Acabamos de pasar el momento del año que correspondía a las elecciones municipales y autonómicas que ya estaban previstas. No voy a analizar los resultados, porque otras personas lo hacen con mayor conocimiento que yo y están disponibles para todas y en todos los lugares. Si acaso hago una mención especial al artículo de Juan Luis Sánchez sobre la victoria del consenso. Comparto que es la mejor conclusión posible para lo que está por llegar. Si no se entiende, quizás sea porque no se quiere entender.
Precisamente hoy 29 de mayo se publica en eldiario.es un artículo sobre el cual construyo mi idea de lo que está por llegar. Hago mención a su publicación por el interés que genera el visionado del documental titulado «Recetas Municipales» que tuve el gusto de disfrutar en el estreno dentro de la última edición del Festival ZEMOS98. Este es el documental al que me refiero donde se conversa de lo que ha supuesto para unas personas que forman parte de la investigación social o son activistas sociales y/o políticos la situación planteada de cara a las elecciones municipales.
Pero antes de continuar con mi idea de futuro creo necesario hacer una mirada atrás, aunque sea rápida, a los movimientos políticos de principio de año que dieron lugar a unas precipitadas Elecciones Autonómicas en Andalucía. Susana Díaz consideró que era una gran oportunidad para ella y para su partido acabar con un gobierno estable porque se sentía amenazada por la militancia de IULV-CA y sus exigencias, que suponía la pondrían en una situación indeseable e ingobernable.
El 22 de marzo se celebraron esas elecciones con los resultados conocidos y con el atasco que los mismos y la absoluta soberbia política de Susana Díaz han provocado. El PP e IULV-CA bajaron en su representación en la cámara andaluza y a cambio entró un imprevisible partido como Ciudadanos y un previsible Podemos; el PSOE bajó en votos pero mantuvo los 47 diputados en el Parlamento Andaluz. La supuesta inestabilidad que preveía Susana Díaz por el gobierno con IULV-CA se ha convertido en una realidad tangible, la paralización de la Junta de Andalucía por obra y gracia de la presidenta en funciones. ¿Todo un laberinto sin salida?
Nos queda el ¿último? escalón del año electoral las elecciones generales, sino contamos con una posible repetición de las autonómicas andaluzas y con la convocatoria de las elecciones autonómicas catalanas previstas para septiembre.
Sólo el tiempo inmediato dirá lo que nos espera y no será muy largo ese tiempo para saberlo, pero a mi me interesa lo que puede ocurrir en la fuerza política donde milito y en la que creo firmemente como un baluarte de las ideas de izquierda. Lo primero sería marcar esa idea, Izquierda Unida-Convocatoria por Andalucía es una fuerza nítidamente de izquierdas y como tal su trayectoria inmediata debe estar ligada a conseguir, junto con otras organizaciones políticas y sociales, un polo de atracción hacia todo lo que se mueve en ese espacio social y político. Hoy por hoy no se espera esa atracción/deseo por diversas circunstancias que quiero analizar con cierta tranquilidad.
En primer lugar, hay que ver con apertura de miras a los procesos sociales, ciudadanos y políticos del nuevo tiempo que estamos viviendo. No podemos pretender ser atrayentes o deseados por la gente de a pie si la práctica política no incorpora como base todo lo que aporta los nuevos tiempos sociales, comunicacionales y políticos. No hablo, sólo, de la utilización de nuevas herramientas que son fundamentales en la conformación de las ideas y de las formas de relacionarse, sino de las nuevas concepciones de las relaciones entre las personas y los colectivos que conforman la sociedad.
Sin despreciar a ninguna de las instituciones presentes desde hace tanto tiempo en nuestra sociedad (sindicatos, asociaciones de vecinos, AMPAs, asociaciones empresariales y cualquier tejido asociativo clásico y conocido por todos) es preciso asumir la importancia del colectivismo social y participativo que está conformando nuevas estructuras sociales que no son tan rígidas o tan predecibles como las conocidas como clásicas. La concepción de la sociedad a través de estas nuevas maneras de colectivizarse obliga a entender las nuevas narrativas por encima de lo que para muchos, de mi generación y, consecuentemente, para otras generaciones posteriores han supuesto aquellas instituciones. No se trata de despreciarlas, sino de promover su reescritura, en muchos casos de volverlas a crear.
Pero tenemos que asumir que la participación y la llamada revolución democrática no es algo que está de moda sino que forma parte de esa nueva manera de saber, de conocer y de actuar que va más allá de un crítica al pasado reciente. Es necesario implicarse en, por lo menos, conocer que está ocurriendo en esos ámbitos. Buena parte del «éxito» de los nuevas propuestas políticas están basadas en la comprensión de estos procesos. Ya están aquí y están para quedarse, nuevas maneras y nuevos conceptos que superan, por diferentes y alternativos, a las formas clásicas de decidir y hacer en la política. No se trata tanto de expresar que estamos en un tiempo líquido, sino de entender que la solidez no proviene solamente de la potencia de las estructuras organizativas al uso, sino también de la incorporación de nuevas formas de entender lo que la gente demanda y necesita.
Hay que construir ese espacio común que nos une, partiendo de los planteamientos individuales y colectivos, es necesario hablar y seguir hablando y no levantarse hasta llegar al consenso necesario. Hay que aparcar posiciones maximalistas que solo provocan ansiedad y desasosiego y que llevan a la apatía y al cansancio. Los éxitos de Barcelona en comú, Ahora Madrid o Marea Atlántica no surge por la belleza física o espiritual de las personas, vienen por entender que la confluencia, el consenso, la humildad y la generosidad impera contra las líneas rojas, el asalto militar, la soberbia y la mezquindad.