Quien enseña aprende al enseñar y quien aprende enseña al aprender.
Quien enseña, enseña alguna cosa a alguien.
Paulo Freire
Entre las muchísimas declaraciones, entrevistas, anuncios, memes y multitud de «dimes y diretes» que nos rodean en estas semanas, escuché, en la radio, a un personaje muy preocupado por las personas mayores, criticar que no tenían equipos personales ni materiales sanitarios para atender a la población mayor, que su organización tiene en todo el estado. Se mostraba realmente compungido, a instancias de la periodista, que le animaba a seguir con la crítica, dio un giro brusco en su discurso y concluyó con las siguientes palabras, “dicho lo anterior lo importante es salvar la vida”. Es una cuestión de perogrullo, lo urgente es que no mueran las personas, nadie puede estar en contra de ello, pero al mismo tiempo muestra una cierta paradoja en la situación actual.
Esa afirmación nos podría llevar a un callejón sin salida; mientras que haya que salvar vidas físicamente, lo demás debe esperar. Todo lo demás es superficial y de alguna manera no requiere atención de los gobiernos, ni tan siquiera de la sociedad. A mi entender ese pensamiento subyace detrás de determinadas actuaciones que los gobiernos hacen con respecto a la educación. La actividad educativa presencial está suspendida y se ha hecho un esfuerzo tremendo, sobre todo, por el profesorado para que se puedan continuar los procesos de aprendizaje, la administración ha hecho lo imprescindible para que esa actividad, en teoría, no sufra por la falta de presencialidad, pero ya está, no es una cuestión de vida o muerte, no va a morir nadie porque las cosas no se hagan todo lo bien que se debiera.
Esta concepción de las prioridades vitales es la que permite que, en la educación, todo pueda valer. Es algo que los acontecimientos nos han puesto por delante, el valor que se le da a la educación. No se la considera un valor esencial, se transmite un mensaje nítido, la educación puede esperar, sin embargo en la comprensión de esta concepción está su propia fortaleza. Hay un aprendizaje que debemos extraer de esta situación, la educación también es vida, es más, sin educación no hay vida plena, es esencial para la vida, de lo contrario estaríamos aún en la barbarie.
Poner en sus justos términos a la educación requiere de la toma de conciencia de la situación de partida por todas las piezas del engranaje social. Tenemos una oportunidad para convertir una situación nefasta en un reto para avanzar en la conformación de un sistema educativo público de calidad y con un objetivo transformador de la realidad actual. Las debilidades actuales, conocidas por algunos y puestas de manifiesto por esta situación, nos deberían llevar a un compromiso vital con la educación. La pandemia y sus consecuencias, aún desconocidas en su inmensa mayoría, nos obliga a poner en el escaparate social la verdadera función de la educación.
La idea de la educación tal como la concibo tiene sentido si es un proceso social y humano en toda su extensión. Esta concepción pierde valor en los últimos tiempos cuando se imponen las teorías neoliberales que reconvierten el espacio educativo en un proceso de asimilación acrĺtica de contenidos acumulativos que solo tienen el interés de superar unas calificaciones, que pueden suponer para algunos y algunas una posibilidad de avanzar en la sociedad individualista y tremendamente competitiva que nos abruma.
Ahora es el momento de humanizar de nuevo la práctica educativa, la situación lo requiere y solo es preciso asumir el papel de la educación en una sociedad que está obligada a cambiar porque si no va a sucumbir en sus propias miserias; unos saberes “bancarios” (1) como la que resulta de depositar conocimientos vacíos de sentido en la mente del alumnado. Una escuela que no aporta conocimientos relevantes y que impide un verdadero proceso educativo crítico. Abordar ese cambio requiere hacer, cuando menos, una reflexión sobre el sentido del compromiso con un sistema educativo que apueste por el progreso de las personas en su totalidad.
La burocracia, la falta de empatía en los procesos educativos, la poca inclusión que hay en los centros aunque el término pueda estar de moda, la pérdida de visión de la realidad social como elemento contextual, nos precipita a una educación consumista que busca resultados en términos operativos, pero que no es una respuesta vital. El espacio educativo debería ser el más favorecedor del desarrollo de las personas en su evolución.
A modo de propuesta, para la comprensión de lo que supone una práctica educativa que tenga en cuenta estos aspectos, comparto este texto de Álvaro Bustamante publicado en 2006 en la Revista Iberoamericana de la Educación de la OEI:
“Podemos entender la complejidad del proceso de aprendizaje en las materias que se enseñan, pero debemos asumir que no es sólo eso: aprendemos contenidos e información, y desarrollamos habilidades y competencias; sin embargo, también aprendemos una manera de vivir, de ver al mundo, aprehendemos una cultura, una cosmogonía . Pero no es sólo eso: también es el aprendizaje de una serie de signos y significaciones, un aprendizaje de relaciones simbólicas, de un lenguaje particular, de un discurso específico que nos otorga una perspectiva para entender lo que sabemos y lo que somos capaces de hacer, tanto a nivel de producto tecnológico como a nivel de relaciones entre personas Es por eso que nuestro aprendizaje como humanos sólo es posible cuando estamos en contacto con otros seres humanos porque lo anterior sólo es posible aprenderlo de otros que lo hayan aprendido igual que nosotros: de la cultura, que es obra eminentemente humana.”
Por tanto desde esta perspectiva tiene sentido que la educación sea imprescindible para el desarrollo de la vida humana, para esa parte de la vida que se corresponde con las necesidades de desarrollo personal. Pero para ello hay que avanzar algo más, no basta con compartir que la educación es un proceso cultural. Hay que asumir que la educación es de naturaleza ética de la misma manera que lo concibe Paulo Freire, “Estoy absolutamente convencido de la naturaleza ética de la práctica educativa, en cuanto práctica específicamente humana. Es que, por otro lado, nos hallamos de tal manera sometidos a la perversidad de la ética del mercado,… que me parece poco todo lo que hagamos en defensa y en la práctica de la ética universal del ser humano. No podemos asumirnos como sujetos de la búsqueda, de la decisión, de la ruptura, de la opción, como sujetos históricos, transformadores, a no ser que nos asumamos como sujetos éticos. En este sentido, la transgresión de los principios éticos es una posibilidad pero no una virtud. No podemos aceptarla.” (2)
En la actualidad del año 2020, tras analizar la situación generalizada de la educación en el contexto general del Estado español y en el particular de Andalucía, debemos avanzar en la consecución de un sistema educativo humano en todos sus términos, en todos sus perfiles, no se trata solo de un deseo más o menos alcanzable, es una necesidad por diversas razones, estamos ante una crisis de tal envergadura que aún no podemos entender, pero que sí marca ya unos perfiles claros y determinados. El primero es clave, la gestión de la educación por causa del confinamiento ha provocado una mayor desigualdad que la preexistente.
Más allá de los aspectos tecnológicos que ya sabemos que están dejando al alumnado y a sus familias al margen de las tareas y de los procesos burocráticos y formales necesarios, existe un abandono de las necesidades del alumnado que se ha pretendido responder de la forma más displicente que se les ha ocurrido, “esto es lo que hay y sobre ello hacer lo que podáis”. Actitudes de este tipo no responden ni tan siquiera a un sistema educativo burocrático y apartado de la naturaleza humana de la educación. La respuesta es una tragedia de incalculables consecuencias, se vuelve a dejar en la cuneta a los más desfavorecidos.
En todo este proceso se echa en falta reflexión y crítica en la práctica educativa, falta la conciencia del rol social y cultural que lleva consigo el ejercer la docencia: falta la inquietud por trascender y hacerlo de buena manera, y eso se aprende, es más, debemos aprenderlo como responsabilidad profesional.
Hay una parte de la profesión docente muy innovadora y siempre pendiente de utilizar las mejores herramientas para mejorar la práctica educativa, es un esfuerzo extraordinario que hay que asumir como ordinario, las sociedades cambian de manera vertiginosa y los cambios en la práctica educativa deben corresponderse a las necesidades sociales, es una obligación profesional, no debe tratarse desde el punto de vista de la voluntariedad, la resistencia a los cambios empobrecen a la propia práctica educativa y de la misma manera que los profesionales de cualquier sector están en permanente reciclaje, la práctica educativa debe reciclarse de manera continua, no caben excusas de la misma manera que no estaríamos dispuestos a soportar respuestas del siglo XIX en una sociedad del siglo XXI en cualquier ámbito profesional no podemos pretender que los estilos de aprendizaje actuales se correspondan con los de mediados del siglo XX.
Pero no basta con ello, hay otra formación/educación imprescindible para los docentes, asumir el rol social de su trabajo, saber de forma crítica cuáles deben ser las actitudes y la formación profesional necesarias para seguir haciendo de la educación un proceso humano comprometido con el desarrollo de la vida de todas las personas. Siempre fue necesario hacerlo, hoy es un imperativo ético, la educación escolar es quizá uno de los últimos asideros que pueden tener las personas para ser más humanas y más comprometidas con su desarrollo.
Pero no todo debe pesar sobre la responsabilidad profesional del profesorado, hay una parte de la respuesta educativa que corresponde a la administración educativa. Una parte de gran importancia. Aunque soy de la opinión de que los márgenes legales de ámbito educativo permiten al profesorado y a los centros poner en práctica educativa, líneas de trabajo más comprometidas y críticas en consonancia de lo que he formulado anteriormente. Las debilidades que se han puesto de manifiesto y que ya conocíamos por todo el periodo de recortes masivos en los últimos años, son una prueba clara de la necesidad de revertirlos de manera inmediata y ello, en mi opinión, no tiene más que una salida justa y democrática, la recuperación pronta y constante de un sistema público de calidad dotado de personal y recursos suficientes para la atención básica de la educación.
Ese sería un primer paso necesario pero no suficiente, ha quedado de manifiesto que el actual sistema educativo no se corresponde con las necesidades actuales y venideras para el desarrollo de las personas. El mundo de la comunicación educativa no está presente de manera universal en nuestras escuelas y ello no es solo cuestión de medios, sino de concepción de la vida de los centros y de su relación con las personas que lo componen.
La necesidad de una comunidad educativa interrelacionada de manera viva y creativa pasa por una modificación radical de las estructuras educativas en todos los ámbitos.Este es el reto que se nos presenta, hay posibilidades reales de avanzar en un cambio de paradigma educativo. En la sociedad del siglo XXI no podemos tener una escuela del siglo XX. Si durante años hemos permanecido en prácticas educativas muy centradas en la transmisión y con el apoyo de materiales gráficos más o menos de buena calidad, ahora que la sociedad está convulsionada por lo ocurrido es imprescindible aprovechar el momento de reflexión que se está produciendo en muchos ámbitos para consensuar un modelo de escuela basada en la comunicación a todos los niveles, no se trata solo de implementar más y mejores recursos tecnológicos, sino de poner las bases de escuelas comunicativas a todos los niveles, la comunicación educativa no es algo que esté destinado a adornar la práctica educativa, se debe convertir en parte de la vida de las personas. No debe ser un proceso inmediato, sino pensado y progresivo, pero requiere de poner las bases en los momentos porque de lo contrario, volveremos a encontrarnos con situaciones como las que se están viviendo ahora.
Una escuela inclusiva requiere ahondar en el derecho a la comunicación, los servicios públicos pueden aportar inmensos caudales de posibilidades que puestas en mano de profesionales de la educación podrán repercutir en toda la comunidad. En esta perspectiva la comunicación educativa será una forma de compensar las desigualdades que en estos momentos se han puesto de manifiesto como más arriba comentaba.
Una propuesta más amplia tendría que ser objeto de un próximo artículo. (Seguiré)
Notas:
(1) Freire introdujo el concepto de “educación bancaria” en su obra “Pedagogía del Oprimido”
(2) Pedagogía de la autonomía. Freire, Paulo (2012) Siglo XXI Editores. México
Derecho a ir a votar en horario lectivo: ?que suma eso a ir a votar en horario laboral no lectivo? ?le da mas peso al voto? ?es mas cool? ?es necesario? No solo perjudica al alumnado, tambien a los demas docentes del centro y personal no docente. Son 800, ?nos vamos todas? No, por eso la directora organiza, pero lo ve mal, impropio, inadecuado, poco estiloso. Eso es lo que siento como contribuyenta.