En el día que escribo este artículo, 9 de marzo de 2017, se está llevando a cabo la primera huelga educativa contra el nuevo gobierno de Rajoy. Es una manera de verlo, porque ninguna huelga está al margen de las opciones políticas, si no pregunten por qué razón FSIE, CSIF y ANPE y la CONCAPA no apoyan esta huelga. La huelga está convocada, sin embargo por la Plataforma Estatal por la Escuela Pública que está compuesta por los sindicatos CCOO, STES, UGT y CGT, el Frente de Estudiantes, Sindicato de Estudiantes, Estudiantes en Movimiento y Faest; los padres de Ceapa y los Movimientos de Renovación Pedagógica. Sin necesidad de nombrar opciones ideológicas, me parece bastante claro donde está planteada la situación; que nadie se llame a engaño. Es una posición de fuerza desde el frente social, sindical y político contra la LOMCE y las políticas neoliberales que lleva practicando el gobierno del PP y todos aquellos gobiernos que han secundado sus decisiones contra los derechos básicos.
A partir de ahí se pueden elaborar diversas razones sobre la conveniencia o no de secundar la huelga. Eso es tan así que un mismo argumento, puede servir para ir a la huelga o lo contrario. Nada novedoso, por otro lado, mi experiencia profesional me lo ha demostrado de manera clara muchas veces. También soy consciente que hay razones ocultas que están en lo más profundo de cada persona para tomar decisiones en un sentido u otro, son respetables todas, pero en este momento hay algo que quizás no lleguemos a comprender o ni siquiera lleguemos a ver.
Cuando observo la baja participación del profesorado en la huelga, no quiero creer que estén de acuerdo con los recortes, ni tan siquiera con lo que supone la LOMCE, pero los hechos me demuestran lo contrario. No ir a la huelga en el día de hoy por un lema tan potente y claro como el actual y esconderse en excusas más o menos poderosas es ir en contra de sus propios intereses personales y profesionales. La situación actual puede ser una quimera en los próximos años. El profesorado de la enseñanza pública puede comprobar en poco tiempo, si no lo frenamos, como la precarización del trabajo dejará de ser una amenaza pasajera para convertirse en una realidad dolorosa. La privatización de la educación pública es una amenaza del actual sistema sobre los derechos del profesorado actual y si no quieren verlo, se toparán de bruces con la realidad.
Estamos en una situación novedosa que está por encima de sindicatos, partidos y personas. Nos encontramos en una encrucijada de carácter civilizatorio, estamos viviendo momentos de cambios estructurales en la sociedad actual que serán en una dirección u otra en función del peso de la fuerza social y política que seamos capaces de tener. Esta huelga, con otras acciones como las diversas mareas y movimientos como los de las mujeres y hombres por la igualdad real, que ayer 8 de marzo tuvo una presencia en las calles de manera muy fuerte, son ejemplos de la necesidad de estar por encima de todas las razones particulares que tengamos para no estar en las movilizaciones que se nos planteen. Nos jugamos el presente y el futuro. La presencia mayoritaria de jóvenes es muy esperanzadora porque supone un cambio rebelde ante una situación socio-política que les amenaza con hechos reales, más allá de malabarismos ficticios del gobierno. Estas acciones son, se quiera o no, ideológicas y, por supuesto, políticas, es una forma de hacer posible otras políticas, las personas deben saber que la amenaza de los poderes financieros, que no paran de incrementar beneficios de manera permanente ya se ha convertido en realidad, quieren más, lo quieren todo; no se trata de un amago, se trata de un ataque frontal contras los derechos básicos de las personas. No es solo una cuestión de clase, es una cuestión de civilización. Si perdemos esta batalla estamos abocados a un retroceso brutal que no lograremos comprender como ha sido posible, porque las dimensiones serán tan grandes que lo que hoy son recortes o austeridad pasajera se convertirá en una realidad estructural insalvable.