jochimet
31.07.2013

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN NO PARECEN HABER CAMBIADO MUCHO

por José Antonio Jiménez Ramos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reproduzco un texto escrito, por mi, en 1998 sobre el tratamiento de la información, con respecto a los emigrantes, que hacían los medios de comunicación de aquel momento. Releyéndolo observo que tiene vigencia todavía, por lo cual creo que las cosas no mejoran tanto como parecen.


El 3 de diciembre de 1998, publiqué en una revista llamada «La sexualidad de las moscas» este artículo.

A continuación lo transcribo íntegramente

«El látigo de la indiferencia o cómo la emigración sufre la exclusión mediática y pierde posibilidades de pertenecer a la realidad.

A Julianne (·)

Es admitido de una manera generalizada entre los círculos más o menos comprometidos, la sumisión de los medios de comunicación a los poderes económicos y, por ende, a los políticos. Se ha convertido en un lugar común del pensamiento actual, considerar la manipulación de la realidad a través de los medios de comunicación como algo consustancial a la propia definición de los medios de comunicación. No obstante, esta manipulación, al menos entre los profesionales del periodismo, se considera como algo inevitable puesto que hay determinadas condiciones que así lo determinan: la propiedad de los medios, los intereses del público, «lo políticamente correcto», la coyuntura política y económica del momento, es decir, el profesional de la comunicación y de la información se siente con una cierta libertad vigilada que acepta en función de la necesidad de ejercer su profesión y las correspondientes compensaciones personales y económicas.

Por tanto, en este contexto profesional, la bandera de la objetividad y de la libertad de expresión, debe ser cuestionada de manera tajante. No es posible leer un periódico, escuchar una radio o ver la televisión sin olvidarnos de estas circunstancias, puesto que esto iría en detrimento del conocimiento posible de la realidad. Además conociendo con qué criterios se decide lo que no es noticia, podemos darnos cuenta que es una forma de manipular la información, me refiero a lo que podemos definir como exclusión mediática. No hay nada más manipulador que la ignorancia de las cosas, castigar con el látigo de la indiferencia, es un modo popular de expresar esta cuestión. Eliminar de nuestra realidad aquellas cosas que menos importan, es estar al margen de la realidad. Esto es más grave, en una supuesta sociedad de la comunicación, donde la información debe fluir de manera fácil e inmediata en muchos niveles y, que, por tanto, se ha de dar carta de naturaleza a todo aquello que tenga un sitio en los medios de comunicación. Ignorar o excluir una información en nuestra sociedad es la mayor de las manipulaciones de la realidad. Nada existe si no está en los medios de comunicación, las personas, los pueblos, los hechos que no tienen un sitio en los distintos medios no existen en el consciente colectivo de nuestra sociedad. Esta manipulación es, en buena medida, mayor si añadimos unas gotas controladas de sentimiento, de emoción y de pena que permitan justificar de forma cínica la ignorancia de la realidad.

Probablemente, ésta sea la caracterización más adecuada del tratamiento que los medios de comunicación hacen de la emigración como hecho social.

Los medios de comunicación están llegando al paroxismo de creer que la realidad es la que ellos describen. Es muy frecuente, ante ataques de distintas entidades o instituciones, que los responsables de aquellos expresen una queja lastimosa ante la responsabilidad que se les achaca sobre determinados acontecimientos. Estos responsables vienen a decir en descarga de sus culpas, que no se puede «matar al mensajero», que el intermediario no es culpable de aquellos acontecimientos, que ellos se limitan a constatar la realidad, que son meros transmisores de los hechos tal y como ocurren. Sin ser mentira, tampoco es verdad, puesto que la más importante intervención de los medios sobre la realidad, está en el momento anterior a la difusión de la noticia, en la decisión de cuáles de los hechos son noticias.

Cuando una redacción decide qué hechos, de los conocidos por ellos, son noticias, adquieren la responsabilidad de categorizarlos como realidad para el conjunto de la sociedad. Es decir, están tomando una decisión que en realidad debería corresponder al conjunto de la sociedad. Es posible, que las estructuras sociales confíen en esas personas como los verdaderos responsables de la difusión del conocimiento de la realidad, pero es también más que probable, que esas personas no estén en las condiciones ideales para ejercer la responsabilidad que se les atribuye. Son enormes los condicionantes de carácter ideológico, económico y profesional que determinan la decisión que se tome. La categoría de noticia la determinan personas que incluyen en esa decisión una serie de componentes que están desviando el verdadero sentido de los hechos. Es vieja ya aquella afirmación «no es noticia que un perro muerda a una persona, pero sí lo es que una persona muerda a un perro», porque se supone que es normal que el perro muerda y no que lo haga la persona. Esto nos indica de alguna forma cuál ha de ser el criterio para que los hechos sean noticias o bien sean consideradas como tales; serán noticias aquellos hechos que salgan de lo habitual. Esto es tanto como decir, que la pobreza, la marginación, la exclusión, por ser habituales y cotidianas no tendrán el carácter de noticias, al menos que ocurran hechos que excedan ese nivel de normalidad antes comentado.

Quizás sea éste el núcleo de la actitud de los medios de comunicación con respecto a la emigración. Ésta, como ejemplo de la normalidad instaurada en nuestra sociedad, no es noticia; tan sólo lo es cuando ya llega a salirse de esos parámetros normalizadores. Cuando se sobrepasa la tragedia o la morbosidad invita a ello, por ejemplo, cuando muere algún emigrante en el paso del Estrecho, el mínimo de conciencia de humanidad se exaspera, no hay más remedio que convertirlo en noticia, puesto que de alguna forma ello conlleva un cierto nivel de justificación de la propia ignorancia. También es noticia, cuando hay un ataque a la supuesta normalidad burguesa y se comprueba efectivamente que los emigrantes son todos ladrones, asesinos o violadores, porque alguno de ellos roba, mata o viola a algún sufrido contribuyente. Los medios de comunicación son aquí un mero elemento sujeto a la comprensión cínica que nuestras sociedades tienen de la realidad. Una idea hedonista, superficial e individualista, alejada del compromiso por una sociedad mejor, sustenta de una forma radical la actitud ante aquello que supone el sufrimiento estructural del conjunto de personas que se ven abocadas a la emigración como único medio de salir de una situación extrema de pobreza, de persecución o de marginación.

Al mismo tiempo la sociedad pone como contrapunto a esta actitud otra posición ante los problemas de emigración o de marginación social, que viene a reforzar la primera. La de la «solidaridad» y todo la parafernalia que ella conlleva. Esto efectivamente tiene unas connotaciones de interés económico y social que suponen que los medios de comunicación consideren que pueden entrar en los parámetros que permiten convertirlos en noticia. La «solidaridad», es posible que venda, que tenga suficiente «caché» para que los medios de comunicación incluso organicen maratones, festivales y demás espectáculos. Este tipo de manifestaciones permiten conseguir un doble objetivo, en primer lugar las personas alcanzan una cierta justificación de su responsabilidad social y, en segundo lugar, los medios de comunicación lavan su conciencia profesional y social hacia los verdaderos problemas de los grupos marginados, pobres y excluidos de nuestra sociedad.

Cuando es posible encontrar en las llamadas «revistas del corazón» todo lujo de detalles sobre las cuestiones más nimias, incluso si esos detalles se refieren a la modista que vistió a la presentadora del «telemaratón» correspondiente, no es posible encontrar ninguna referencia sobre la situación de marginación a la que se ven sometidos los emigrantes, ya sea, ¡oh locura!, en las mismas páginas de las «revistas del corazón» o en cualquiera de la múltiples páginas de la prensa «seria».

La supuesta seriedad de los diarios o de las revistas de información general se ve cuestionada por la ignorancia premeditada de todos los asuntos referidos a la emigración, o mejor dicho, de aquellos hechos que por ser cotidianos dejan de ser sorprendentes. La prensa olvida que las injusticias más flagrantes de nuestro estado de derecho, no son las que se cometen contra el derecho a la libre expresión de los medios de comunicación, sino la falta de libertad de expresión que los propios emigrantes tienen a través de los medios de comunicación. Estos son los que pueden conseguir que los emigrantes sean escuchados haciendo de portavoces de los más desfavorecidos. Es precisamente la ética profesional de los periodistas y de las empresas de comunicación la que ha de permitir escuchar los sufrimientos y quejas de los emigrantes sobre el trato que reciben por el mero hecho de serlos.

Al mismo tiempo que las empresas de comunicación escenifican una verdadera batalla campal contra las manipulaciones que desde los gobiernos se realizan sobre la libertad de expresión y montan una extraordinaria campaña de lucha en defensa de ese derecho, se olvidan que el derecho de la persona a ser respetada en su integridad y el derecho a la vida se están conculcando por esos mismos gobiernos con la mayor de las impunidades posibles y, sobre todo, con el silencio atronador de esas mismas empresas. Si sólo se dedicara una pequeña parte del tiempo que dedican a defenderse de los posibles ataques de otros grupos empresariales a proclamar las vejaciones que los emigrantes sufren, creo que una buena parte de éstas se eliminarían. Por ello es preciso decir alto y claro que las empresas editoras son cómplices de la situación de indefensión a la que se ven sometidos los emigrantes en nuestro país.

Para abordar de forma más completa la actitud de los medios de comunicación sobre la emigración, sería conveniente añadir algunos detalles más, referidos, principalmente, al medio de comunicación más influyente, la televisión y su tremenda carga icónica, es decir, la imagen como elemento clave que está configurando una nueva naturaleza humana, «el vídeo está transformando al homo sapiens, producto de la cultura escrita, en un homo videns para el cual la palabra está destronada por la imagen.»(·). Desde esta perspectiva es aún más excluyente la actitud de los medios de comunicación, todo aquello que no está en imágenes empieza a no tener naturaleza propia, comienza a no existir, llevando esta situación a su punto más radical. Es por ello, que los emigrantes serán siempre a los ojos de nuestra sociedad aquello que nos muestre la televisión. Serán sucios, harapientos, asustados, lejanos y tantas otras cosas que nos permiten ver a través de las imágenes. Es difícil verlos en nuestras pantallas, pero cuando los vemos no son personas agradables y cercanas. Están rodeados de un muro que nos distancia de manera eficiente, ellos y ellas pertenecen a otro mundo, no son de los nuestros y, por ello, no merecen ser tenidos en cuenta. Las diferencias que la televisión marca entre los emigrantes y nosotros son tan determinantes que lo tomamos como un espectáculo circense o zoológico, nos parece que la realidad de esas personas es muy diferente a la nuestra, hasta el punto que deben ser ignorados y excluidos.

Es muy difícil encontrar en los medios de comunicación mensajes igualitarios que nos permitan asumir que nuestra sociedad es una parte de una sociedad mayor, que debería estar interrelacionada y hacernos pensar que si algunas personas necesitan irse fuera de sus países en busca de un poco de bienestar, no es por una cuestión banal sino porque creen que nuestra sociedad van a encontrar una mejor situación que la de su país de origen.

Precisamente, son los medios de comunicación los que se encargan de transmitir de manera sistemática una imagen edulcorada de nuestra sociedad que entra de forma masiva en los países mas desfavorecidos y que sirven de atracción a ciudadanos y ciudadanas de esos países. A través de la televisión, fundamentalmente, los emigrantes «conocen» cual es el paraíso que les espera. Tampoco los medios de comunicación han sido el vehículo ideal para denunciar la situación de injusticia que existe en los países de origen de los emigrantes, por esa razón ni los emigrantes son conscientes de las razones de su marginación ni la ciudadanía de los países receptores entienden la situación desesperante que obliga a emigrar.

Ante todo ello, ¿qué podemos hacer? Con toda seguridad bastante más que cruzarnos de brazos. Es preciso, sobre todas las cosas, conocer con quién nos la jugamos. Debemos conocer con profundidad cuáles son los mecanismos que utilizan los medios de comunicación para transmitir sus mensajes. Es necesario iniciar procesos de alfabetización audiovisual. No se trata, exclusivamente de un proceso académico, sino además es preciso avanzar en la dirección adecuada para que se aprenda a descifrar el lenguaje de los medios de comunicación. Esta tarea tendrá que ser ardua, porque serán los propios medios y los accionistas de esos medios los que van a impedir que ese proceso se produzca. Por tanto, será preciso librar una doble batalla, la de la alfabetización audiovisual y la del rompimiento de la resistencia a que esta alfabetización se produzca.

Para avanzar en esta doble lucha es preciso ir creando estados de opinión que hagan viable la acción continuada de estos procesos. La creación de estos estados de opinión requieren, al menos, dos premisas claves, una la toma de conciencia de grupos de personas sobre el daño irreparable que se está haciendo a través de los medios de comunicación, a los derechos de los emigrantes y dos, el establecimiento de estrategias de acción claramente provocadoras y de carácter espectacular.

Es preciso asumir que sólo jugando con los parámetros de los propios medios de comunicación es posible poder cambiarlos. Si pensamos que los medios de comunicación son tan terribles y tan malignos que lo que hay que hacer es ignorarlos, es claro que hacemos el juego que le interesa a las empresas de comunicación. Es decir, si practicamos la autoexclusión, permitimos que los criterios mediáticos se impongan. Sólo tendrá carta de naturaleza aquello que tiene presencia en los medios y lo que no está no existirá. Por ello es preciso jugar con fuego y arriesgando ser absorbido por los propios medios, entrar en el marco de referencia que establecen los mismos.

Resulta necesario asumir que el poder de las personas frente a la superestructuras empresariales es limitado y, que por tanto, sólo una cierta penetración en esas estructuras es posible para conseguir el objetivo de modificar la tendencia actual de los medios de comunicación.

Es posible que esta propuesta resulte poco comprensible, pero no es novedosa. Ha sido muy utilizada para otros cuestiones de mayor o menor calado, pero precisamente el conocimiento de otras acciones de este tipo nos va a permitir conocer cuáles pueden ser los riesgos que comporta.

Al tiempo, esta estrategia viene ayudada por otros elementos que conforman, de alguna manera, instrumentos que aún no están influidos por los parámetros de los grandes medios de comunicación. Me refiero a las tecnologías de la información que permiten la comunicación a distancia y que, en términos más conocidos, podemos llamar INTERNET o «estar en la red». A pesar de su impresionante desarrollo en los últimos años y, en parte, gracias a ello, INTERNET es hoy un esbozo de lo que podrá ser un nuevo espacio de comunicación entre personas. Nos permite romper esa estructura de que unos pocos privilegiados puedan decidir qué es noticia y qué no lo es. La telaraña electrónica permite a los individuos y/o a los colectivos de cualquier tipo colocar al servicio de mucha gente información que produce unos efectos, en alguna medida, contradictorios. Por un lado, permite que cualquiera que pueda acceder a estas tecnologías(·), pueda poner a disposición de los usuarios de las mismas aquellas informaciones que él quiera. Hasta el momento, esto es posible, pero ya se están dando pasos por parte de los «dueños» de la red para limitar esta posibilidad, mediante la introducción de un estado de opinión sobre la vulnerabilidad de la propia red o también de los peligros que conlleva la presencia de delincuentes de todo tipo en la red. Sin embargo, es preciso que las personas comprometidas y los grupos activos de nuestra sociedad, ocupen con más fuerza este espacio con el objeto de conseguir una masa crítica suficiente que permita vislumbrar una nuevo panorama de la comunicación entre iguales.

Tenemos que ser conscientes de que el uso de estas tecnologías puede marcar aún más las diferencias si se siguen los parámetros habituales de las mismas. Podemos llegar a establecer una exclusión más, la electrónica, puesto que estas tecnologías son caras, a pesar del abaratamiento de los soportes físicos, y porque las infraestructuras necesarias siguen estando en manos de los grandes poderes económicos. Es preciso utilizar las rendijas de ese propio poder para introducir los elementos suficientes que distorsionen ese baluarte.

El Viso del Alcor 3 de diciembre de 1998.

José Antonio Jiménez Ramos. Maestro, Pedagogo y Asesor de Educación Primaria del CEP de Alcalá de Guadaira (Sevilla).

Notas:
(·) Julianne se quitó la vida en los calabozos de la Guardia Civil de Ceuta el día 2 de diciembre de 1998. Era nigeriana, estaba embarazada de siete meses y tenía los pies reventados de andar en busca del «paraíso deseado».^
(·) Sartori, G. Homo videns., La sociedad teledirigida. Taurus. Madrid.1998.^
(·) En los seis primeros meses de 1995, la progresión del número de «dominios Internet» es del 53% en África, 51% en Asia, mientras que en sólo es del 40% en Europa occidental y del 35% en Estados Unidos. (Renaud, P. y Torrés, A., en Ramonet, I. Internet, el mundo que llega, Alianza actualidad. Madrid 1998)^»

Un apunte más, rebuscando he encontrado una sola referencia del suicidio de Julianne en este artículo.

Lo he reeleído con curiosidad y me parece que siguen vigentes los argumentos que se manejan, asi como las consecuencias de las acciones que se critican.

Por eso considero que es de interés su publicación quince años después, a modo de comprobación de que las acciones estructurales no cambian tan fácilmente.

Me gustaría mucho conocer la opinión al respecto de los lectores y de las lectoras.

Gracias

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