Annie Ernaux se esfuerza aquí por reencontrar los diferentes rostros y la vida de su madre, muerta el 7 de abril de 1986, al término de una enfermedad que había destruido su memoria y su integridad intelectual y física. Ella, tan activa, tan abierta al mundo. Búsqueda de la existencia de una mujer, obrera, luego comerciante ansiosa por mantener su nuevo estatus y por aprender. Puesta al día, también, de la evolución y la ambivalencia de los sentimientos de una hija por su madre: amor, odio, ternura, culpabilidad, y, por último, apego visceral a la anciana disminuida.
«Ya no volveré a oír su voz…Perdí el último nexo con el mundo del que salí.»
Annie Ernaux, Premio Nobel de Literatura 2022, nació en Lillebonne (Normandía) en 1940. Hija de comerciantes, pasó su infancia y su adolescencia en la localidad de Yvetot hasta trasladarse a Rouen para cursar estudios universitarios de Letras. Ha dedicado su vida a la enseñanza como profesora de Literatura Francesa. Es autora de una obra esencialmente autobiográfica e intimista, con títulos como Los armarios vacíos (1974), Lo que ellos dicen o nada (1977), La mujer helada (1981), Una mujer (1987), «No he salido de mi noche» (1997), Perderse (2001), La ocupación (2002), La escritura como un cuchillo (2003), El uso de la foto (2005), Los años (2008), La otra hija (2011), Mira las luces, amor mío (2014), Memoria de chica (2016), El hombre joven (2022). Aparte del Nobel, ha recibido otros muchos galardones, entre los que destacan el Premio de la Lengua Francesa 2008 y, en España, el Premio Formentor de las Letras 2019, que la confirman como una de las escritoras más importantes y prestigiosas de nuestro tiempo. Actualmente reside en Cergy, cerca de París.
Reseña: Es un libro en el que parece que Ernaux se reconcilia con la figura de su madre en un tiempo en el que ya estaba en su decadencia. En él nos cuenta el sufrimiento de una hija que va viendo la decrepitud de su madre. Es enternecedor y, a la vez, muy triste porque vemos cómo se va apagando esa vida de la madre. Nos cuenta también las miserias del centro en el que tuvo que internarla, después de haberla tenido un tiempo en su casa y ver que no era posible darle los cuidados que necesitaba. Las personas que hemos pasado por esos momentos nos sentimos muy identificadas con toda la triste realidad que nos presenta.