(Viveros AVAIN)
El 3 de diciembre se celebra el Día Internacional de la Discapacidad de forma que cada año se vaya visibilizando a las personas que tienen dificultades con respecto a las normas establecidas en la sociedad. Quizás, algún año lleguemos a disfrutar de una sociedad inclusiva en la que cada persona sea vista con sus peculiaridades, sin hacer hincapié en sus dificultades.
Cuando llegué a El Viso del Alcor, allá por el año 1981, los niños y las niñas «con dificultades» estaban en un lugar cedido por Cáritas, con un maestro, Alejandro Pérez González. Estaban separados de la escuela ordinaria, solo se relacionaban entre ellos y así los colegios estaban libres de esta «carga».
Al poco tiempo fue el propio maestro, Alejandro, el que nos solicitó al colegio Blas Infante un espacio para que los niños y niñas pudieran integrarse, al menos en los recreos. Habilitamos un espacio amplio y allí se trasladó con sus niños y niñas. En un principio hablábamos de integración, era, al menos un contacto social en los recreos y en las actividades colectivas. Manolito, Sole, Cristina, Gregorio, Juani, Águeda, Mari Carmen… se iban sintiendo más felices en un entorno común para todos y todas. Alejandro hacía todo lo posible, por su forma especial de educar, para que aquella chavalería formara parte del colegio, no como un apéndice, sino como una realidad existente, como personas con diferentes particularidades, como cualquier otro u otra que estuviera en el colegio y formara parte de pleno derecho de esa comunidad.
Poco a poco en el tiempo esa integración se fue afianzando y los maestros de PT , entre ellos Juan Jiménez, entraban en las clases donde estaba el alumnado con alguna característica que necesitara de apoyo, de esta forma se beneficiaba la clase entera, eran dos maestros para ayudar en la clase. La socialización así es más real y todo el alumnado se beneficia de ella.
Ya en el instituto la inclusión se iba haciendo realidad, nuestro maestro Raimundo Prados tenía muy claro que la cuestión era de derecho, incluir es una necesidad y un derecho como persona, él luchó todo lo posible para que su alumnado se sintiera feliz en sus clases y respetados por todos sus compañeros y profesorado. Educar a personas diferentes nos lleva a la inclusión.
Este año, por Navidad, se ha puesto una iniciativa en el pueblo para que en vez de abetos se compren olivos. Aquí hay una asociación, AVAIN, que trabaja con discapacitados y que tiene un vivero muy especial, muy bien cuidado y trabajado. María del Mar, perita agrícola, trabaja con este tipo de personas y son todo un referente en el pueblo en el terreno de la jardinería.
Menuda alegría me dio David ayer al traerme a casa el olivo solicitado, venía él conduciendo una furgoneta y cobrando los árboles. Me contó que tenía un niño, me enseñó su foto y que se había comprado una casa para vivir con su mujer y su niño en el pueblo. Una persona incluída que si no deja su medicación puede estar plenamente integrada en la sociedad. Gracias, David. Me imagino la alegría que debe sentir Conchi, tu madre, al verte en esta situación, con los malos ratos que ha pasado debido a tu problemática especialmente en la infancia y adolescencia.
«La persona como ser debe forjarse de forma completa, en toda su dimensión, con todos sus componentes unidos. Aceptarse como un ser único y diferente debe ser el objetivo a alcanzar por la escuela, y ese objetivo debe convertirse en la gran transformación del sistema educativo» (Antonio Márquez en Educar para ser, 2020)