En las páginas 28 y 29 del libro de Paulo Freire Política y Educación se puede leer:
«Como no hay educación sin una política educativa que establezca prioridades, metas, contenidos, medios, y se impregne de sueños y utopías, creo que no haría ningún mal que en este encuentro soñáramos un poco. Que nos aventurásemos un poco, que corriéramos el riesgo de pensar en ciertos valores concretos que pudieran ir incorporándose a nosotros y a los anhelos de ciudades educativas en este fin de siglo que ya estamos viviendo y que es también fin de milenio.
Uno de esos sueños por los que luchar, sueño posible pero cuya concreción requiere coherencia, valor, tenacidad, sentido de justicia, fuerza para luchar, de todos y todas los que a él se entreguen, es el sueño de un mundo menos feo, en el que disminuyan las desigualdades, en el que las discriminaciones de raza, de sexo, de clase sean señales de vergüenza y no de afirmación orgullosa o de lamentación puramente engañosa. En el fondo es un sueño sin cuya realización la democracia de la que tanto se habla, sobre todo hoy, es una farsa.»
Son palabras dichas en el año 1992 pero que tienen hoy una gran vigencia, porque el mundo actual está desandando los caminos emprendidos en busca de un mundo más justo y, por el contrario, esta sociedad cada vez es más injusta y más desigual. por eso es necesario seguir soñando, por un lado y, por otro, trabajando y luchando para conseguir ese sueño. Y una de las formas de luchar para conseguir ese sueño es transformar la educación, para que se ponga al servicio de un mundo mejor, mas igualitario y más justo.