Esta historia interesante de los inicios del Método de María Montessori, nos la relata Cristina De Stefano en la gran biografía que ha editado en la editorial Lumen en 2020, «El niño es el maestro» Vida de María Montessori. Por aquí podéis ver la reseña.
Édouard Séguin es un joven necesitado de dinero. En 1837 acepta el puesto que le ofrece Jean Marc Gaspard Itard, un médico anciano que se había hecho famoso por haber intentado educar al «salvaje de Aveyron», un niño capturado en los bosques por unos cazadores. El niño parecía un animal, no hablaba, no miraba a los ojos, dormía en el suelo…
Itard consigue el permiso para educarlo y durante cinco años lo acoge en su casa y le dedica todo su tiempo, ayudado por un ama de llaves. Es el comienzo de un drama educativo extraordinario, que cambia para siempre la historia de la Pedagogía. Pionero de las disciplinas transversales en la educación y quien realizó los primeros ensayos de la pedagogía experimental. (Martínez-Salanova y Peralta)
Para tratar de educar al niño, al que rebautizó con el nombre de Víctor, el anciano médico Itard elabora un método basado enteramente en el estudio del alumno, en vez de en las ideas del maestro. Observa a Víctor día y noche, anotando cada detalle. Refiere cómo el niño se pasa horas durante el día mirando el paisaje por la ventana y mirando la luna por la noche, como si sintiera nostalgia de los bosques en los que vivía anteriormente.
El comportamiento de Víctor era digno de estudio: Si nieva se precipita al jardín y rueda por tierra, comiéndose la nieve a puñados. Cuando sale a pasear, corre dando brincos, como si fuera un animal, e Itad corre a su lado. Incansable y paciente el médico obtiene los primeros progresos.
Víctor empieza a dormir siguiendo ciclos regulares, a controlar su forma de comer, a desarrollar la sensación de frío y calor. También empieza a sufrir sus primeros resfriados a los que antes parecía inmune.
Itard idea para él toda clase de ejercicios educativos. Trabaja su atención escondiéndole objetos en tazas puestas boca abajo, le hace practicar el sentido del tacto con unos saquitos que contienen objetos diversos, le muestra los diferentes tamaños de los objetos, le enseña las figuras geométricas que ha recortado en madera y que debe encajar en los huecos…
Obtiene resultados pero se topa con la imposibilidad de enseñar al niño a leer y escribir. Víctor no comprende el sistema simbólico de la escritura. Desanimado devuelve al niño al instituto de sordomudos de París y allí murió a los cuarenta años aproximadamente, cuidado por madame Guerin, el ama de llaves que le ayudó desde el principio.
Itard cree que ha fracasado. No sabe que de su espléndido fracaso nacerá una nueva pedagogía.
Cuando Séguin empieza a trabajar para él, siendo Itad ya muy anciano, le da tiempo a transmitirle todos los conocimientos y prácticas con el niño del bosque. Juntos cuidan de otro niño oligofrénico. Séguin se inspira en él y en su método experimental, en que paciencia y observación se combinan con una gran creatividad. A la muerte de Itard, continúa el trabajo con el niño y obtiene resultados extraordinarios que llaman la atención de las autoridades.
Así es como en 1840, confían a Séguin la que probablemente sea la primera clase especial de la historia, un grupo de pequeños oligofrénicos sacados del manicomio de París.
Séguin trabajó fundamentalmente el problema educativo de la «idiocia», a la que consideraba como una enfermedad del sistema nervioso que separaba órganos y facultades del control y la voluntad, por lo que se hacia necesaria una acción fisiológica básica y, desde la adquisición del control muscular, intentaba corregir la incapacidad intelectual y la atención. (Historia de la Medicina)
Nos relata él mismo:»Aquí estoy entre ellos. Unos agitan los brazos sin orden ni concierto, algunos gritan de forma desaforada y otros permanecen en el suelo en una aturdida inmovilidad. El primero al que me dirijo huye riendo groseramente, el segundo comienza a saludarme una y otra vez hasta que le sujeto el brazo con fuerza, el tercero me hace signos de la cruz y besamanos, el cuarto se tira al suelo».
Su entusiasmo le hace trabajar día y noche para intentar comunicarse con ellos. Decide elaborar una educación completa, algo sistémico que empiece por el adiestramiento de los sentidos para pasar luego al desarrollo de ideas y conceptos abstractos. Enseña a los niños a estar quietos y en silencio, después a moverse de forma coordinada.
Para llevar a cabo su labor inventa muchos materiales: unos bloques para orientar los pies en los primeros pasos, una mesa inclinada para aprender a levantarse y sentarse, una serie de pelotas y de cuerdas para educar el movimiento de los brazos. De esta manera hace trabajar a los niños con su cuerpo y su cerebro. «Moverse entre tantas dificultades es pensar».
Con una maravillosa capacidad de invención, elabora un material completo que sirve para guiar a los niños desde el reconocimiento de los conceptos más simples a los más complejos.
Una vez que controlan sus cuerpos pasa a las manualidades: trabaja con plumas sumergiéndolas en líquidos calientes y fríos; con bolsas llenas de conchas, guisantes, harina, canicas… Trabaja el tacto vendándoles los ojos a los niños para que con las manos vayan reconociendo, convencido de que las manos son las mejores ayudantes del hombre, las mejores traductoras del pensamiento. Les hace trabajar con piezas geométricas, varillas graduadas, torres de cubos, letras móviles superponibles…
Obtiene una plaza de profesor en Bicêtre pero se enfrenta a los médicos de la institución que no aceptan que «los idiotas» puedan aprender y curarse, terminan echándole por enfrentamiento con la dirección del centro.
Séguin no se rinde y abre una escuela privada en Pigalle pero siguen rechazando sus ideas y al final emigra a Estados Unidos, allí se licencia en Medicina y crea escuelas especiales en las que con su visión optimista cambia para siempre la educación de los niños oligofrénicos. Él mismo dice «Dejad que se muevan y trabajarán, dejad que griten y hablarán».
Antes de morir publica su segundo libro en el que propone que su método educativo se aplique también a los niños normales. Su vida y su trabajo fueron olvidados hasta que otro médico encontró su material en unos almacenes y empezó a publicarlo, es así como el nombre de Séguin llega a María Montessori, a la que muchos denuncian que fue una copiadora de Séguin, y ella se pone a estudiarlo e investigarlo. Sus trabajos sobre los discapacitados mentales fueron muy inspiradores para la doctora, psiquiatra, ingeniera y filósofa italiana María Montessori. quien elaboró la «pedagogía científica», que más tarde derivó en el Método Montessori.
El síntoma llamado «Señal de Séguin», fue nombrado así en su honor, son las contracciones musculares involuntarias que preceden a un ataque epiléptico.