En mi anterior entrada escribà un relato. Mi intención era, como dije en los comentarios, hacer una reflexión a través de la ficción sobre la desconfianza que me produce la unanimidad y sus devastadores resultados multi-mediáticos. Pero al margen del contenido del relato, comencé a preguntarme…¿por qué casi todo lo que llega a mi cabeza tiende a convertirse en ficción? No pretendo acudir al manido debate entre realidad y ficción. Se trata más bien de algo que me dijo hace poco un bartleby amigo: quizás las personas con capacidad para el lenguaje sintético acceden con más facilidad (y entiendo que por tanto también los construyen) a relatos no-lineales, al mismo tiempo que les cuesta más concentrarse en leer relatos lineales…¡Ese soy yo!
Y pensando en lo poco que a veces leo de (y acerca de) ficción, pero la importancia que tiene en mi vida…me daba cuenta de que la ficción es para mi un refugio. Como leÃa hace poco de un bartleby invitado a #quiereshacerelfavor, que decÃa que escribÃa cada vez que algo le cabreaba. Y yo, que he osado no leer nunca un libro de Vila-Matas, leà una vez en una de sus entrevistas una frase que repito en muchas ocasiones: escribir es corregir la vida. Pero el refugio también es un lugar para la cobardÃa y la inseguridad. Es un lugar en el que apuntalarse y desde el que cualquier cosa es justificable. «No es un artÃculo, es ficción», escribà en los comentarios del anterior post. ¿Se merece esa inmunidad diplomática un relato? ¿No es acaso una excusa para acudir a ese confortable amparo que nos provee la ficción?
En cualquier caso, ya sabéis que de mayor quiero hacer la versión española de The Wire. Mientras tanto, sigo aprendiendo y jugando con los entresijos de la ficción.
La realidad (mediática y mediatizada) está superando a The Wire. Y no lo digo sólo por #wikileaks o #controladores. Escribir y pensar, tal y como lo dices, son refugios, da igual el género (ficción, crónica, tweet…) o eso creo.