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21.07.2021

¡Antonio!, ¿dónde están mamá y papá?

por José Antonio Jiménez Ramos

La playa preferida de Antonio

A lo largo de mi vida he conocido muchos casos referentes a comportamientos de niñas y niños; es normal, mi profesión se ha desarrollado en ese ámbito. En esos casos he visto de todo, comportamientos más o menos esperables, otros muy sorprendentes para mal e, incluso, otros para bien, aunque en su gran mayoría no había nada destacable que me haya llevado a sentir la necesidad de contarlo públicamente.

Pero hoy tengo motivos para contar un comportamiento muy normal, pero que a mí me ha hecho llorar en medio de la calle. Advierto que soy de lágrima fácil. Los que me conocen, lo han sufrido, alguna vez que otra.

Salgo ayer por la mañana a hacer algunos recados, con cierta prisa, porque tenía una cita con unos amigos sobre las 13, 30 horas. Pues bien, conforme me acercaba a la oficina de Correos, veo a lo lejos a Antonio tan guapo como siempre, hijo de Conchi y Francis, al que hacía muchos meses que no veía. Lo primero que noto es que ha pegado un estirón enorme, está más delgado, pero compruebo al acercarme, que me saca la cabeza, cuando pasa por mi lado jugando.

– Hola, Antonio.

No contesta, es lógico en estos meses él ha pasado de ser un niño grande a convertirse en un adolescente y, al fin y al cabo, tampoco nos hemos visto muchas veces, porque vive en el campo y aparece poco por el pueblo y todo ello antes del último periodo de tiempo, en el que ni siquiera hemos cruzado ni una mirada. En cualquier caso, no me rindo y tras volver de su carrera insisto.

– ¡Antonio!, ¿dónde están mamá y papá ?

Tampoco contesta, ¡vaya!, pensé, bueno, en otro momento. Me vuelvo al mismo tiempo que veo que se acerca a mí, sin mediar palabra, me coge la cara con cierta delicadeza. Asombrado sigo mi camino y llego a la cafetería donde, como suponía, estaba su madre, desayunando

– Conchi, fíjate lo que me ha pasado con Antonio, y le cuento con alegría el encuentro.

– Pues mira, por donde viene, indicándome  con la mirada que se me acercaba por detrás. Me doy la vuelta y ya lo tenía encima, me vuelve a tocar la cara, me baja la mascarilla y me besa de manera suave varias veces.

– ¡Antonio!, para ya, que me vas hacer llorar aquí en medio de la calle, le decía su madre, cuando a mi me corrían ya varias lágrimas camino de la camiseta.

Se sentó a desayunar, mientras Conchi me comentaba lo emocionada que estaba porque Antonio me había reconocido de manera tan cariñosa y después de tanto tiempo.

Antonio, alumno de la ESO, es el hermano menor de Conchi, su hermana, estudiante universitaria e hija de Conchi, educadora infantil y Francis, patrón de un pesquero, todos ellos han nacido y viven en Isla Cristina.

El más pequeño y centro de la vida de la familia, es una persona autista y está escolarizado desde siempre en centros ordinarios de la educación pública de su pueblo. Su madre y su padre siempre han mantenido una actitud muy abierta y comprensiva de su progreso. Loly y yo mantenemos una relación de amistad con ellos desde hace años y hemos ido contemplando de forma intermitente el desarrollo de Antonio, aunque por las circunstancias de la pandemia hacia más de dos años que no lo habíamos visto.

Este encuentro es para mí, una situación difícil de describir, que he tratado de haceros llegar de la mejor manera que he podido como homenaje al empeño incansable de una familia para facilitar la vida de su hija e hijo, siendo Antonio el más necesitado de ese empeño.

Sabemos de las dudas diarias y permanentes por hacer lo posible para que la vida de Antonio alcance las metas que sus capacidades permitan y que no cejarán en ello. Por eso creo que Antonio haya sido capaz de mostrar sus sentimientos de una manera tan tierna y con tanta eficacia en el reconocimiento de mi persona después de tanto tiempo, debe haber sido para Conchi, que lo ha vivido en primera persona y para su padre, que estoy seguro se habrá enterado nada más llegar de su tarea profesional, una gran conquista que les ayudará a seguir en su tarea como mamá y papá de Antonio y de Conchi.

Hace ocho años, Loly escribió este artículo que tiene mucho que ver con lo ocurrido ayer.

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