04.10.2015
Decálogo sobre niñez y tecnología, una buena propuesta
por Dolores Álvarez
(Imagen sacada de Google)
Últimamente tanto en las redes como en mis lecturas, estoy viendo un retroceso en cuanto al pensamiento y las emociones que pueden favorecer el aprendizaje de niños y niñas utilizando las tecnologías. Parece que se han hecho variopintos estudios para comprobar que las pantallas distraen la atención en el aprendizaje y que por tanto su uso no es adecuado.
Paralelamente a esta corriente negativa en cuanto a las tecnologías estoy viendo muy de cerca el desarrollo de una niña a la que sus padres están enseñando el uso de estas pantallas, con puzzles, dibujos, música, sonidos, idiomas, cuentos… y que está siguiendo una evolución positiva en cuanto a lenguaje y conocimientos adecuados a su edad, en ningún momento las pantallas están siendo un obstáculo que no provoque la emoción, que le lleva a la atención necesaria para el proceso cognitivo, y la plasticidad de su cerebro va haciendo que cada día esta personita se vaya enredando en una cultura personal y social que no puede obviar el avance que las tecnologías nos han traído.
Esta mañana me he topado con un artículo de Enrique Dans (@edans) que me llena de alegría y de esperanza hacia esa idea que antes os transmitía que veía negativas. Él defiende que las tecnologías han llegado para quedarse y que cerrarles las puertas sería un grave error. «Si alguien no lo piensa así, si alguien cree que es mejor mantener a sus hijos en una burbuja aislada de ese contexto social, es que tiene un problema. Problema que, además, está dispuesto a transmitir a sus hijos».
¿Qué sería necesario tener en cuenta a la hora de educar a nuestros niños y niñas con respecto al desarrollo tecnológico? Nos lo resume @edans en este amplio y razonado decálogo que creo que docentes y familias deben analizar y llevar a la práctica.
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- La incorporación de las tecnologías a la vida cotidiana es imparable, responde a una aceleración constante del propio progreso y desarrollo tecnológico, y no responde a ningún tipo de moda o de fenómeno pasajero. Declararse de alguna manera “objetor” a la tecnología es un acto banal, absurdo y sin sentido, que supone una renuncia a disfrutar de ese progreso. Como opción personal, discutible, aunque obviamente incluida dentro del libre albedrío. Como opción en la educación de los hijos, completamente irresponsable. Tan irresponsable es criar a tus hijos en una “burbuja sin tecnología” como pretender renunciar a su escolarización.
- No existe una supuesta “edad adecuada” para acceder a la tecnología. El acceso a la tecnología debe ser algo natural, una simple interacción progresiva con un elemento presente en el entorno. ¿Cuándo debe tener acceso el niño a un smartphone? En cuanto sea capaz de no llevárselo a la boca. Toda familiarización del niño con las interfaces de los elementos tecnológicos presentes en su entorno es positiva.
- La idea de que los niños están más preparados para el uso de la tecnología por haber nacido en un año determinado o pertenecer a una generación determinada es completamente absurda. Los nativos digitales no existen. Lo único que existe es la capacidad para incorporar mejor los elementos tecnológicos si (y solo si) se ha llevado a cabo un proceso natural de inmersión en esos elementos tecnológicos. Los niños no manejan la tecnología ni saben más de tecnología que sus padres, salvo que estén más expuestos naturalmente a ellas mientras sus padres llevan a cabo un proceso voluntario de exclusión. El sentido común necesario para manejarse en un entorno determinado por elementos tecnológicos se desarrolla con la experiencia, y por tanto, los padres están mucho más preparados para desarrollarlo y transmitirlo. La idea de que los niños son de alguna manera nativos digitales y de que los padres, por saber supuestamente menos, deben inhibirse en su educación, es completamente irresponsable, y lleva a la aparición de huérfanos digitales.
- Los niños, sin supervisión en el uso de la tecnología, la utilizan simplemente para unos pocos usos, determinados generalmente por la interacción social, pero no profundizan en su entendimiento. La curiosidad, el interés, el razonamiento, la deducción, la conciencia, la razón y, en último término, la inteligencia, deben ser necesariamente estimuladas. La idea del “buen salvaje” que aprende todo por sí mismo es completamente absurda e irresponsable. Los padres deben estar ahí en esa labor educativa de estimulación, y no llevar a cabo una dejación de su responsabilidad bajo ningún concepto. El ordenador o el smartphone no son un baby-sitter ni un apaga-niños: los padres deben necesariamente interesarse por lo que sus hijos hacen en la red, del mismo modo que se interesan por lo que hacen cuando están en el colegio, en casa de un amigo o en la calle, y proveer las adecuadas normas que regulen la conducta en cada uno de esos entornos.
- Los filtros parentales son una mala idea. Su uso crea una burbuja supuestamente exenta de peligro en el entorno de la red. Eso genera dos efectos: por un lado,una inhibición de los padres, que creen “haber cumplido” con la instalación del filtro, y que tienden a renunciar a una ulterior supervisión. Por otro, una falta de preparación en el niño, que se evidencia en el inevitable momento en que tiene la oportunidad de acceder a una pantalla sin ese filtro parental, y afronta de repente una serie de contenidos para los que no está preparado, que ejercen un potente efecto llamada, y que además, han pasado a tener el atractivo de lo desconocido o incluso de lo prohibido. No, no todos los contenidos en la red son obviamente adecuados para los niños de cualquier edad, y no tiene sentido buscar esos contenidos o renunciar a su control. Pero ese control no debe ser llevado a cabo mediante un elemento tecnológico, sino mediante una supervisión consciente, atenta y preparada para proporcionar explicaciones. Si de verdad crees que es adecuado explicar y alimentar durante algunos años en tus hijos en la creencia de que vinieron de debajo de una col o que los trajo una cigüeña desde París, de verdad… tienes un problema.
- Lo más importante de la tecnología no es su uso, sino el entendimiento de lo que tiene detrás. Usar un ordenador o una app es sencillo y las barreras de entrada al aprendizaje no han hecho más que disminuir a lo largo del tiempo. Entender por qué el ordenador funciona no lo es tanto. Es exactamente igual que la Física: entender que u objeto cae cuando lo soltamos es fácil, pero entender por qué cae no lo es tanto. La tecnología y las ciencias de la computación son ya una ciencia al mismo nivel que la Física, la Biología o las Matemáticas. No enseñamos Física a un niño para que se convierta en físico, sino para que entienda que vive en un mundo gobernado por las leyes de la Física. Del mismo modo, debemos enseñar Ciencias de la Computación a niños que están necesariamente destinados a vivir rodeados de objetos programables. La tecnología no puede ser una asignatura accesoria, extraescolar o “que no entra en la media”. Tratar de elegir, en la medida de lo posible, colegios en los que el desarrollo de esas habilidades sea considerado importante es una buena métrica de tu responsabilidad. La educación ha cambiado una barbaridad, la memorización y los libros de texto dejan paso a metodologías apoyadas en la cualificación de la información, en la comprensión activa, en el contraste de fuentes, en los proyectos y en la interacción con el entorno. Si el colegio de tus hijos no va por ese camino, es muy posible que tengas a tus hijos en el colegio equivocado.
- La incorporación de juegos que potencian el aprendizaje de la tecnología es fundamental para que los niños desarrollen habilidades en ese sentido, del mismo modo que lo son el mecano, los bloques, o los puzzles. Jugar con tus hijos a iluminar LEDs, a hacer un robot o a programarlo es una tarea que potencia los vínculos familiares y contribuye en gran medida al desarrollo de esas habilidades. Pensar que ese tipo de contenidos o esa parte fundamental de su educación se desarrolla únicamente en el colegio es absurdo e irresponsable.
- El control es fundamental. Del mismo modo que nunca se permitió a los niños jugar durante todo el día, no se les puede permitir que no se desconecten a ninguna hora, o que renuncien a otros modos de interacción por estar frente al smartphone o la pantalla. La imagen del niño usando su smartphone sentado a la mesa durante la comida o la cena es aberrante, del mismo modo que la idea de que “no se le puede controlar o reprimir en su uso porque se le puede provocar algún tipo de trauma” es completamente absurda (y obviamente implica que los padres deben ejercer un efecto de demostración y de responsabilidad en ese mismo sentido). La tecnología genera estímulos potentes y gratificaciones instantáneas, y necesita de un cierto nivel de control – como lo necesita prácticamente cualquier otra actividad. Existen juegos muy adecuados para desarrollar numerosas habilidades, pero eso no quiere decir que los niños deban pasar horas sin salir de ellos. El sentido común es fundamental.
- Todo cambia. La labor de vigilancia y monitorización tecnológica de los padres debe adecuarse a la evolución de los usos y costumbres de la sociedad, de manera que se vaya exponiendo a los niños a aquellos desarrollos que van surgiendo y van siendo adoptados por ella. No, haber comprado un juego no debería llevarte a pensar que “ya has cumplido”. La educación es un proceso largo, con requerimientos importantes en términos de atención, que no puede ser subcontratado en su integridad, y que debe ser llevado a cabo con responsabilidad. Todo tiene peligros, desde salir a la calle hasta usar un bolígrafo, pero caer en la paranoia y en la idea de que debemos alejar a nuestros hijos de todo posible peligro es una barbaridad. Si haces caso de todo lo que te dicen que es peligroso en la red, te dedicarás a alejar a tus hijos sistemáticamente de ella… y eso es un grave error. No, la Wikipedia no es una fuente de mentiras, no hay un hacker colgado de cada poste de teléfonos, y la red no nos está volviendo idiotas ni atrofiando nuestros cerebros. No te preocupes. Todo va a ir bien.
- Una persona que voluntariamente se excluye del progreso tecnológico está renunciando a transmitir a sus hijos una educación que los prepare para un futuro adecuado en una sociedad cada vez más determinada por el desarrollo tecnológico. La educación de los hijos comienza por nuestra propia educación, el desarrollo de habilidades importante para su futuro desarrollo empieza por nuestro propio desarrollo. No, no puedes decir eso de “mis hijos saben más que yo”, por mucho que te enorgullezca ver lo que saben hacer en tal o cual juego. Su cerebro es más plástico que el tuyo y la incorporación de determinadas habilidades se puede desarrollar más rápido o de manera más natural, pero en sentido común y en desarrollo de experiencia deberías llevarles ventaja – o eso se supone, salvo que hayas renunciado expresamente a ello. Algunas habilidades, como la gestión de información, el filtrado y acceso a fuentes, la verificación, la búsqueda, etc. son FUNDAMENTALES para el futuro de tus hijos. Si eres de los que creen que algo “es verdad porque lo vi en internet” o que “se queda con el primer resultado de Google”, no estás preparado para transmitir a tus hijos valores fundamentales de cara a su desarrollo futuro. Ponte las pilas. Aprende.»
Aquí os dejo con esta reflexión, que no es poca, para un buen día de domingo.
Menos mal que no soy el único que piensa lo mismo que tú ;-).
Esta mañana he encontrado esta lectura http://www.jotdown.es/2014/06/cuidado-cuando-los-libros-fueron-como-internet/ que abunda en el mismo tema aunque desde otra perspectiva.
Un abrazo Loli.