Entorno de Posibilidades
22.04.2012

las ideas y las cosas

por silvink

esto empieza un día del pasado verano que pasé casi entero (el día, no el verano) llorando a intervalos (pucheros) mientras imprimía artículos en casa de mis padres para un taller que tenía que dar al día siguiente. Aún no había instalado la impresora en el que sería mi lugar de trabajo (de ahora en adelante, ofi, aunque suene a corbata, e incluso, ¡porque suena a corbata!) porque tampoco había ido aún a la fiesta en la que Irene me dijo que se quedaba un puesto libre y que por qué no “me venía” con ellas a “nuestra ofi”. Tengo dos impresoras, una de inyección de tinta, multi función, todo-en-uno (copia, escanea, imprime) y otra láser con un tóner que cuesta su peso en oro. Un amigo dijo un día, o quizá fue un amigo que simplemente le dio al Me gusta de una página llamada: “¿Qué contiene la tinta de los cartuchos de impresora, sangre de unicornio?”. La láser la compré en un media markt, hace unos años, unos cinco años ya. En el media markt de sevilla, que está nada más pasar la estación de tren de santa justa. La compré con mis padres, es decir, me la compraron, por mi cumple, ellos siempre hacen eso, me “regalan” cosas prácticas para que yo no crea que están pendientes de lo que necesito. Me la compraron junto a un ordenador de mesa (pc) HP (HP ya no fabrica pc,s) y a un monitor sony bastante grande que ahora tengo en la ofi, junto con el pc HP y las dos impresoras, básicamente, todo ello, muerto de risa, porque ahora me paso el día cargando un portátil samsung que es el que uso y que también me regalaron hace un año y medio mis padres, también, sí, ellos, cuando un virus me paralizo el pc HP y me quedé en bragas, sin nada, sin poder trabajar, y era mi cumple, y reyes (mi cumple cae muy cerca de reyes y entonces sumaron ocasiones, como suelen hacer, y me hacen, me hicieron un regalo tocho, esta vez, el portátil este que te digo que ahora cargo de un lado a otro en una mochila marca north face con cremalleras de color rosa pálido). Y están ahí, en la ofi, arrumbados, tanto el pc como las impresoras, porque no soy capaz de instalar un módem externo, el hp venía sin router wi-fi y sólo por eso, ahora, de golpe, parece que ya no sirviera para nada, cuando es un ordenador que está perfecto, salvo por los iconos del escritorio, que se quedaron un poco pixelados de más después de la operación a corazón abierto que le hizo Ale, el amigo informático que lo salvó in extremis del ataque del virus. Ahora mismo estoy pensando que podría usarlo entonces para ESCRIBIR porque una vez leí una entrevista a Zadie Smith, la súper-escritora-guapa-tope-londinense, en la que recomendaba, tipo “consejos para escritores”, tener al menos un ordenador sin conexión para poder escribir-escribir. Pero, claro, si también te pasa que cada día te resulta más difícil escribir para documento de texto a pelo y piensas más bien en modo pantalla, con fondos y dibujos, aunque sea hechos con el paint, y enlaces y colores, pues qué haces, cómo lo haces. Sobre el monitor, encima de la pantalla, hay una pegatina pequeña, redonda y brillante de lo que parece un tigre o una leona y al lado otra pegatina rectangular que dice PORQUE TE QUERRÉ SIEMPRE, así en mayúsculas de color blanco sobre fondo negro. Sí. La segunda impresora, la multifunción que tampoco tiene cartucho o tiene uno vacío y reseco dentro de la carcasa, también me la compraron ellos, mis padres, aunque luego la pagué yo, de algún modo, vendiendo unos libros que llevaban en cajas en el trastero de su piso desde que me había mudado a Sevilla, hace ahora casi diez años. Bueno, pues que mi madre y mi padre recortaron y reunieron los cupones de la esquina inferior izquierda de la contraportada de El País durante los días y las semanas indicadas, solicitaron un código vía mail, fueron en coche a Carrefour, intercambiaron los cupones más una cantidad en metálico por la multifunción, volvieron a casa y en otro viaje en coche me la llevaron hasta Sevilla. Fíjate tú el trajín. A cambio, yo vendí, en mi siguiente viaje a Madrid, dos cajas de libros en una librería de viejo y les invité a comer. Un pacto bastante desigual, como queda patente. Mi madre se va asegurando, a base de estos pactos cero recíprocos, de que voy vaciando su trastero. Me ha dado por pensar en estos gadgets porque quizá no es cuestión baladí, o sí, yo qué sé, cuántos aparatos puedes llegar a acumular, en digamos, diez años. Yo, por ejemplo, desde 2002, he tenido, sin contar los teléfonos móviles y los mp3, tres portátiles (un samsung, un toshiba y un notebook enano marca acer color azul clarito/blanco que, eh, este sí, ME LO COMPRÉ YO, bueno, más bien se lo re-compré a mi hermano mediano, pero eso es otra mini-historia que quizá merezca la pena contar en otro momento), un hp de mesa, un monitor sony, dos impresoras y un hdd con el que debía hacer copias de seguridad que jamás hice, en realidad, lo compré para salvar el contenido del disco duro mientras Ale actualizaba los bios de la placa o yo que sé que líos me contó. Hubo que formatear el disco duro porque se me había colado algo desde el emule o el torrent, todo por no tener un anti virus y por querer prestarle una peli que dos noches atrás le había dicho a mi profe de guión (mintiendo/me gustaba mucho) que la tenía. Y lo peor es que ahora soy incapaz de recordar el título de la peli y me cabrea porque fue importante en su momento, tanto la peli como el tío, hasta el punto de instalarme el plugin del PUTO emule y bajarme la peli aún sabiendo que me arriesgaba a que se me metiera algo. Qué rabia no acordarme (mentalmente agotada). Si me acuerdo mientras sigo escribiendo, lo digo, ¿vale? (Espera, se acabo la lavadora. Apago la lavadora. Tiendo la colada. Vuelvo). Vale, me acabo de acordar, mientras tendía, era Alicia en las Ciudades, la peli, de Wim Wenders. Si puedes, busca en youtube, porque la música está muy bien. Yo le había contado a mi profe una noche, ya bastante borrachos los dos, la escena en que Alicia se esconde en un baño de la estación de tren de Hamburgo y el hombre que la cuida (que no se sabe si es su padre o no) intenta sonsacarle el nombre de la ciudad donde se encuentra supuestamente la  madre de la niña. La niña sólo sabe que la ciudad empieza por W. Y así van haciendo un repaso súper bonito en voz alta de ciudades alemanas que empiezan por W. Al final van a Wuppertal y ahí no hay ni madre ni nada, sólo dan vueltas en un metro suburbano. La niña es una lianta, sólo quiere prolongar la búsqueda porque se siente a gusto con ese hombre que eventualmente se ha convertido en una especie de padre para ella. // Hago un inciso, para repetir: que llevo ya más de siete meses en la ofi y aún no he sido capaz de instalar ninguna de las dos impresoras. Que fui capaz de desproteger mi equipo, herramienta de trabajo, para prestar una peli (que, por cierto, él ya se podía haber bajado o buscado alegremente), que soy capaz también de alargar la intimidad encerrada en un baño, de inventarme ciudades, de llorar mientras imprimo en casa ajenas. En silencio. Que llevaba también casi medio año, el día que empieza este relato, corriendo detrás de ideas, devorando ideas, por eso lloraba, porque no podía más, hasta casi me olvidé de los objetos que hay que ir ordenando una vez que cambias de piso y de ciudad para que todo vuelva a tener cara de “cotidiano”, me estaba olvidando de las cosas, porque toda la energía parecía estar ahí, en la cabeza, latiendo. De hecho, fui también capaz, después de que el troyano colapsara mi ordenador, de pedirle a R. la película en cuestión porque sabía que él la tenía en uno de esos estuchitos de la fnac, y se vino a casa a prestármela y la volvimos a ver y recuerdo que el pretexto del préstamo sirvió perfecto para que viniera a casa, para que volviéramos a ver juntos la peli. Recuerdo que la música era impactante, te lo dije antes, ¿no?, la sintonía del menú del dvd se quedó en loop y producía melancolía, más aún que la que producía nuestro reencuentro. Y nos empezamos a besar en la clásica escena de convivencia remasterizada, pero con pasión infinita de golpe por lo lejano ya de nuestro último encuentro. Follar así, sin solución de continuidad pero con amor retroactivo, muy intenso todo, vamos, pero extraño. Yo que sé. Como una pinza de tiempo. Recuerdo que él me besó sobre las medias, es decir, a través de las medias y las bragas, en una escena o una actitud que me recordó a una ofrenda, un poco al límite del desquicie, pero aún bonita. Luego, sentados en la cama, yo miraba a un espejo que había en la habitación y veía la escena embebida, ahí, en el espejo. Y estábamos lejanos pero presentes. En primera fila de la propia situación. Eso. Y aquí se acaba el inciso. Continúo// Cuando llegué a Madrid el piso estaba vacío y me gustó, me acordé de esa foto mítica del imaginario californiano en la que se ve a Steve Jobs sentado en el suelo en un piso medio vacío, con casi cero cosas aparte de la cama, que está también sobre el suelo. (Y ahora está muerto, qué raro) A veces te agarras a cualquier imagen barata. O cara. En el sentido de querida. Objetos caros. A los dos días llegaron dos tipos en furgoneta desde un guardamuebles sevillano (500€ el porte) sudando y cagándose en las escaleras de mi piso (4º sin ascensor), cuya pendiente aumenta a medida que vas ascendiendo, descargando en viajes sucesivos mis (pocas) cosas. Era muy temprano y era julio (mediados, o así). Hacía calor. Insistí para que se ducharan si querían antes de emprender la vuelta, aunque sabía que sonaba un poco raro. No aceptaron y se fueron sudorosos y derrengados, informándome de que pararían a ducharse en una estación de servicio. Me pareció una imagen triste pero comprendí su afán de intimidad, aunque fuese al abrigo de un tan no-lugar como un bar de carretera. Cuando vives moviéndote mucho, los lugares de paso se convierten en refugios. En sitios de irresponsabilidad, donde tienes permiso para recomponerte o para no hacer, para jugar. Lugares de extrema libertad, aunque estéril. (¿Ves? Ya vuelven las ideas). Son lugares de vacío, rincones muertos. Tan necesarios como el mismísimo silencio. Pasa en los trenes, en los autobuses, en los aeropuertos. Los baños de los aeropuertos son interesantes porque siempre hay en el aire UNA COSA, mientras te miras al espejo, casi te preparas para eso, para ESA promesa de llegada inminente porque eso significa que hay ALGUIEN que espera. Un manifiesto del reconocimiento. Alguien que dice: “¿Ya has vuelto?”. Y cuando no viajas tanto puede que acabes echando de menos que alguien te recuerde tan a menudo lo importante que es constatar que ESTAMOS aquí. Yo que sé, cosas que se piensan. Vuelvo a los objetos, a la ofi,  las impresoras muertas, sin tóner, enrolladas en sus propios cables, a la casa sin barrer. Hay necesidades emocionales por las que soy capaz de ir corriendo a donde sea a por la máquina necesaria. Por ejemplo, la música. Escucharla. O las películas. Hasta el teléfono, a veces. Y ahora, hoy, todavía, cuando tengo que hacer muchas impresiones, voy a casa de mis padres.// Uno de los artículos que imprimí ese día, mientras lloraba, el día en que empieza este texto, era un artículo de John Gardner, que es así como una especie de teórico gurú de la escritura creativa y dice, cito de memoria, que para escribir relatos breves hay que desarrollar un oído parecido al que hace falta para escribir poesía. Yo no sé si hace falta oído, sí existe siquiera el oído. Existe el ritmo, eso sí lo veo. Y los buenos diálogos. ¿Tú sabes algo de esto? Por ejemplo, yo a veces escribo poemas. Escribí uno que se llamaba From lost to the love y hablaba de la guerra inminente, del amor, trataba de representar con palabras y ritmo la gramática de los clips de kararoke, obvia y cursi pero al mismo tiempo escurridiza y por eso interesante. Descentrada de lo importante. Súper absurdo, vamos. Y se preguntaba el poema que qué haremos con toda nuestra sensibilidad cuándo el techo se nos termine por desmoronar en mitad de las habitaciones. Y así. Solemne.// Ah, ¿sabes?,  el idiota de mi profe, después de haberme jodido el emule el equipo, de haberla cagado otra vez enrollándome con R., va y me dice que la peli de Wenders le parece floja, que la recordaba mejor. Me lo dijo en un mail. La letra impresa, las películas, el virus. La necesidad de imprimir, las ideas. Las cosas.

…una historia para la sra­_ramsey (editora)

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comentarios

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masus dice:

Me guuustaa :))

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