Carolink Fingers
17.02.2009

Un piano es un piano

por carolinkfingers


Hauschka es el nombre artístico de un pianista que mantiene una extraña relación con su instrumento, con el que convive hace muchos años: lo aporrea, le introduce objetos, le busca las cosquillas. Cosas del amor. Ésta es mi reseña, publicada hoy en portada de notodo.com, de su último disco, Ferndoff. (¡Ah, qué bonito, ahora se pueden poner comentarios!)

16.02.2009

El médico

por carolinkfingers

La mujer descorría maniáticamente la cremallera de su blusa celeste. La abría y la volvía a cerrar, sin pausa, sentada ante la mesa del médico.
– Es aquí, y aquí –decía mostrando la otra mano.
– ¿Desde cuándo?
– ¿No me va a recetar?
– En el dedo no tiene usted nada.
La cremallera seguía de arriba abajo, enloquecida, el meñique dentro del aro del tirador, lacado y brillante.
– Me refiero a lo otro.
– Está usted sanísima.
– Y ¿este agujero?
El dedo se detuvo abajo del todo. Del cierre afloró un ramillete de piel blanquísima, con un botón encarnado del tamaño de una chuchería.
– Mire bien.
El médico bizqueó.
– Me duele tanto –dijo ella, hundiéndose el dedo meñique en el agujero rojo. Componiendo el gesto, él declaró:
– Será un momento.
Tomó la mano de su paciente, la apretó contra la mesa y, sacando un machete de algún bolsillo bajo la bata, cercenó el dedo pequeño, sin emoción.
La mujer, entonces, comenzó a sangrar abundantemente del botón rojo.
– Hala, hasta la semana que viene.
– Doctor.
– Sí.
– Mi marido no me quiere.
– Tráigalo la próxima vez.

//Para mi serie micromonstruos. Me lo pasé tan bien con él, que hice de «el médico» un personaje de mi siguiente relato//

13.02.2009

Avishai Cohen es portada

por carolinkfingers

Bueno, lo fue hace dos días. Yo apagué esto para poder configurar el dominio que tengo hace dos años y no utilizaba, con la intención de instalar ya para siempre www.carolinkfingers.net. Como no me ha funcionado de momento, vuelvo al blogspot de toda la vida.

Y mi reseña no firmada de Avishai Cohen Trio está disponible en la fantástica web notodo.com aunque ya no sea portada.

10.02.2009

Lo que arraiga en el hueso (reseña)

por carolinkfingers


“Lo que arraiga en el hueso”
Robertson Davies
Libros del Asteroide

Entre las novelas de grandes ambiciones, las de Davies llenan un espacio hecho por él mismo de complejidad, astucia, coherencia, estilo y maldita-sea-la-buena prosa. Y entre las abocadas a ilustrar una vida humana, pocos (en la tradición anglosajona se juntan unos cuantos) han llegado tan lejos en la empresa de desmenuzar hechos y circunstancias integrantes de una sola existencia. El escritor canadiense está bien pertrechado contra el analfabetismo de los “límites de la conciencia”, que podría arrastrar un novelista más anticuado; y tampoco es de los que concede excesiva importancia al “viaje interior”. Así, la segunda parte de su Trilogía Cornish es otro ejercicio brillante de osadía en el trabajo imaginativo; de convicción para rellenar todas las zonas posibles de un personaje y de elegancia para descorrer el velo en cada una de las experiencias narradas, mostrando un matiz diferente que el lector, siempre, había pasado por alto. El pellejo de “Lo que arraiga en el hueso” pretende ser una exposición biográfica total, en pos de aquello que a duras penas rastrearía un investigador, ni el más dotado, cuando se trata de entender quién fue alguien ya desaparecido. La tarea es sobrehumana. La suma de intelectualidad vigorosa y sentido práctico hace que la lectura de este libro –y de los demás- se convierta en una fiesta de la inteligencia, una arrebatadora sesión espiritista hecha de puras palabras. Que sea otra novela de Davies es el menor de los alicientes para entrar en ella.

//Reseña publicada en Go Mag, febrero 2009. No complementa la antirreseña, es lo que es//

08.02.2009

Mi cierre particular (a toro pasado)

por carolinkfingers

ADN.es era un diario que yo solía leer. Tal vez, lo reconozco, porque una gran amiga mía era parte de la sección cultural, y me había pedido en los tiempos del beta que navegara por el proyecto en el que se había embarcado tan ilusionada. Pero me quedé todo el tiempo, incluso cuando exigí que alguien borrara mi cuenta de usuario porque decidí que ya estaba bien de andar desperdigándome en estúpidos alter-egos virtuales, dejando huellas poco medidas, que luego, más tarde o más temprano, vendrían a sangrarme con reclamaciones, o chantajes emocionales, o pies sacados del tiesto.

Ésa y otras muchas huellas he querido borrar. Pero yo seguí siendo lectora de adn.es. En pocos sitios se ha podido encontrar, con tal profusión de datos y tan golosa documentación, un perfil tan bien escrito de Aleister Crowley, por ejemplo. En muchos menos encontramos homenajes -y conste que me sobraba tanta foto destinada al macho machete que inunda la lectura de diarios digitales- a iconos de nuestra cultura como la gran Bettie Page. Frente a la pacatería de la información cultural de la gran mayoría de diarios, el aire fresco estaba en adn.es, estuvo. Yo, como otro millón y pico de lectores, me voy a sentir terriblemente huérfana por las mañanas, cuando hurgue entre las pestañas de mi browser sin saber a qué botón darle cuyo combinado de código y buenas prácticas me alegren un poco el día.

Sin embargo, me fue requetemal tratando de convertirme en colaboradora. No explicaré los detalles, pero mi falta de éxito la achaco, más que nada, al hecho de que vivo abstraída de lo que interesa, tanto a los gerifaltes de la cultura como a los extravagantes asiduos a rebuscar en el fango de lo irreconocible.

Fracaso que se traduce en mi baja penetración como redactora cultural en cualquier tipo de prensa diaria, puesto que cuando me ponen en la tesitura aquella de «proponme temas», mis ocurrencias son insólitas, peregrinas, difícilmente manejables, editorialmente superfluas o melifluas. Me sucede con casi todos, pero obviamente no con todos. Menos mal que existen el coordinador de la sección libros de Go Magazine y el director -con toda su trupe- de la revista Calle 20.

En su día, sin embargo, conseguí publicar algo, una breve nota, en adn.es. Llámenlo cruce de circunstancias, me da lo mismo. Esa breve nota que es toda mi historia en este medio da cuenta del tipo de medio que era, capaz de hacerle un hueco incluso a mí. Ante el riesgo de que ya no estén disponibles los históricos dentro de cuatro días, lo copio y lo pego aquí, porque estoy en mi derecho, copyright mediante. La nota data de hace quince meses, noviembre de 2007. Y Gepe sigue ahí, entre mis temas, esperando que haya disco nuevo (ya hay ep nuevo).

Esta misma mañana, mientras compraba el pan en el chino del barrio, un adorable-cuasi-flaite-maravillosamente-fresco acento chileno me asaltó en la forma de una espalda vestida de cuero negro que se alejaba. Cachai?

Gepe trae a Vivamérica el folk chileno evolucionado

Desde Chile, llega Gepe, Daniel Riveros, como parte del variado programa musical del Festival VivAmérica

Madrid | 11/10/2007 | 2 comentarios | Votar
Chile se agita musicalmente, desde inicios de la década del 2000: una nueva generación de artistas, aglutinados muchos de ellos bajo el sello Quemasucabeza, está tomando los espacios culturales y las salas independientes de conciertos. Uno de los que mayor resonancia internacional está alcanzando es Daniel Riveros, más conocido como Gepe, cuyos dos álbumes han sido editados en nuestro país. En 2006 apareció Gepinto, de la mano de Astro, y su más reciente producción, Hungría (2007), acaba de ser editada por el Sello Autor.

En ambos discos, el chileno de 24 años combina con ciencia y elegancia la raíz folklórica de su país -y la herencia de las figuras líricas de Violeta Parra y Víctor Jara- con el pop de origen norteamericano, en especial el cuidado en los arreglos de gente como Brian Wilson. Aunque las influencias y las resonancias implícitas no se limitan a esos dos polos. Sus canciones funcionan como bocetos melódicos sin excesivas pretensiones, donde el azar y la combinación fonética juegan un importante papel; y las letras, hechas de impresiones, oscurecen deliberadamente los significados: «Me gustan las imágenes, la fotografía de algo; sentir las cosas más que describirlas», dice Daniel un día antes de su concierto en la capital.

No es el único que está poniendo en práctica la incorporación del folklor en esquemas pop y electrónicos; el antecedente directo es la argentina Juana Molina, con quien ha compartido cartel en más de una ocasión. En un contexto de relativo aislamiento cultural, propio de Chile, la música de Gepe interesa, además de por su anclaje folklórico, por su falta de prejuicios y su tendencia a la experimentación sonora.

Ya ha visitado nuestro país en discretas giras promocionales. Este jueves 11 se presenta en Madrid, sin acompañamiento, en el marco del Festival VivAmérica (22:00, Anfiteatro Gabriela Mistral en Casa de América). En los últimos días de noviembre, el músico transandino formará parte de Artistas en Ruta, ofreciendo conciertos con banda en varias ciudades: aprovechará para llevar al escenario las canciones de Hungría y las composicones para un tercer disco que dice tener ya listas.


Por fechas cercanas, aparecieron más cosas acerca de Gepe y otros chilenos: aquí y aquí (algún día arreglaré lo de las fotos perdidas).

30.01.2009

Del Brazo de la Locura (II)

por carolinkfingers

¿Cómo se llamaba, pues, cantaor?
Yo, Hilario Mejías, pa servirlo a usted. El rufián ese, ah, dijo que se llamaba Dutoux, que venía caminando cual peregrino desde la zona más despoblada de Francia, y yo le dije que se había desviado mucho del camino de los santos. Como verlo, no lo veía, a lo mejor se estuvo riendo de mí. Pero había muchas risas en aquel sitio, y habría muchas más, hasta que dejó de haberlas. Chiquillos por aquí, chiquillos por allá. Los mismos mocosos que me tiran los huevos podridos de sus corrales se comportaban como las luciérnagas en torno a la luz cuando el francés estaba cerca. Flautista de Jamelís, le puse. ¿Encanto? ¿Belleza? A otro con ésas. Por el dios del cante os juro que ése tenía más años que mis abuelitos si vivieran hoy. Un bicho malo, como esas termitas que se comen mis banquetas desde que el mundo es mundo.


Mientras me decido a dedicarle las horas necesarias para terminarlo, Del brazo de la locura es, cómo no, mi mejor cuento hasta ahora. Y éste uno de sus fragmentos que más me divirtió escribir.

24.01.2009

Lo que decanta en mi sangre (de lectora)

por carolinkfingers

Antirreseña de LO QUE ARRAIGA EN EL HUESO. Robertson Davies. Libros del Asteroide. Enero 2009


A la luz de la novela recién concluida, el trabajo en que me empeño es tonto, miserable, pero eso no me salvaguarda de asumir la más estricta disciplina en pos de producir el mejor de los libros posibles.

Me abruma pensar en la dosis de autoconvencimiento necesaria para abarcar esta novela –y es una parte de tres, de la Trilogía Cornish, y son tres las trilogías que este autor terminó durante su vida. Bien… no eres la primera flor tardía de la Historia, pero, -dice Tancred Saraceni a su pupilo- si crees que ya sabes todo lo que puedo enseñarte, recapacita. Técnica, sí, de eso has adquirido una buena porción; convicción interior, todavía no. Como no considero que haya adquirido por mi parte una buena porción de la técnica necesaria, he de continuar leyendo, porque en los libros están mis maestros.

El enfoque de Lo que arraiga en el hueso se enmascara de biografía. El hilo narrativo continuo, perfectamente trenzado y coherente, es el relato de la «vida» de «Francis Cornish» –y me son necesarias las comillas para expresar lo artificioso de hablar de esta historia y de sus personajes como si de cosas existentes, en el ahora o en el pasado, se tratara; es fácil caer en esa trampa. Ese meollo estructural se lleva hasta las últimas consecuencias: un río-biografía donde la inmensa cantidad de detalles no parece fortuita, ni antinatural, ni excesivamente forzada. Donde todo parece encajar en su sitio y el relato corre en pos de desentrañar «lo que arraiga en el hueso» de todo ser humano con una historia detrás, todo aquello que, observando con la más minuciosa lupa, no se podría entender porque está dentro de la «vida» con efecto pretérito, con profunda raigambre, y contiene el halo mítico de las edades sin registros.

Esta especie de investigación ficcional, hecha de prosa e imaginación acerca de cómo se construye un hombre, hace un libro increíble -por lo espectacular del resultado- pero creíble en grado sumo Porque es brillante la forma en que nos lleva hacia dentro, siempre hacia dentro, sin dejarnos escapar, pero no mediante la ocultación, el suspense narrativo o las tramas complicadas: sólo mediante un ejercicio de inteligencia que –sumado al verdaderamente asombroso trabajo de secuenciación, donde ni falta ni sobra nada- logra encontrar en cada asunto una serie de matices nuevos, insospechados, lúcidos y sorprendentes. Nada está dado en esta novela con un solo punto de vista.

¿De qué está hecha la «vida» de un hombre por dentro? No hay neutralidad en su acercamiento al «hombre». No deja de permitirse algún que otro juicio moralizante, pero desde todos los ángulos posibles. Todos esos ángulos van sumándose en este enorme fresco y están ahí por una razón. Sin embargo, la razón-motivo no preocupa mayormente –porque las «vidas» no tienen propósito, las apariencias de las vidas carecen de esquemas, de correspondencia o de equidad. Todos esos ángulos son fruto de la arbitrariedad imaginativa, y sin embargo no es posible cuestionar en ningún momento las decisiones del autor –quizá, porque el sentido común implícito en el libro, y que algunos llevamos dentro, nos dice que también en las vidas todo es arbitrario, fortuito, innecesario, pero se pega a uno como «lo que arraiga en el hueso».

La necesidad de cada pequeño fragmento, de cada giro a lo largo 470 páginas, brota sola. Todo está ahí con un peso y una naturalidad apabullantes.

No se trata de realismo en su vieja acepción. Dentro de la componenda magistral del libro no se cesa de advertir que el autor no busca la representación ilusoria de una realidad que lo respalde, que le dé cuerpo. Siempre es una «vida» y siempre es un «personaje», y están dentro de la ficción y del artificio. Es un mundo interior –por no encontrar mejor sintagma para referirme a ello- impregnado en objetos y cosas.

Entiendo esta novela si utilizo como metáfora la ambivalencia del personaje central respecto de la pintura moderna: así, en esa pintura que acompaña la trayectoria vital de FC (se habla a menudo de Picasso), los elementos puestos en juego son tan arbitrarios como los habitantes de cualquier «mundo interior». En la pintura tradicional, háblese del Renacimiento o el Barroco, a la que se adhiere estética e ideológicamente Francis Cornish, el mundo interior no está ausente, sino que el pintor debía articularlo mediante temas universales –mitos.

El mito mismo de la biografía es inextricable. Davies no se propone sonsacar el secreto de la «vida» a partir de su novela, pero terminamos de leerlo y quedamos con una entusiasta sensación de haber asistido a un verdadero concierto biográfico. El primor de su prosa, el tesón del artesano, la convicción en la necesidad de su trabajo son las bazas de un novelón que, por el argumento contado en su contraportada, no me habría llamado mínimamente la atención. La genialidad está en que, con materiales de todos los días, escogidos con un rigor casi científico, usando palurdos y señores llenos de fallas y trancas, organizando destinos desorganizados sin mucho brillo, con párrafos no siempre reseñables por su estilo, pero con prosa líquida, viva y casi de andar por casa, organiza una fastuosa fiesta de inteligencia deliciosa de leer.

Mi problema ético-estético con esta novela y con mi propio trabajo es que carezco de «convicción interior». Es la falta de fe -porque malamente entiende esa palabra una que se llama a sí misma atea- en que mi «mundo interior» sea válido, preciso, sagaz, amplio y esclarecedor, que su contemplación valga algo para alguno de los otros que están afuera. Cuando escribo no me pierdo en esas conjeturas. Y cuando escribo acerca de algo existente en el mundo –este libro- no las temo, no las percibo siquiera. Mi problema nace cuando tengo que trabajar a partir de mi «mundo interior», tan maltrecho el pobre, tan mal alimentado. Porque está ahí, vive conmigo, lo pongo a currar desde que tengo uso de razón, pero otra cosa muy distinta es hacerlo plasmarse en un objeto tangible. Si he de usar el mito para darle forma, me entra el ataque de relativismo, porque ya está «todo hecho». De lo contrario, la forma es libre. Abstrusa. Lenta. Pringosa. Irreal. La forma lo es todo, como decía Clarice Lispector, porque en nuestro interior no hay nada más que palabras. De eso estoy yo hecha, y por tanto no confío en los argumentos, lo dicho no vale por lo que representa, vale por lo que tiene de puerta cerrada, de concepto, o de insatisfacción eterna.

12.01.2009

La dulce envenenadora (reseña)

por carolinkfingers

“La dulce envenenadora”
Arto Paasilinna
Anagrama

Abrimos un libro de Paasilinna para escapar de lo corriente. Encontramos sentido –y sentido del humor- a realidades del todo engorrosas. Disfrutamos con la acumulación descontrolada –aunque siempre bajo un riguroso control- de circunstancias y acontecimientos, de peripecias que, amalgamadas, hacen entreabrir los labios en sonrisa boba. Le pedimos que nos enseñe el lado liviano, colorido y caleidoscópico de la existencia, a veces tan mortalmente aburrida. Un poco de todo eso hace en “La dulce envenenadora”: pertrechado de su habitual ironía, se pone al lado de una anciana a la que, al final de sus días, le toca defenderse con uñas y dientes de la juventud, tres buenos-para-nada que abusan de su buena pasta. Al contrario que en “Delicioso suicidio en grupo”, sus protagonistas no pretender quitarse de enmedio, sino que se aferran absurdamente a estilos de vida de lo más inadecuado. Y ahí está la buena viejecita, que tampoco tiene el alma inmaculada, experimentando con la química. Justiciero al estilo Bronson, como le gustaba a mi abuela, cuya más mortífera arma es el azar. Tanto más es perseguida, tanto mejor le salen las cosas. Y quizás por esa concurrencia del azar, por desgracia, en este libro echamos de menos un pelín más de compromiso del autor y echamos de más la incomprensible –por vieja y obsoleta- utilización de ese azar como brazo ejecutor de lo divino. Los malos, al final, son castigados, y qué. Claro que ésta, reciente en español, es una novela de hace veinte años.

//Publicado en Go Magazine, enero 2009//

03.01.2009

El fotógrafo

por carolinkfingers

El fotógrafo se ríe ahora, pero hace sólo cuarenta minutos la actividad en su hipotálamo era de una intensidad desquiciante. Se moría de miedo, en otras palabras. Sudor, palpitaciones y hasta un amago de desmayo. Hoy casi lo paga. Su afán genuino por conseguir la más exquisita toma, su dedicación plena a la tarea de capturar la realidad tal cual es y su entrega –que nadie podría discutir- al arte, hasta este día, no le habían llegado a poner en aprietos. Ya había recolectado, todo sea dicho, alguna que otra mirada de ira, o inconmensurables bocas de pasmo. Pero él no iba a renunciar a la misión que se había encomendado. Los proyectos más vanguardistas de la humanidad siempre han sido recibidos con suspicacias, e incluso odio. ¿Va a renunciar ahora, que está en la sala de urgencias de un hospital, a la que ha llegado sin resuello, sorteando al tráfico y a las viejas desplazándose cual mamuts por la ciudad, saltando verjas y atropellando skaters y carritos de bebés? Por supuesto que no. Mientras espera que le miren la rodilla cuya piel se descuelga entre jirones de pantalón, el fotógrafo ríe. Ríe y ríe, como alguien que acaba de constatar que lleva el billete ganador de lotería, porque ya ha chequeado el resultado de la caza. La muchacha, la hermosa muchacha de piel blanca y vestido corto, la cervatilla de sus pesquisas de hoy, no llevaba bragas. Más aún: el complementario es que iba depilada.

31.12.2008

Leer, obsesiones, escribir, cerrar

por carolinkfingers

Qué bien. Puedo cerrar aquí el año de lecturas. Y lo que voy a a hacer a continuación -no un asado, no una fondue, no un flan de tiernos brotes de apio, no más que lo que quiero hacer- es sentarme a seguir leyendo.

Fiel a mis obsesiones, elijo los libros que quisiera comentar bajo criterios poco fiables y muy discutibles. Si son libros de relatos, si son clásicos del siglo XIX (y un poco del XX), si son autoras, si son autores o autoras contemporáneas (tan contemporáneas como que ronden los treinta y pocos), si son libros de Stanislaw Lem, si son ensayos sobre las mentiras y la melancolía humanas… tendrán un sitio en mis lecturas. Fiel a mis despropósitos, cierro el año sin haber leído ni una sola de las obras que los tipos listos consideran «libros del año».

No me gusta hacer listas, pero me obligan. Por eso ahora tengo una lista hecha y la pongo aquí.

1. Melancolía. Lászlo Földényi (Gutenberg)
2. El hospital de la transfiguración, Stanislaw Lem (Impedimenta)
3. El marqués y el sodomita, Merlin Holland (Papel de Liar)
4. Las aventuras de Barbaverde, César Aira (Mondadori)
5. Soy una caja, Natalia Carrero (Caballo de Troya)
6. Milagros de vida, J. G. Ballard (Mondadori)
7. Últimas dos horas y 58 minutos, Miguel Ángel Maya (Lengua de Trapo)

A esto tengo que añadir otro que leí para otro medio (no precisamente de literatura):
8. Erik Satie. M. Davies. (Turner)

Y lo que me he terminado estos días:
9. Vacío perfecto. Stanislaw Lem (Impedimenta)
10. La dulce envenenadora. Arto Paasilinna (Anagrama). Tengo que decir que Delicioso suicidio en grupo, publicado no sé qué año anterior, es delicioso y mucho mejor novela que la de la abuelita.

Quisiera poder poner veinticinco títulos. Mi ritmo es éste. Si leyera más, no escribiría nada. Si leyera menos, no escribiría nada. Y sigo por norma otras lecturas que no son del año en curso. La novedad, en literatura, debería no existir.

Melancolía es mi libro del 2008 porque llena los espacios que otros sólo pretenden taponar, ofuscar como cuando ventilamos mal una chimenena y el humo nos come la cara. También hay vanos no del todo bien hechos en el libro Melancolía. Lo que importa de él es la luz que derrama sobre los vacíos, mientras estos siguen siendo no más que un ciego intervalo.

Y, para mí, contar que esta misma mañana he comprado en el quiosco el número 139 de Qué Leer, y que en la página 30 de la revista aparece mi reseña de El marqués y el sodomita de Merlin Holland (Papel de Liar) -felizmente superados algunos contratiempos y baches tanto para la reseña como para la revista-, es la mejor manera de cerrar este maldito año de publicaciones del que no me quejaré. Pero siempre será poco.

Acerca de Carolink Fingers
El blog Carolink Fingers está hecho con Wordpress 4.8.12 para ZEMOS98.
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