La Colina de Peralías
13.09.2016

Pedagogía del afecto

por Dolores Álvarez

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Cuando a un alumno o alumna se le ama el aprendizaje viene por añadidura. De todas es conocida la frase «Es que ese profe me cae mal…» eso le predispone a odiar la materia que se esté enseñando y marca una barrera entre las personas y el aprendizaje. Si por el contrario la relación con el profe va bien, el estudiante se esmera por no defraudarlo y se preocupa, se emociona, aprende sin darse cuenta.

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En cuanto a la ética del cuidado como enfoque de pedagogía moral, Noddings dice que la meta más importante de la escuela es lograr que los alumnos y las alumnas se sientan queridos(as) y por tanto crezcan llegando a ser personas cariñosas, que aman y son amadas. Esta es la clave de cualquier educación exitosa.

Ella propone cuatro estrategias principales:

1. Ser ejemplo: el educador se convierte en un testimonio de relaciones de cuidado con sus estudiantes. Este ejemplo es clave ya que ésta es una pedagogía en donde se aprende viviendo.

2. Diálogo: el diálogo abierto y honesto es vital para desarrollar relaciones de cuidado. Esto implica que la educadora sea capaz de escuchar y de responder a las necesidades y sentimientos de los estudiantes.

3. Confirmación: significa aceptar que los educandos están en una búsqueda sincera de sí mismos. Esto requiere que los educadores atribuyan el mejor motivo posible a las acciones de los estudiantes de acuerdo con las circunstancias. No se trata de alabar a los estudiantes ingenuamente, sino de llegar al fondo de las motivaciones. Esta estrategia implica cambiar la actual mentalidad docente que parte de una desconfianza natural hacia el estudiante y sus motivaciones.

4. Práctica: aprender haciendo. El cuidado se aprende cuidando. Por lo tanto hay que posibilitarles a los estudiantes oportunidades para que, en la medida de su crecimiento, puedan también aprender a cuidar de otros. Los programas de servicio a la comunidad podrían orientarse desde esta perspectiva. En un país que se debate en la violencia y el desprecio por la vida, este enfoque nos puede brindar posibilidades para reconstruir las relaciones sociales desde lo más básico. En el marco de las competencias ciudadanas, el enfoque nos enseña una manera de desarrollarlas en todos los ámbitos escolares».

Reproduzco un texto aportado por Carlos Iñón, docente en Escuelas de Psicología Social de Argentina.

«Los alumnos y alumnas quizá no recuerden lo que les enseñamos, pero sí recordarán cómo les tratamos».

Pedagogía del afecto

Investigaciones vinculadas a la neurociencia concluyen desde hace tiempo en un descubrimiento tan simple como fenomenal: el afecto modifica el cerebro de las personas. Un niño o niña expuesta a relaciones y demostraciones de afecto, no sólo se desarrolla distinto a uno carente de afecto, sino que su cerebro cambia y, por tanto, se modifican sustancialmente sus posibilidades y capacidades como persona. ¡Así de importante es el afecto!

Por su lado, estudios y evaluaciones en el ámbito de la educación vienen consistentemente mostrando que el factor decisivo en la relación maestro-alumnos y en el logro escolar asociado a esta relación no es ni la calificación ni la experiencia docente. Es el afecto. Los profesores que consiguen mejores relaciones y resultados con sus alumnos son aquellos que cultivan la empatía y la simpatía, les brindan comprensión y cariño, depositan en ellos altas expectativas y se lo hacen saber, apuntalan su autoestima, les ayudan a confiar en sí mismos, les estimulan y alientan constantemente.

Y es que el Amor es parte consustancial de la Calidad de la Educación: no es un componente aparte, un agregado a antojo, un insumo al margen. No existe «calidad y calidez», como oferta el cliché: la calidez es inseparable de la calidad.

Pedro no aprende rápido. Pronto es tildado de tonto y abandonado a su suerte. Termina repitiendo el año y, poco después, retirándose de la escuela. Condenado y culpabilizado, Pedro queda marcado de por vida, predispuesto para el fracaso. ¿Cuánto de ello podría haberse evitado con un poco más de atención y de afecto, tanto de los padres como de los profesores? ¿Acaso habría sido Pedro otra clase de alumno, otra clase de niño, si no se hubiese sentido solo, ignorado, incomprendido?

Teresa tiene dificultades con matemáticas. Uno tras otro, profesoras y profesores contribuyen a reforzar su (auto)imagen de incapaz, de niña que deberá contentarse con un rol doméstico, sin aspirar a demasiados estudios y, mucho menos, a una profesión o un oficio más allá de las tareas del hogar. ¿Qué habría sido de Teresa si hubiera encontrado el profesor o la profesora empeñados en ayudarle a identificar y desarrollar sus talentos en vez de sus debilidades? ¿Dónde estaría Teresa si alguien se hubiese percatado que dibujaba y le hubiese convencido, a tiempo, que tenía aptitudes especiales para el dibujo?

Los casos de Pedro y Teresa son reales, y lastimosamente abundan en el mundo y a nuestro alrededor.

Por eso, si hemos de elegir un elemento a cambiar en nuestros sistemas educativos, optemos por el afecto. No cuesta un centavo, no implica trámites ni consultas, no requiere cursos ni postgrados ni tecnologías ni estándares ni expertos. No hay política educativa, reforma curricular, capacitación docente, pedagogía o tecnología que pueda tener repercusiones tan significativas y duraderas sobre niños y jóvenes y sobre el futuro de la educación como una profunda reforma en el mundo de los afectos, tanto en el hogar como en el sistema escolar.

Rosa María Torres (Educadora y Activista social)
Reproducido en diario La Capital, Rosario, Argentina, 5 marzo 2011

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comentarios

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Que importante, cuando asociamos una imagen con un acontecimiento; equivale a la imagen de un docente con sus actitudes. Muy cierto, lejos de importar paquetes de sistemas educativos que no nos pertenecen y que tenemos que contextualizar y adecuar, optenmos mejor por el afecto.

Gracias Fidelia por tu comentario. Saludos.

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