Las personas que trabajamos en educación sabemos que debe haber una conexión entre las familias y el centro, mejor dicho una conexión con el profesorado que pasa tantas horas con el niño o la niña. Es buena una conexión que ponga en común actitudes ante la tarea inmensa que es educar. Ni los docentes ni las familias tenemos la seguridad de que la educación que estamos dando sea del todo certera, pero lo intentamos, creemos en nuestra profesión como medio para transformar la sociedad en la que vivimos y eso no se puede hacer solo metidos entre las cuatro paredes de la clase, necesitamos que esos conocimientos reviertan en la sociedad que circunda a nuestro alumnado y que, a su vez, las familias se empapen de este espíritu que nos ilusiona para educar, porque las familias también intentan hacerlo lo mejor que pueden y llevan a sus espaldas sus respectivas experiencias personales en cómo ellos y ellas han sido educados.
Pero… ¿quién educa a las familias? ¿Acaso la familia no es una organización muy antigua que transmite valores de padres a hijos? ¿Tienen los padres y las madres la obligación de mostrarse totalmente perfectos ante sus niños y niñas? ¿Deben los padres acudir a cursos y conferencias donde se les diga cómo deben educar?
«Ser padres hoy se ha convertido en una realidad tan compleja que parece difícil tener las claves para conseguir su buen desarrollo… no hay familias perfectas, y este libro de Gregorio Luri ha nacido para reivindicar esa imperfección», es fruto de la experiencia del autor en el trato con las familias, conociendo que hay diversidad en la forma de educar y de socializar y siendo consciente de la diversidad de familias con las que hoy nos podemos encontrar»
Comenta Luri que su única pretensión con esos encuentros que tiene, de las que se alimenta esta obra, es recordarle a las familias lo que ya saben, no es nada nuevo, pero que al no reivindicarlo, piensen que está pasado de moda y lo que está claro es que el sentido común no pasa de moda.
El libro va dirigido a las familias aunque bien vendría que los docentes también se embebiesen de estas recomendaciones y pensamientos para enriquecer su labor educativa en concordancia con las propias familias. De fácil lectura y con un lenguaje muy asequible para padres y madres de cualquier nivel social o cultural. En él se comentan temas tan sencillos que son grandes por su simplicidad y que pueden llevarnos a la reflexión de lo que hacemos cada día.
«Nuestra inteligencia disponible en un momento dado suele ser menor que la urgencia con la que un problema nos reclama una solución… nunca controlamos los efectos de nuestras acciones y, por eso mismo, no podemos estar seguros de que nuestra buena voluntad será correspondida con buenas consecuencias»
Concluye diciendo que las familias imperfectas tienen asumido que han de dar la tabarra a sus hijos y que además se sienten orgullosas de esta tarea. Siempre están dispuestas a recordarles a sus hijos algunas cosas extraordinariamente elementales, pero no por ello menos importante:
Los que somos padres y madres bien sabemos de esta tremenda tarea que no por fácil es más sencilla y que tanta energía nos hace desgastar al cabo de los días. De todas formas disfruten de la crianza de sus hijos e hijas porque al final revertirá en las generaciones venideras.
[…] «Elogio de las familias sensatamente imperfectas» […]
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