Hace algunos días que quería escribir algo sobre Concha Caballero y no conseguía hilar nada que me gustara, pero entre lo que escribió Paco Garrido en Paralelo 36 y una sugerencia de María Limón he podido tejer estas pocas líneas. Te las debía, Concha.
En este momento tan tremendo y tan ilusionante que nos ha tocado vivir, hablar del Día de Andalucía nos lleva a una doble visión del actual estado de cosas. Por un lado el necesario recuerdo de lo que supuso el 28 de febrero de hace 35 años, no solo en Andalucía sino también en el Estado Español; se rompió lo previsto por el acuerdo de la transición, Andalucía modificó el camino trazado y se salió de madre. Hoy esa decisión colectiva ha provocado un Estado de las Autonomías muy distinto al previsto por los padres de la patria en la Constitución de 1978. Por otro lado, nos aboca a una situación de cambio, ya previsto de alguna forma en el Estatuto de Autonomía de Andalucía que se considera una pieza esencial en el desarrollo legislativo e institucional en el camino de un proceso constituyente.
Y en esa visión es donde cobra una especial importancia la persona de Concha Caballero, recientemente desaparecida de forma rápida y brutal hace poco más de un mes. En mi opinión este 28 de febrero debería ser el momento de hacer valer la aportación de la primera mujer portavoz de un grupo político en el Parlamento Andaluz y que desde su responsabilidad política y personal fue la catalizadora de una ley que se ha convertido en santo y seña de una auténtica autonomía de un pueblo como el andaluz.
Sería el momento de releer ese Estatuto para que ello supusiera comprender cuáles son las aportaciones que hace el desarrollo de un proceso constituyente que necesita el Estado Español en general y Andalucía en particular. Es cuestión de que se haga en el contexto necesario, pero no corresponde a este espacio hacerlo.
Pero sí corresponde trazar unas líneas someras de lo que Concha supuso para esa ley y, sobre todo, las características de su pensamiento e ideas que se plasman en la redacción de la misma.
Concha decía de forma repetida que Andalucía es la tierra de la solidaridad y que esa idea era más que suficiente para establecer la identidad andaluza. Repasando también a Blas Infante y a su aportación de hace 100 años podríamos describir alguna coincidencia, dentro de bastantes disensos lógicos por el pensamiento de la época y el tiempo trascurrido, entre esa idea y lo que expresaba el padre de la patria andaluza. Blas infante establecía que el modo de ser del andaluz se caracteriza por la “exageración de las determinaciones generosas”, la alegría de vivir, tachada tradicionalmente de superficial, la vehemencia y el repentismo que constituye el “alma del ingenio andaluz”. Esa exageración puede coincidir con el concepto de solidaridad al que me refería antes y la referencia a la alegría de vivir, que Blas Infante rechaza que sea superficial, es también una constante de la misma Concha “la sonrisa de la izquierda andaluza”.
Ambos elementos marcan una forma de vivir y de sentir que Concha Caballero supo transmitir a su tarea diaria en espacios y momentos donde tales conceptos tienen poca cabida. Reivindicar a Concha significa revindicar la alegría de vivir como norte de un pensamiento, es revindicar también la solidaridad verdadera, no la sustitutiva de la justicia, sino la que hace posible que el amargor de la injusticia encuentre la compensación de las personas. Estas dos ideas llevadas a la realidad cotidiana, social y política en esta sociedad injusta, desagradable y canalla que vivimos, creo que aportaría espacios y momentos donde la lucha diaria por sobrevivir nos permitiría tener todavía esperanza en el ser humano.