tengas la sensación de que la batería de tu tablet no dura lo mismo que antes. Aunque, bien pensado, ¿no será que estás todo el día conectado?
- Te descubras diciendo cosas como «a @profeTIC lo desvirtualicé en el VII encuentro de metodologías innovadoras de didáctica de las ciencias sociales para equipos docentes». Sí, que lo sepas: «desvirtualizar», para la gente normal, es un palabro raro.
- Si, a pesar de todo, sucumbes a la tentación de las redes sociales puedes acabar convirtiendo tu muro (y/o TL y/o tablero y/o cuenta de instagram y/o blog) en un espacio de autobombo digno del telediario de TVE.
- Tus alumnos te miren raro y murmuren cuando les propongas crear un grupo privado en facebook, whatsapp, moxtra o cualquier otra red social.
- Te descubras creando «cápsulas formativas», participando en «laboratorios metodológicos virtuales» y compartiendo tus logros y descubrimientos mediante hashtags como #eduhackers, #edulab o #eduinnovation (siempre en inglés, claro, que es más molón).
- Te apuntes a mil y un saraos educativos sobre innovación pedagógica. De aquellos a los que no pudieras asistir seguirás las sesiones en streaming, leerás las actas y/o conclusiones y te harás recopilaciones con los hashtags empleados en el evento. Además, te autocastigarás usando el libro de texto en la siguiente unidad prometiéndote no volver a ausentarte nunca jamás a unas jornadas didácticas.
- Tu lector RSS te facilite a diario más contenidos de los que serían capaces de leer todos los miembros de tu departamento dedicando su jornada completa a ello. Parece que estás condenado a tener siempre una lectura pendiente…
- Un día suene el teléfono o recibas un mail invitándote a explicar aquel proyecto que publicaste en tu blog hace semanas o meses. No te vengas arriba y sospecha de quien te invite, piensa que seguramente también es un profesor que usa las redes sociales en su trabajo.
- Escribas posts divertidísimos y superingeniosos a 4 manos (e incluso a 6; cabe la posibilidad que a 8) con otros docentes igual de divertidos e ingeniosos que tú y colapséis los muros (y/o TLs y/o tableros y/o cuentas de instagram y/o blogs) de vuestros seguidores.
- Te ofrezcas a gestionar las redes sociales de tu escuela diseñando un plan de comunicación detallado y exhaustivo que nunca nadie leerá ni tendrá en cuenta pero que tú ejecutarás con precisión quirúrgica.
- A menudo se haga un silencio incómodo cuando entres a la sala de profesores. Se acabó, eso es que ya te han descubierto. Que sepas que te has convertido en el freak oficial del claustro.
Creo que encontrarás algunos riesgos (o ideas) más por aquí:
#Tprofes. Que conste que yo te he avisado…