Esta mañana Raúl Reina @raulrm75 me comentaba en Twitter que mis ideas eran bonitas pero que la triste realidad era muy diferente que él chocaba con la motivación del alumnado (es duro lo que me dice, pensé), entablamos una pequeña conversación y le dije que conocía la realidad que me describía pero que también conocía que era posible motivar al alumnado, que era cuestión de conocerlo y hacer algo diferente que llegue a emocionar y por tanto a aprender. Rebuscando sobre el tema encontré el artículo de Cristina Sáez sobre » Neuroeducación, o cómo educar con cerebro» en el que se dan pautas de cómo aprende el alumnado y cómo podemos hacer para que se apasione y así llegue al aprendizaje.
El tema de la motivación sigue estando presente cada día porque si no inviertes tiempo en la aceptación del alumnado por el trabajo en el aula, evidentemente, te estás frustando cada día como profesor y eso se va transmitiendo, es decir, la bola de grupo inadaptado o disruptivo cada vez se hace más potente y llega a alterar el clima de la clase en general.
«Sabemos que no hay cerebro cognitivo que no haya sido filtrado por el cerebro emocional. Por tanto, insiste Mora, hay que buscar el significado emocional de lo que se enseña, para que el alumno piense: ‘Siga profesor contándome eso, que me interesa mucho’. “Los profesores tienen que ser la joya de la corona de un país, porque sobre sus espaldas recae una enorme responsabilidad. Tienen que estar muy formados y conseguir que los niños se sientan realmente entusiasmados por lo que aprenden. Porque esa es la base para crear no sólo ciudadanos cultos, sino también honestos y libres”.
«“Necesitamos maestros que preparen a los niños para afrontar esos nuevos retos. Ellos son capaces de transformar el cerebro, tanto física como químicamente, de los alumnos, de la misma manera que un escultor con su cincel es capaz a partir de un mármol amorfo crear una figura tan bella como el David”, afirma el neurocientífico Francisco Mora».
Para motivar al alumnado hace falta dar unos pasos previos:
1. Invierte las primeras clases del curso en presentaros, en conoceros, en dar importancia a las personas.
2. Crea un clima de grupo en el que se respete a todos los miembros.
3. Presenta tu materia y el trabajo que les propones hacer.
4. Cuéntales la forma en la que tú hayas pensado trabajar en clase y pídeles que ellos y ellas opinen.
5. Consensúa una forma de trabajo y también una forma de evaluar.
6. Motiva tus actuaciones, reflexiona en el grupo.
7. No juzgues comportamientos sin dar voz.
8. Ponte al día, lee, consulta en las RRSS…
9. Párate las veces que sean necesarias hasta que consigas el clima adecuado de trabajo.
10. Emociónate con el alumnado aprendiendo.
Sé que no es fácil pero la experiencia es un grado y puedo comunicar que son pocos los que se resisten cuando se les trata y se siguen estas pautas con ellos y ellas, así que os animo a que sigáis buscando estrategias que lleven a la emoción por aprender y que consigáis escuchar esta frase cada día » Siga profesor/a contándome eso, que me interesa mucho’.
Está claro que damos por supuesto que las clases no son pura transmisión de conocimientos, que trabajamos en grupo y que queremos llegar al conocimiento a través de la experimentación…
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