Hoy fui a visitar un colegio, sí hoy domingo, es la primera vez que voy a trabajar y me parece que debo conocer la situación del centro, conocer el barrio, pasear por sus calles, a ver si me encuentro algún chiquillo que me hable de cómo es ese colegio y si se sienten felices en él.
El barrio está situado en la capital, aunque no es muy céntrico que digamos. Cogí el autobús y me dispuse a llegar a mi futuro centro de trabajo, la ilusión me inundaba, desde siempre había querido ser maestra y hoy, por fin, se cumplía mi deseo, iba a empezar a trabajar en un centro público.
Me bajé en la última parada, tal como me indicó la conductora del autobús, sí era una mujer, hay pocas conduciendo autobuses, pero algunas hay. Nada más bajarme me encontré una plaza donde jugaban muchos niños y niñas, me dirigí hacia una niña y le pregunté dónde estaba el colegio, muy simpática se prestó a acompañarme y me dijo que se llamaba María.
María rápidamente me preguntó si yo era la nueva maestra que venía mañana al colegio y se puso muy contenta con mi afirmación. Maestra, menos mal, es que llevamos un mes sin tutora, la otra se ha puesto enferma porque va a tener un bebé y no ha venido nadie a sustituirla, estamos ya cansadas de que pasen tantos maestros por nuestra clase, todos quieren ponernos deberes y que estemos en silencio para que ellos puedan trabajar con el ordenador y eso es muy aburrido, los niños se ponen a hablar, el maestro se enfada y ya se pone a reñirnos y eso pasa en cada una de las horas, con maestros y maestras que vienen a nuestra clase mientras que en la suya está el de música, el de inglés o la de educación física, es un lío que pasa continuamente, hasta tuvo que venir la directora a nuestra clase por el jaleo que había y nos echó una buena riña.
Si quieres, dijo María podemos entrar en el cole, la hija de la portera es amiga mía y nos lo puede enseñar. No me podía sentir más feliz, ver la clase y el colegio con esa guía de lujo me iba a ayudar a percibir sensaciones que antes no había experimentado. Claro que sí, le dije a María, me haría mucha ilusión.
Después de llegar al cole y las presentaciones pertinentes, llegamos a la clase y María me fue explicando qué era cada cosa, dónde se sentaban sus compañeros, qué materiales tenían, cómo trabajaban en la pizarra digital, dónde estaban guardados los ordenadores, los juegos de mesa… Lo hacía con tantas ganas que parecía una compañera más, me sentí totalmente agradecida de haber podido experimentar ese privilegio y me marché a casa a programar el día de comienzo de actividad docente.
Deseando que llegara el lunes y con mucha ilusión porque lo llevaba todo muy bien programado me dije «Huele a mañana» y ahí empecé a tomar conciencia que la labor docente es muy importante para la ciudadanía de un país, que estamos educando a personas que van a formar una sociedad y que yo voy a contribuir a ello, «Huele a mañana» me repetía, como si de esa forma las horas pudieran pasar más rápidas.