Dime un hecho y aprenderé.
Dime la verdad y creeré.
Pero cuéntame una historia y la viviré en mi corazón por siempre.
Proverbio indio
CLIMA FAVORABLE AL APRENDIZAJE
Cuando relatamos una historia ya vivida estamos fijando conocimientos en nuestro cerebro, es bueno que hagamos preguntas que den pie a recordar qué se hizo la semana pasada o bien qué se ha hecho esa misma mañana, eso afianza y ayuda al desarrollo del lenguaje. Ayudar al niño o la niña a recordar nos hace más cercanos y nos metemos dentro de sus propias vivencias con lo cual los lazos afectivos se van haciendo cada vez más fuertes y, evidentemente, esto va a dar entrada a un verdadero clima favorable al aprendizaje.
Cuando tengo a mis nietos a la hora de dormir, acostumbro a contarles un cuento y después una historia familiar; la mayor, de los cuatro, siempre me dice “Un cuento y una historia de mi padre y el tito cuando eran chicos”. Las historias que les cuento son familiares de cuando su padre era pequeño o de cuando yo era pequeña y a él y ellas les encanta.
De la misma forma los contenidos pueden ser más asequibles al conocimiento si los acompañamos de cualquier historia que tenga relación con los mismos; afortunadamente, hoy hay medios para buscar historias relacionadas con lo que nuestro alumnado aprende; otra forma puede ser el que ellos y ellas busquen historias, o bien, que pregunten a sus familias, eso los pondrá en las pistas de la investigación.
“Un cuento y una historia
de mi padre y el tito cuando eran chicos”
Una historia que relatamos a nuestro alumnado nos hace ser más cercanos, aviva las emociones y puede distender el clima de la clase.
“Los estudiantes están despiertos, siguiendo la trama, queriendo saber qué ocurrirá luego y cómo finaliza la historia. Bruner (1986) ha contrastado los modos de pensamiento paradigmático: lógico, científico y narrativo, pero estos modos no se excluyen entre sí en la clase”.
Melanie C. Green
Esta mañana leyendo a José Iribas en su artículo “Rompe su soledad” me recordó la importancia de las historias; y es por eso que me dispuse a escribir esta entrada. Él siempre tiene a un amigo que le recuerda historias enternecedoras.
Dentro del profesorado, hay personas que creen que ser distantes con el alumnado les lleva a tener más autoridad; y, según mi entender, esto les lleva a ser menos queridos, menos empáticos, menos cercanos y, además, generan –a la larga– más problemas dentro del clima de la clase. Recuerdo a una profesora que no quería ni que le dijéramos al alumnado que estaba enferma cuando faltaba, porque según ella, el alumnado no necesitaba saber de su vida personal.
Por ejemplo, cuando llegamos de vacaciones siempre les preguntamos al alumnado qué han hecho, qué les han regalado por su cumpleaños, qué les han traído los Reyes Magos… eso da entrada para el diálogo y para ejercitar la expresión oral, para hacer hablar a las personas más tímidas, etc.
Pues de la misma forma podemos relatar qué hemos hecho nosotros, qué nos han regalado, dónde hemos estado… no pasa nada porque mostremos parte de nuestras vidas a las personas que durante todo un año nos tienen como orientadoras en su proceso educativo y que, en muchos de los casos, les servimos como modelos, a ellos y ellas les gusta saber también de nuestras vidas.
La autoridad no se consigue siendo distantes con el alumnado, la autoridad hay que ganársela con respeto, ejerciendo la justicia y la democracia en la clase, siendo personas que comprenden los problemas de los demás, procurando que nuestras clases sean un pequeño grupo de la sociedad en el que las personas se entienden.
La mayor satisfacción de un docente es ser recordado por su alumnado. Cuando te los encuentras por la calle, después de unos años, algunos ya padres de familia, te recuerdan cosas que tú mismo has olvidado y te da alegría que te mantengan dentro de sus emociones más positivas vividas en el centro educativo.
LA EXCURSIÓN DE LA PLAYA
Hace años, siendo yo tutora, planteamos ir de excursión a una playa cercana para finalizar el curso, había que llevarse el bañador, la toalla y la comida; una niña muy simpática de la clase no se apuntó a la excursión y cuando repasé la lista vi que faltaba ella, yo conocía a la familia y sabía que no tenían problemas económicos como para pagar el autobús, me extrañaba su ausencia.
La autoridad no se consigue
siendo distantes
Al día siguiente la llamé aparte y le pregunté por qué ella no se había apuntado a la excursión de la playa, cuál no sería mi asombro cuando me dijo “Estoy muy gordita y no me quiero poner en bañador, me da vergüenza”. Estuve charlando un buen rato con ella y al final se me ocurrió decirle “Tú mira para detrás verás como siempre hay alguien más gordita que tú” Santa cosa… eso levantó su ánimo y la hizo pensar, de esta forma, se convenció para apuntarse y venir a la playa, esa reflexión se le quedó grabada y cada vez que la veo me la recuerda y me da las gracias.
En este caso, relatado anteriormente, las emociones llegaron a romper la barrera de lo que realmente estaba en la mente de la niña, pero que quizás ninguna persona le había hecho ver. Hace falta dialogar mucho con el alumnado, crear momentos y espacios que fomenten este tipo de relaciones con el profesorado, hacer que verbalicen todo lo que tienen dentro para que, si en algún momento de la vida, hay un bloqueo se pueda ayudar a superarlo:
Trabajamos con edades muy complicadas que necesitan del afecto, de la charla, de la confianza con una persona adulta para tener más seguridad en lo que verdaderamente piensan.
CONTAR CUENTOS
Lo que dice Begoña Ibarrola de los cuentos lo podemos trasladar también a las historias:
“En esta nueva sociedad cambiante en que vivimos, contar cuentos no es solo una manera de expresarse, sino también un medio para transmitir valores atemporales y educar la dimensión emocional de nuestros alumnos. Los cuentos son magníficas herramientas para educar las emociones y comprender nuestro mundo interior, a la vez que nos permiten adentrarnos en la vida de otros, observando el mundo y las miles de vivencias que en ellos se plasman desde una distancia de seguridad“.
Las historias, con frecuencia, están llenas de emociones que nos llegan al corazón y es bueno meterlas dentro de todo lo que tenemos que enseñar porque así el aprendizaje se fija más y se hace más significativo, ayudando al desarrollo psicológico.
Los estudios recientes de Neuroeducación nos demuestran que leer en la infancia y desarrollar una buena educación emocional pueden evitar trastornos durante el aprendizaje.
(Este artículo me lo publicaron en el Magazine de INED21 el 23 de marzo de 2017)