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02.08.2013

ENCUESTAS POR ORDEN DE LA POLÍCIA.

por José Antonio Jiménez Ramos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un relato extrañado de cómo he contestado una encuesta por orden de la policía de tráfico portuguesa.


Durante mucho tiempo he pensado que las encuestas se las inventaban en gran medida, porque como a la inmensa mayoria de las personas nunca me habían hecho ninguna.

Ese pensamiento se rompió hace poco tiempo, gracias a una encuesta que me hicieron de carácter local, compredí que era parte de la «muestra aleatoria» de la población, que ese concepto existía más allá de la Wikipedia y de las reseñas de las múltiples encuestas que en los medios se publican.

Pero no esperaba yo, que tuviera que comprobar que la mencionada «muestra aleatoria» hay ocasiones que tenía que ser requerida vía policial. Os cuento lo sucedido; ayer primero de agosto como todos los años celebramos mi mujer y yo el aniversario de nuestra boda, en este caso 37 años (gracias a todas por vuestras felicitaciones y mejores deseos) y, en esta ocasión decidimos pasar el día en el cercano y a la vez desconocido Portugal. No es la primera vez que vamos a la población de Vila Real do Santo António y a una playa llamada Praia do Cabeço que está cerca de la muy conocida turística localidad de Monte Gordo y que resulta muy agradable por ser una playa poco urbanizada y familiar.

Para llegar allí hay que atravesar el Puente Internacional sobre el Rio Guadiana, frontera natural entre España y Portugal y que continúa con una autovía que tiene final en Faro. Esa autovía es muy transitada y en ella rara vez se ve policía de tráfico portuguesa, la conocida en la zona como «Guardinha». Ayer, como es habitual, la presencia era casi inexistente.

Pero hete aquí, que a la vuelta de pasar el dia y a menos de un 1 km de llegar al mencionado puente y en una zona, que en su momento funcionó como Aduana de paso entre los dos países y que por ello tiene unas amplias zonas laterales, veo una pareja de «guardinhas» haciendo señales evidentes de que tenía que parar y de entrar en esa zona lateral; claro está yo no soy un prófugo ni tengo por costumbre no obedecer las órdenes de ninguna autoridad, por absurda que me parezca la orden que me dan. Aminoro la velocidad y entro en la zona y me veo a unos metros una señora con un peto naranja «fosforito» que riéndose con una sonrisa de oreja a oreja me indica que me pare, bajo la ventanilla, esperando cualquier cosa y, muy amablemente, me pregunta en un perfecto castellano, que si no me importa hacer una encuesta cortita, asombrado por la situación, le contesto que si y me invita a bajarme del vehículo y a que la acompañe a una caseta de las que se utilizan en las obras, donde entro y hay cuatro mesas con sus correspondientes personas, me indica que me siente y me hace una serie de preguntas referidas al lugar donde he estado, qué he hecho y cuánto me he gastado y de qué modo he pagado, escasamente dos minutos de encuesta. Sin salir de mi asombro me dirijo al coche y, una vez dentro le digo a Loly, «esto es increíble la policía me para en una autovía para que, voluntariamente, responda a una encuesta» y añado, «ésto lo tengo que contar».

Y aquí está contado.

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