Una lectora nada común de Alan Bennett, publicado por Anagrama en 2008, nos cuenta una historia de ficción sobre la reina de Inglaterra Isabel II, una historia de cómo se va convirtiendo en una lectora voraz e incluso desatiende sus labores de protocolo a las que antes de descubrir el placer de leer se aferraba con extrema devoción, circunstancia que hace que se le pongan en contra los propios consejeros.
Paseando con sus perros, en un descuido de los mismos, descubre que hay un camión del ayuntamiento en la puerta trasera de las cocinas del palacio, en el lugar menos regio de los jardines. Resultó que ese camión era una biblioteca móvil que visitaba todos los miércoles el lugar.
Así conoció a Norman, un joven pinche de cocina que estaba leyendo a Cecil Beaton y que lo constituyó en su peculiar asesor literario. Maravillada con la biblioteca ambulante decide llevarse un libro.¿Y qué puede interesar a alguien cuyo único oficio es mostrarse interesada? Porque una reina nunca debe ser interesante, ni tener otros intereses que los de sus súbditos. Y jamás habla de sus gustos, solo pregunta por los de ellos.
Isabel II de Inglaterra descubre en los estantes de la biblioteca el nombre de una escritora que conoce, lvy Compton-Burnett. Tiempo atrás le había concedido un título nobiliario menor, y recordaba su tan singular peinado. Y de Compton-Burnett a Proust, que leerá en una de sus estancias en Balmoral, y de Proust a Genet, cuya sola mención hará temblar al presidente de Francia, solo median algunos libros. Así, azarosamente, ella, que hasta entonces solo había sido una reina, una pura entelequia, un lugar vacío ocupado por una fuerte idea del “deber”, descubrirá el vértigo de la lectura.
La lectura de este libro resulta entrañable, una historia nada común entre la gente de la realeza británica. Es una historia muy humana que saca a la reina de los cánones establecidos y la hace descubrir otros mundos desconocidos..
Sus conversaciones con el pinche cocinero, convertido en su asesor literario, te hace pensar en cómo la lectura engrandece a las personas, cómo sus conversaciones con los escritores que la visitaban, con motivo de algún acontecimiento, van a cambiar de rumbo y ya no se van a constreñir a las normas oficiales más insulsas que tenían establecidas.
Sus lecturas la hacen más sabia y le hacen abandonar las normas protocolarias que tiene que cumplir. En alguna ocasión incluso simula una leve enfermedad para no asistir a los actos y quedarse en la cama leyendo.
Bennett pone de manifiesto cómo los que la rodean la prefieren como antes de haberse convertido en esta lectora voraz y le hacen todo tipo de jugarretas, le esconden los libros, les pierden una maleta de libros en un traslado, se los confiscan por si era un artefacto…
Queda patente en la obra que el aprendizaje puede producirse en cualquier momento y en cualquier lugar, si no hubiese sido por el incidente de los perros, la reina seguiría ignorante, a pesar de tener en palacio una gran biblioteca a la que no le prestaba ningún tipo de atención.
Un libro que puede utilizarse en Secundaria para motivar al alumnado a la lectura. Es ameno y lleno de historias que te transportan a una realidad nada común pero muy humana.
“Las aficiones suponían preferencias y había que evitar las preferencias: excluían a gente. (La reina) No tenía preferencias. Su trabajo consistía en mostrar interés, pero no en interesarse. Y además leer no es hacer algo. Ella hacía cosas. Así que paseó la mirada por la camioneta tapizada de libros y trató de ganar tiempo…”