jochimet
13.06.2020

Una gota que debería ser un lago

por José Antonio Jiménez Ramos

En todo este mundo pandémico en el que estamos inmersos, hay algunos asuntos que son de interés común más allá de planteamientos partidistas, me refiero a la situación de las residencias de ancianos, en todo el estado, en general y en Andalucía en particular. Es una situación difícil de calificar, cualquier adjetivo no se corresponde a como cada cual lo ve, pero solo un dato «objetivo», del total de personas fallecidas por la COVID-19 o síntomas asimilables, las personas ancianas que vivían en residencias ascienden a 19.415 personas, es decir, más de 71 personas de cada 100 fallecidas. Para más información podéis leer este artículo.

Ante ello es evidente que tenemos todas y todos, pero singularmente las instituciones responsables, una tarea imposible de retrasar, el modelo de atención a nuestras personas mayores debe ser cambiado. No es humanitario ni sostenible que estas residencias sigan estando como hasta ahora, es un imperativo moral de nuestra sociedad.

Me sirve esta introducción para poner de relieve, que han existido y existen residencias de ancianos que han demostrado que es posible otra forma de hacer las cosas. Para ello me voy apoyar en un ejemplo muy cercano a mi familia. Un residencia de pueblo del entorno de los 10000 habitantes, San Juan del Puerto (Huelva).

Ayuntamiento de San Juan del Puerto (Huelva)

En ella trabaja una prima mía. Sabemos que Huelva es una de las provincias con un bajo contagio de Andalucía y la incidencia de fallecimientos declarados es pequeña, pero lo que destaco es que dentro de ese contexto  la situación al día de hoy es la siguiente:

La Residencia se llama San Joaquín y Santa Ana es de titularidad privada y pertenece a una asociación cuyo presidente es el párroco.

Hay 37 residentes y 30 trabajadores y trabajadoras contando dirección, cocineras, limpiadoras, etc.

Este tipo de residencias tiene un carácter privado, pero en realidad su servicio es casi público, en tanto en cuanto de la totalidad de las plazas solo tienen 5 privadas, el resto están concertadas.

Lo cierto es que la residencia funciona estupendamente y buscan dinero por todas partes, el ayuntamiento colabora y la gente del pueblo la siente suya.

La fórmula que han empleado para controlar los contagios es de sentido común. Todos los residentes y todo el personal se hicieron el test en los primeros momentos de la crisis con resultados negativos. Tras ello la dirección de la Residencia la cerró a cal y canto y todas las comunicaciones entre ellos, los residentes y las familias han sido telefónicas.

Hasta el momento, ningún contagio en las personas que conforman la Residencia. Se puede y se debe decir que actuaron de la forma más adecuada con la información que tenían a su alcance. Mi prima me dice abiertamente que el trabajo de la directora y el vicedirector es de 10.

¿Qué tiene de especial este caso? A mi entender el contexto en el que se mueve, el tamaño de la institución y algo que debe ser santo y seña de una dirección al frente de un lugar tan vulnerable, el sentido común.

Podemos deducir algunas lecciones de esta situación, en aras a ser positivos de cara al inmediato futuro de las residencias de personas mayores. Nos gusten más o menos, son absolutamente necesarias y ello conlleva una obligación tanto institucional como social con esta tercera columna de los derechos básicos. Hay que ahondar en la consideración de que los servicios sociales son claves en el desarrollo de una sociedad justa. Es una obligación que sean lugares de vida y no de riesgo y muerte masiva como han sido hasta ahora.

Esta historia pequeña, que no es más que una gota en una inmensidad oceánica que se lo traga todo, debe convertirse en un lago al menos, que nos encare la realidad de nuestra sociedad, debemos asumir que una sociedad justa es aquella que tiene en los cuidados una de las bases de la misma.

Me declaro abiertamente defensor de los servicios públicos, confío en ellos, sin ningún género de dudas y, sin embargo, en este asunto como en otros similares, la iniciativa privada o particular que se hace con la sana intención de ayudar sin buscar ningún beneficio económico, más allá de que las personas que trabajan en ese servicio sean remuneradas de acuerdo a sus derechos laborales, es una manera subsidiaria de atender a las obligaciones de las instituciones públicas.

En ese sentido es imprescindible una cuestión de principio para mejorar el derecho a los cuidados de las personas. Poner en manos de las empresas privadas con ánimo de lucro la gestión de residencias de personas mayores es un error gravísimo y a las pruebas me remito. La mayoría de las personas fallecidas en residencia lo ha sido en este tipo de instituciones.

Otra cuestión fundamental es la necesidad de valorar adecuadamente los servicios que se prestan, la práctica de adjudicar estos servicios sin clausulas sociales es un riesgo que no podemos permitir. Creo que lo ocurrido es una prueba fehaciente de ello.

La necesidad de que las residencias cuenten con un personal adecuado en número y cualificación profesional. Es una tarea tan delicada que no puede ser infravalorada.

Aunque esto daría para un debate mas en profundidad y desde luego en otras instancias, no quiero acabar este artículo sin poner otro asunto que, en mi opinión, debe suponer un antes y un después  en el servicio que se presta desde las residencias de personas mayores. La necesidad de medicalizar estas residencias por dos razones fundamentales, una, porque estas personas tienen padecimientos crónicos de diversas índoles y requieren de un seguimiento continuo e inmediato y dos, porque el incremento de la esperanza de vida conlleva un aumento considerable de riesgos de todo tipo, más allá de la pandemia actual. La presencia de unidades médicas adecuadas en las residencias  a las necesidades de esas personas en coordinación con los servicios sanitarios de cada zona sería una garantía de salvaguarda de la vida.

Dedicado a todas las personas que trabajan por el bien de las personas, especialmente a las que lo hacen en la Residencia San Joaquín y Santa Ana de San Juan del Puerto (Huelva)

LA VIDA ES LO MÁS PRECIADO Y DEBEMOS PROTEGERLA CON LAS MEJORES HERRAMIENTAS POSIBLES Y, SOBRE TODO, CON EL CUIDADO NECESARIO.

CUIDAR Y CUIDARNOS ES UNA EXIGENCIA VITAL

 

 

 

 

 

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