Una delicia haber encontrado este libro, de Mario de Paz Figueroa, que nos cuenta una historia enternecedora «El niño que no soñaba«; una historia que ocurre con demasiada frecuencia y que ni las familias ni el profesorado somos conscientes de cómo nuestras actitudes y nuestro comportamiento pueden influir en la vida de los niños y las niñas. Con frecuencia hablamos de perseguir los sueños, de luchar por ellos pero en el camino nos podemos encontrar con «ladrones de sueño».
En las escuelas los niños y las niñas deben tener la oportunidad de encontrarse felices, de ser personas en formación que van con agrado al colegio y con ganas de aprender, los docentes debemos motivar al alumnado para que vayan buscando sus sueños y lleguen a conquistar aquello que desean ser, no se trata de solo conocer o tener, el objetivo es ser buenas personas, con formación suficiente para desenvolverse en la vida, en aquel campo que sea de nuestra safisfacción para que así el trabajo no sea un martirio sino un placer que podemos desarrollar cada día.
José, el protagonista de la historia, no tiene una vida fácil, su familia pasa necesidades, su madre está enferma y su padre, además de darle a la bebida, maltrata a la madre… por si esto fuese poco, en la escuela se encuentra con una maestra que «le roba los sueños» que lo desprecia, que no lo motiva, que no pronuncia su nombre, que le hace tener pesadillas, que lo señala con una gran equis roja negativamente, que continuamente lo amenaza con que va a repetir curso… José solo era feliz a la hora del recreo cuando echaba un partidito con los amigos y había veces que la maestra lo castigaba sin recreo porque no había hecho bien la tarea, ayyyy… le quitaban el mejor momento del día.
Afortunadamente esa maestra se fue y vino otro maestro que le hizo cambiar la vida, se ganó su corazón, aprendió cada día porque el maestro sabía cómo emocionarlo y llenó su vida de sueños positivos, no de pesadillas. Para José ahora con el nuevo maestro era un deleite ir a la escuela cada día, los atendía personalmente, tenía sobre ellos expectativas positivas, hacía que el niño viera ahora la vida en color y no en blanco y negro, los alababa en público, les daba una educación enfocada en el Ser y no solo en el saber. Ahora el niño empezó a soñar, a leer, a creer en su futuro, a expresar sentimientos, a recibir cariño… Porque la educación debe dejar huellas y no cicatrices como dice Salvador Rodríguez.
«Ojalá todos los maestros y maestras del mundo fueran como mi maestro, para que enseñaran a los niños a luchar por sus ideales y no solo por buenas calificaciones para los exámenes, así de adultos lograrían sus sueños y no simplemente una buena nota» El maestro le decía «José, persigue tus sueños y no permitas que te digan que no puedes»
Es una obra que se lee rápida, llena de sentimientos, que te llevan a reflexionar sobre cómo actúas cada día con el alumnado; se la recomiendo muy especialmmente al profesorado para que vean la influencia que podemos llegar a ejercer sobre los niños y niñas a los que cada día nos dirigimos.
Me recuerda esta obra la canción de Manuel Carrasco «Me dijeron de pequeño»