Ayer fue uno de esos días que te gustaría salir al balcón de casa y gritar desaforadamente ¡¡¡¡No estoy de acuerdo!!!!. Nos ha dejado un gran compañero, un gran colega y , sobre todo, un gran amigo.
Jesús Zurdo San Segundo, maestro que utilizaba la música clásica en sus clases de primaria, por muchas razones, pero seguramente por una por encima de otras, porque le gustaba y le parecía que lo que gustaba a él, era bueno. Él era así, de firmes convicciones, contra viento y marea, aquello en lo que creía era su mejor baluarte, probablemente su origen castellano tenía que ver algo con este modo de ser.
Sabía de él, que no era amigo de los panegíricos que se montan cuando fallece algún personaje de cierta presencia pública. Lo habíamos comentado alguna vez juntos, una vez muerto, todos buenos, aunque mientras vivía fuera vilipendiado a diestro y siniestro. Y por ello no seré yo el que falte a esa coherencia tan fuerte que Jesús ha tenido siempre como bandera. Era conocido que no coincidimos en muchas ocasiones en decisiones que se tomaron en el seno de nuestra fuerza política, no es ningún deshonor decirlo y menos hoy. Discrepancias sí, pero siempre con el máximo respeto y educación no exento de cierto orgullo propio de su forma de entender las cosas. Siento una gran admiración por él por ser como era, aunque, a veces fuera causa de un cierto distanciamiento.
En el plano profesional, trabajamos juntos en el colegio Gil López durante un par de cursos y ahí tuvimos la oportunidad de compartir sensaciones, pensamientos comunes que fueron una manera de acercar nuestras ideas no sólo pedagógicas sino políticas. Es evidente que en la escuela la política parece no tener presencia, pero coincidiamos que eso no era cierto, las formas de ver las cosas que ocurren y de cómo se afrontan siempre supone una posición política, lo cual no es lo mismo que partidaria. No es posible ser neutral en educación, pero lo que no se puede ser es sectario y en ello estábamos de acuerdo.
No soportaba su pasión por El País, la «biblia» decía de este periódico como justificación de su empecinamiento de la compra y lectura diaria, era su sustituto de las prácticas «eclesiásticas» que tanto denostaba. Menos mal que la balanza la equilibraba con su pasión por la lectura que compartía con Inma, su compañera del alma y, algunos amigos más, que de alguna manera rivalizaba en cuanto a volumen de lectura, en definitiva una persona con una cultura inmensa, cinéfilo, amante de la ópera y de la música clásica, en general, y de la historia que compaginaba con la pasión por la fiesta de los toros, que no por los toreros mediocres o perfileros o simplemente un impenitente madridista que lo pregonaba a toda voz, a pesar del varapalo que le supuso que su hijo tuviera carné del equipo de Heliópolis. Aguantó como pudo toda clase de comentarios ante la época majestuosa del equipo, rival genético, el Barça de Guardiola. Cuántas calladas por respuesta, ante la evidencia de la superioridad culé.
En definitiva, amigo y compañero Jesús, ya sé que no eres amante de este tipo de cosas y que seguramente no la hubieras leído, pero he creído un deber fraternal decir lo que he dicho entre otras razones porque me parecía de justicia y de otra manera no sería capaz de hacerte llegar mis sensaciones derivadas de nuestra larga relación personal.
Un abrazo para Inma y Jesús y para tí un gran recuerdo que mantendrá viva la llama de tu saber y coherencia
No me lo puedo creer, no quiero creerlo, me niego a perder ese abrazo casi anual cuando lo encontraba casualmente tras una comida de colegio que terminábamos en el Viso. Ha sido de esas personas que siempre recuerdas con cariño y con la que esperas coincidir algún día. El otro día sin saber por qué me acordé de él y del tiempo que hacia que no lo veía. ¡Qué gran tristeza me invade, qué pena!
Un Maestro! Y mejor persona. Daba gusto estar en desacuerdo con él. Un tío íntegro. Un tesoro. Que pena…
Jesús nunca te olvidaremos, un abrazo para tu familia.