Nuestra amistad no estaba escrita en la arena, donde el viento puede borrarla, nuestra amistad estaba escrita en la piedra, con estilete, donde ni el viento ni ninguna tempestad puede borrarla, Como cuenta la antigua leyenda árabe.
Recuperar una amistad es ponerse al día de los acontecimientos personales o profesionales que han ido sucediendo a lo largo del silencio de los años, pero la amistad no se perdió, estaba silenciada por los avatares profesionales de cada una, estaba acallada en el tiempo, con la seguridad de que en cualquier momento de la vida podría volver a rebrotar, como el terreno que dejas en barbecho para que el próximo año salga la plantación con más fuerza.
La amistad no se pierde, es difícil que silencies a unas amigas de verdad, son muchas las experiencias vividas como para que se vayan al traste… pero sí que necesitamos recuperar el tiempo perdido, ponernos al día, sentir emociones que nos van a llevar a mucho tiempo de charlas, de cafés, de establecimientos que cierran porque hemos agotado su horario, da igual, cambiamos de tercio, lo que antes fue un café después se pasará a la cerveza, la cuestión es seguir juntas, hablando de nuestras vidas, de nuestras experiencias, de nuestros recuerdos, de momentos vividos juntas que han sido imposible de olvidar, que están grabados a fuego para no olvidarlos.
Nuestra amistad es de la buena, no accidental ni de utilidad (como decía Aristóteles) es de las que duran toda la vida, de las que no pides nada a cambio, de la reciprocidad, de las que son el compartir el fiel reflejo de la vida, de las que se ríen y pueden llorar con los acontecimientos vividos, de las que no dan puñaladas sino abrazos, abrazos con fuerza, con cariño, con necesidad de compartir eso que llevas dentro y ha estado silenciado durante años…
Gracias, Dulce y Amparo por volver a compartir y sentir juntas, por ser capaces de ponernos al día de todo este tiempo en el que hemos estado cada una por un lado, gracias por seguir compartiendo ese cariño.