Esta mañana, hablando con una madre en Twitter, me decía que las tutorías en la ESO eran infranqueables, que se las habían puesto por la mañana y que ella estaba trabajando y no podía ir. Durante nuestra conversación le recordé el derecho que, ella como madre, tiene a esa tutoría y que el profesorado tiene la obligación de poner una hora por la tarde para familias que no puedan acudir por la mañana. Se sintió agradecida porque no sabía que le asistía ese derecho y me deseó un buen fin de semana.
Entre familia y escuela debe crearse un clima que favorezca la educación, no son departamentos estancos sino complementarios con el objetivo de hacer crecer a las personas en formación.
Pero… ¿Quién da el primer paso?
Pienso que son los docentes los que deben facilitar ese encuentro y por tanto ellos son los que deben dar el primer paso. Lo primero que deben hacer es una presentación y después tutorías individualizadas, a parte que durante el curso puedan celebrarse otras tutorías grupales para algún acontecimiento concreto o para estudiar alguna idea o proyecto en común.
En la familia se dan los primeros pasos del aprendizaje y es importante que esta relación familia-escuela continúe cuando los niños y las niñas entran en los centros educativos donde el aprendizaje sigue su curso cada año. «Además, esta realidad no se interrumpe cuando acude a la escuela, sino que continúa existiendo, de modo que, en la familia, no solo se perfeccionan los instrumentos culturales o se incorporan nuevos conocimientos, sino que además se establecen pautas de conducta, se conforman actitudes y se transmiten valores vitales para el futuro de las niñas y los niños». Así nos lo demuestra un estudio «Dos contextos y un solo niño» de la Universidad de Girona dirigido por Ignasi Vila.
Pero… ¿Quién enseña a los padres y las madres a ejercer sus funciones?
Hoy, afortunadamente, los pediatras van transmitiendo muchas ideas educativas, no solo de salud, con las que los padres y las madres pueden ir formándose, porque lo que sí es cierto es que ningún niño ni ninguna niña viene al mundo con un manual de instrucciones para que sea educado adecuadamente.
En las Escuelas de Familias podemos aprender estas pautas cuando los niños y las niñas van siendo mayores. También en cada IES existe un Departamento de Orientación al que se le debe solicitar ayuda, sobre todo en la etapa de la ESO cuando pasan por momentos difíciles y nos quedamos sin recursos para su tratamiento.
Y, por supuesto, los tutores y las tutoras, los cuales tienen la obligación de compartir con las familias qué tipo de educación quieren para su hijo o hija, desarrollándose así los vínculos necesarios para que familia-escuela colaboren al igual en ese proyecto de vida educativa.
«Unas relaciones familia-escuela constructivas deben de partir de la existencia de una gran diversidad entre las familias sobre sus creencias, expectativas y concepciones educativas. Por eso, vale de poco adoptar una posición de “experto” en educación y,desde ella, etiquetar, minusvalorar y anatemizar lo que no coincide con las propias ideas. Vale más la pena colocarse en una posición de escucha y de aproximación para que desde la mutua confianza y sin recelos se puedan establecer unas buenas relaciones. De esta forma, se puede ahondar y discutir tanto sobre las prácticas que se realizan en la familia como dar a conocer lo que se hace en la escuela, lo cual sin lugar a dudas tiene un beneficio que es el niño o la niña» Ignasi Vila.
En todo el proceso educativo no podemos olvidar la influencia que ejerce la comunidad, los contextos… en la educación del niño o la niña. pero esto será objeto de otra entrada.