La otra noche vi en la televisión, por casualidad, la película «Los niños de san Judas» y , aunque hace ya tres o cuatro días, aún me ronda por la cabeza y no dejo de recordar la tremenda brutalidad que supusieron estos tipos de internamientos para niños que ya venían de una desintegración social y que en su corta vida no habían conocido el amor necesario para el buen desarrollo de la mente de estos adolescentes.
La educación no entra con malos tratos, la educación entra con amor y con respeto hacia el alumnado.
Cuando ese profesor seglar entra en el Reformatorio y empieza a tratar a los niños con cariño, consigue en un curso lo que los otros religiosos no habían conseguido, los niños empezaron a leer.
Evidentemente en estos tiempos, en la escuela, no se trabaja con estos métodos y esta rigidez de normas pero… creo, que aún siguen existiendo profesores y profesoras que siguen pensando que eso es lo que vendría bien para este alumnado que no sigue las normas establecidas.
Es más fácil enseñar que educar y a esto se agarran,¿ inconscientemente?, todo ese profesorado que olvida el trato con el alumno que piensa que hay que marcar distancias, que hace de su libro de texto la opción más segura para que nadie se le salga del carril.
Acercarse al alumnado, saber de sus personas, de sus familias, de sus pensamientos y sentimientos… va sembrando camino hacia la verdadera educación, esa que hace crecer a las personas y favorece el camino del aprendizaje significativo.