El propio autor, Mariano Fernández Enguita (@enguita) nos habla de su obra «Más escuela y menos aula» (Diciembre, 2017)
Decimos que vamos a hablar de educación y nos ponemos a hablar de la escuela. Es obvio, no obstante, que hay mucha educación sin escuela, así como que hay mucho aprendizaje sin educación. Apenas reflexionamos sobre hasta qué punto y con qué consecuencias se ha reducido el contenido de la escuela a la enseñanza y su organización al aula. La scholé griega clásica era una formación libre, muy lejos de lo que luego representarían la palmeta del maestro medieval o el aula de la era industrial. El aula encarna todo lo que en su día fue la escuela de la modernidad y hoy es una pesada carga decimonónica: la categorización burocrática del alumnado, los objetivos y procesos de talla única, el aburrimiento de unos y la frustración de otros, las rutinas que matan la creatividad, la soledad e impotencia del docente, el último reducto antitecnológico. Lejos de volver a proclamar la muerte de la escuela, el autor plantea que el problema no es este, insustituible en nuestro tiempo tanto para el cuidado como para la educación de la infancia y la adolescencia, sino su reducción a un conjunto de aulas apiladas. Por eso las mejores y más potentes iniciativas innovadoras rompen con el axula metodológica e incluso físicamente, sustituyéndola por avances hacia la hiperaula, caracterizada por espacios más amplios, flexibles y libres; por la reorganización y porosidad de los tiempos; por la continuidad entre realidad física y virtual, entre lo proximal y lo distal, entre la escuela y la comunidad; por la alternancia del trabajo en grupo, en equipo e individual; por la combinación de las disciplinas en proyectos; por la integración permanente de microequipos docentes en ella. (Así nos presenta la obra la editorial Morata)
La educación no debe circunscribirse al ámbito de la escuela, en la formación del niño o la niña influyen otros agentes que pueden ejercer mucha influencia en la formación integral de la persona en proceso de formación. En este proceso influye la familia, influyen los amigos y amigas, influye el contexto de la sociedad que les rodea, influyen los medios… Es por eso que hablamos en numerosas ocasiones de que en la educación influye «la tribu o la aldea» porque nada con lo que se relacione el que aprende es ajeno a su influencia, tanto por presencia como por ausencia. ¿Acaso no influye el que, hoy en día, un niño o una niña no tenga acceso a los dispositivos digitales?
Nos cuenta Enguita el origen del dicho «para educar a un niño hace falta toda la tribu o la aldea». Viene de un cuento de Jane Cowen-Fletcher, publicado en 1993, en el que una niña, encargada por su madre de cuidar al hermano pequeño cuando ambos la acompañan al mercado, lo pierde de vista y no lo encuentra, imagina durante una búsqueda interminable que estará sufriendo hambre, sed, cansancio, miedo… pero descubre, finalmente, que otros comerciantes le han dado alimento, agua, compañía y hasta una alfombra para que eche una siesta; ha cuidado de él, con final feliz, toda la aldea; se trata de la moraleja que la madre extrae para la niña de la experiencia y la explicación de que, al contrario que esta última, ella siempre haya estado tranquila. «Se necesita toda la aldea» no es el grito de socorro de la escuela sino la simple demanda y garantía de apoyo y reciprocidad de una familia o, para ser exactos, de una madre.
El dicho anterior lo podemos enlazar con el movimiento de Ciudades Educadoras, en contraposición con las grandes urbes en las que el anonimato es lo principal, donde ni siquiera se conoce a los vecinos del bloque, donde nadie conoce a nadie, donde los niños y las niñas no pueden ir solos porque encuentran un ambiente hostil para ellos, incluso en los parques. Como dice Tonucci si hay niños en la calle la ciudad está sana como estructura ambiental mientras que si los niños tienen que estar encerrados en sus casas significa que la ciudad está enferma, que están hechas para los coches y los adultos.
La educación ha cambiado tanto en la escuela como en los otros contextos de los que hemos hablado que ejercen influencia, pero el cambio debe ser mayor, aún hay mucho camino que recorrer en la tarea educativa, es necesaria una gran transformación que se adapte a los tiempos y que vaya hacia un aprendizaje colaborativo, inclusivo, inserto en la comunidad, más abierta y expandida, más flexible, más atendiendo a la diversidad… donde cada persona tenga atendidas sus necesidades y se potencie su propia formación, sin cortapisas.
En esta obra el autor hace un recorrido por todas las etapas que ha pasado la enseñanza y la educación, con sus respectivas leyes, desde la escuela griega hasta nuestros días, haciendo balance del desprestigio de la escuela pública por parte de las clases más acomodadas, de cómo los gobiernos se introducen en ella porque quieren formar a ciudadanos sumisos con los mismos pensamientos que el propio poder establecido.
La innovación debe romper con las aulas cerradas y tender a la «hiperaula» en la que se mezclen edades, el alumnado esté menos «clasificado», el conocimiento se adquiera de forma transversal, en la que se integren las tareas de varias materias con distintos profesores en esa gran aula que estudie el entorno, que no haga conocimientos estancos que se aprenden y se olvidan con mucha facilidad, trabajando en grupo, en equipo, donde se motive hacia el aprendizaje a lo largo de toda la vida… donde el profesorado se convierte en un diseñador de situaciones y experiencias de aprendizaje.
Por eso las mejores y más potentes iniciativas innovadoras rompen con el axula metodológica e incluso físicamente, sustituyéndola por avances hacia la hiperaula, caracterizada por espacios más amplios, flexibles y libres; por la reorganización y porosidad de los tiempos; por la continuidad entre realidad física y virtual, entre lo proximal y lo distal, entre la escuela y la comunidad; por la alternancia del trabajo en grupo, en equipo e individual; por la combinación de las disciplinas en proyectos; por la integración permanente de microequipos docentes en ella.
Una obra interesante que nos lleva a un análisis profundo a lo largo de la historia y de la realidad educativa desde sus orígenes, con ejemplos que te hacen pensar en aquello que a lo largo de la vida se ha dicho que es así y no se ha llevado a debate. Una obra que presenta alternativas de cambio en la realidad educativa actual y que lo llena de fundamentos teóricos y pedagógicos. Recomendable para todas las personas estudiosas de la educación e interesadas cada día en su transformación y mejora.
[…] “La innovación debe romper con las aulas cerradas y tender a la “hiperaula” en la que se mezclen edades, el alumnado esté menos “clasificado”, el conocimiento se adquiera de forma transversal, en la que se integren las tareas de varias materias con distintos profesores en esa gran aula que estudie el entorno, que no haga conocimientos estancos que se aprenden y se olvidan con mucha facilidad, trabajando en grupo, en equipo, donde se motive hacia el aprendizaje a lo largo de toda la vida… donde el profesorado se convierte en un diseñador de situaciones y experiencias de aprendizaje” (La Colina de Peralías) […]
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