A menudo nos quejamos de la falta de atención del alumnado, se lo decimos a sus familias y además se lo ponemos en los boletines de calificación que damos cada trimestre «Debe estar más atenta en clase, se distrae mucho…». Una de las frases que con frecuencia el profesorado repite en el aula es » Manuela, Juan, Enrique, Pepa… tenéis que estar más atentos, dejad vuestras conversaciones para el recreo». ¿Cuáles serán esas conversaciones? ¿Estamos preocupados los docentes por esos temas que les interesan y de los cuales no tienen reparo en hablar con sus compañeros y compañeras? ¿Cómo nos preparamos los docentes para mantener dicha atención en el objeto de estudio?
Por el momento esta apreciación ya está indicando que estamos en una clase en la que se transmiten conocimientos, en la que el alumnado está pasivo y que con frecuencia se distrae porque lo que le estamos diciendo o bien no lo entiende y no se atreve a preguntar, o bien no resulta de su interés para poner la suficiente atención.
¿Por qué no se atreven a preguntar en clase? En algunos casos es porque se achaca la duda a falta de atención y sirve más de regañina que de aclarar dudas. En algunos casos el docente se cree con la verdad y sin discusión, por eso no se explica que se le interrumpa ni que se susciten dudas.
Tenemos a parte del alumnado que está presente físicamente pero que su cerebro está en otro sitio, que está marcado por otros intereses y que hay que llegar a ellos de forma que tengamos a personas activas cerebralmente. Para llevar a cabo esta acción debemos conocer a las personas, sus entornos tanto familiar como social y partir de sus intereses, solo así podremos implicarlos en su aprendizaje y focalizarlos en el conocimiento en cuestión durante un tiempo más largo.
Nos dice Marcial Pérez en su libro «Cerebro que aprende» que entender cómo la información se convierte en conocimiento y se transforma en memoria a largo plazo, puede ser una herramienta poderosa para contribuir con nuestro éxito académico.
La atención es pues clave para procesar información que llegue a construir conocimiento y la primera ocasión de ir configurando los pensamientos para la posterior toma de decisiones que el sujeto va a hacer suyos. La atención nos permite mantener el esfuerzo y la concentración para el aprendizaje.
El docente debe acercarse a los centros de interés del alumnado para de esa forma ver qué les motiva y así poder atraer la atención del trabajo en la clase. No es fácil, en este siglo XXI emocionar al alumnado para que esté atento, para que se sorprenda y escuche o trabaje con la debida responsabilidad que implica el acto de aprender, nadie dijo que educar y enseñar fuera fácil… Quizás, con más frecuencia, debamos hacer pasar la jirafa por detrás nuestra para crear esa emoción que lleve al aprendizaje, como nos recuerda el profesor Mora Teruel. Quizás nuestros métodos se hayan quedado anquilosados y queramos enseñar como nos enseñaron a nosotros, olvidando en muchos casos que también es necesario educar.
Lo que sí está claro es que el alumnado aprende haciendo, ahí está la atención garantizada, lo que oimos depende mucho de lo que vemos y tocamos, todos los sentidos en consonancia son los que van mandando estímulos al cerebro para que se lleguen a convertir en verdadero conocimiento.
Pero… ¿cómo podemos despertar la atención en nuestro alumnado? (Nos contesta Marcial Pérez en la obra anteriormente citada)
En la Web de Eduforics se recopilan otras recomendaciones, recopiladas de autores varios, para mejorar la atención del alumnado:
En resumen, la atención irá en proporción al interés del trabajo o la explicación mantenida en clase. Es necesario que el profesorado estudie estrategias para que llegue de forma emotiva al alumnado y utilice una metodología de acuerdo con los tiempos que vive el alumnado.
(La imagen pertenece a la Web de Eduforics)