Entorno de Posibilidades
01.12.2013

cuerpos en el tiempo (el trailer)

por silvink

Hace casi diez años que empezó a publicarse la Revista Eñe. En ese tiempo yo acababa de llegar a Sevilla y una de mis obsesiones era convertirme en escritora.

Escritora es la palabra más rara del mundo. Incluso escritor. La palabra con más peso SIMBÓLICO y más incómoda que uno pueda atreverse a decir (supongo que sólo superada por la subsección “Poeta”. Glups).

 

—¿Qué haces?

—Soy escritora.

 

Silencio. Papelón.

Tú ponte a decir eso en medio de un bar a gritos, en la calle montada en una bici o echando el cierre de la tienda en la que trabajas. Tú dilo. Y mientras lo haces escucharás a un engendro que habita en tu interior (y que es un cruce diabólico entre Borges, una escritora de verdad muy guapa, tus padres, el director de la Real Academia de la Lengua y unos de tu clase que te llamaban Cuatro Ojos) riéndose muy fuerte. Vale. Yo no decía que era escritora. Porque no lo era. Yo que sé. Lo que sé es que trataba de arañarle al tiempo productivo horas y horas para encerrarme en mi habitación (¡helada, no sabéis lo que puede llegar a sufrir un cuerpo criado con calefacción central en los húmedos interiores sevillanos!) y hacer eso que se suponía que hacían los escritores: leer y escribir.

Yo por entonces admiraba a Vila Matas (lo conocí una noche, llevaba un abrigo rojo y me preguntó, como a todo el mundo, si mi nombre era mi verdadero nombre) y a Bolaño, que se moriría ese mismo verano a la espera, como todos sabéis, de un hígado sano.

En esos años, (sí, fue casi ayer) no teníamos TANTA conexión en casa ni en el móvil y sí podías pasarte horas haciendo sólo eso: convertirte en una persona que escribe MUCHO. Que se levanta y escribe. Que tiene cosas a medias. Que tiene “proyectos”. Que se obsesiona. Que tiene encargos. Que se mete en líos. Que se fija en otros que hacen lo mismo. Que los copia. Que llega a cobrar por escribir. Que se aísla. Fue así como incorporé el hecho de escribir a mi vida DIARIA. Se había convertido en un acto tan necesario y divertido (a veces) como comer o dormir. Con sus fases normales de sequía y pereza, claro, que, como el insomnio puntual y la desgana, llegan sin avisar pero, con las mismas, se pasan.

Empecé a comprar la revista Eñe cuando salió. La encargaba en la librería donde trabajaba. Y aún con el descuento me salía por un pico. Pero la compraba. También empecé a comprar la revista Granta en español (salieron más o menos a la vez). Creía que comprar y coleccionar revistas que publicaban ficción contemporánea entraba entre las cosas que me ayudarían a decir en algún momento que era escritora sin tener que carraspear y bajar la mirada.

Este verano, casi diez años después (han pasado mil cosas de por medio y ya no es que me dé corte decir que soy o no soy escritora, es ya que ni lo pienso y cuando lo digo, lo digo irónicamente, porque yo misma recelo de lo que eso significa y ni siquiera sé si se puede seguir siendo eso a día de hoy: escritora parece a veces una categoría en sí misma obsoleta, de la que se me escapa el sentido y de la que siempre parece que tienes que estar adjuntando credenciales (“¿ y has publicado algo?”) como para demostrar que lo eres. Siempre se es escritora en comparación con otros que sí lo son, con LOS ESCRITORES. Así que, mientras seguía dudando al decir si soy o no soy ESCRITORA, aunque ahora por razones muy distintas, me llamaron para publicar en la Revista Eñe.

 

No sé si os interesa algo todo esto que estoy ESCRIBIENDO pero si habéis llegado hasta aquí iré cerrando el post antes de que os vayáis.

 

El caso es que querían que publicara un relato. Autoficcional. El número (la revista Eñe es temática) se titula YO, MI, ME, CONMIGO está dedicado a las posibles derivadas y derivas que surgen en esa frontera raruna entre la ficción y la autobiografía. El número está cargado de voces que respeto bastante, como la de Elvira Navarro o Juan Cárdenas, así que por un momento me hice pequeña pero luego me acordé de los primeros años de Sevilla y de mis primeros números apilados de Eñe…, y aposté por mostrar un fragmento, una suerte de teaser de una ¿novela? (pero, ¿acaso se puede escribir a día de hoy UNA NOVELA?, ay, madre, ya empezamos de nuevo) que estoy escribiendo y que se titula como este fragmento: Cuerpos en el tiempo.

Gracias a Elena Medel y su labor y entusiasmo como editora hormiga, conseguimos entregar a imprenta y en tiempo récord la versión que podéis leer hoy aquí.

LEA—>Cuerpos en el tiempo<—LEA ]

Por toda la historia que os he contado antes de lo de llegar a Sevilla, pasar frío, trabajar en bares y tener que aislarme para conseguir llamarme (o no) escritora, la llamada de Elena y esta publicación han sido dos cosas muy chulas. Y compartirlo aquí, pues también.

 

Leed el texto y decidme cosas. Anda. Yo seguiré escribiendo bien abrigada.

 

(Y otro día os cuento cómo fue la presentación. Que da para otro post).

 

 

 

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comentarios

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ptqk dice:

Ay sí, llamate escritora por favor! Es muy importante que las escritoras se llamen escritoras. La crítica smart sobre el concepto de escritor que la hagan los escritores. [el texto es MUY bueno]

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